/ sábado 6 de marzo de 2021

Computación emocional, nueva fase en la tecnología

Desde que el término de Inteligencia Artificial se acuñó en forma, a muchos les sedujo por sus posibilidades, al tiempo que, a otros, también en gran cantidad, llegó a aterrarles la idea de que las máquinas pudieran disputarles el control a los seres humanos.

En ese sentido, sobran las películas que nos presentan toda clase de panoramas en la materia, algunas como HER, con Joaquín Phoenix de protagonista y Scarlett Johansson en la voz, que muestran como un hombre solitario se enamora de su asistente personal en un sistema digital, cuyas respuestas van de la mano de sus vacíos emocionales.

Pero, retomando al mundo real y lo que se ha trabajado en función de que las redes neuronales, vayan más allá de la mera solución a planteamientos informáticos o bien, dándoles una nueva forma a éstos, se ha buscado expandir sus alcances, al brindarles capacidades emocionales, las que si bien no tienen tanto que ver con las más íntimas sensaciones humanas, sí les llevan a generar alternativas que permitan solucionar los problemas específicos para los que se va diseñando cada dispositivo o aplicación.

Desde 1995, la ingeniero Rosalind Wright Picard, propuso una nueva tendencia de investigación, dando pie a la “Informática Afectiva”, que genera vínculos desde dispositivos que surgen e influyen en las emociones.

En un principio, se trataba de una idea que se presentaba como tal y se topaba con la limitación de que por entonces no se podía disponer con la facilidad que se hace ahora, de grandes velocidades de procesamiento y especialmente de la memoria.

Era una época en la que un solo gigabyte podía costar hasta mil dólares, mientras que ahora, por menos de 100 dólares tenemos acceso a terabytes y cualquier teléfono inteligente, puede brindarnos cientos de gigas, al grado que resultan hasta con capacidades superiores hasta en 11 millones de veces a la de la computadora que guio al Apollo 11 hasta la Luna.

Sobre tal base, se ha trabajado a partir de entonces en el desarrollo de sistemas para reconocer, interpretar, procesar y simular el afecto humano, dotando a las máquinas de emociones que se expresen de forma espontánea.

Se trata de un trabajo que demanda horas de programación basada tanto en “Machine Learning”, como en “Deep Learning”, por la profundidad de conceptos que se deben generar para cada algoritmo y la forma en que cada uno de ellos debe encontrar para evolucionar.

Con este fin se trabaja en modelos matemáticos que permiten desarrollar esquemas que codifican los procesos emocionales intuitivamente, partiendo de que ciertas condiciones pueden inducir una emoción específica.

Si Liu, postdoctora de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Shanghái, da continuidad a este trabajo, destacando que las computadoras afectivas además de ayudar a humanos, deben tener mayor capacidad para tomar decisiones.

Estando frente a tiempos en los que habrá que redefinir esquemas para la recuperación de la economía en la etapa post covid-19, lo que se invierta en modelos de desarrollo basados en Inteligencia Artificial y computación emocional, que tenga una autonomía creciente, marcará la diferencia en términos de progreso y bienestar, definiendo así toda una nueva etapa para la humanidad.


FB: YolandaDeLaTorreV

@yoladelatorre


Desde que el término de Inteligencia Artificial se acuñó en forma, a muchos les sedujo por sus posibilidades, al tiempo que, a otros, también en gran cantidad, llegó a aterrarles la idea de que las máquinas pudieran disputarles el control a los seres humanos.

En ese sentido, sobran las películas que nos presentan toda clase de panoramas en la materia, algunas como HER, con Joaquín Phoenix de protagonista y Scarlett Johansson en la voz, que muestran como un hombre solitario se enamora de su asistente personal en un sistema digital, cuyas respuestas van de la mano de sus vacíos emocionales.

Pero, retomando al mundo real y lo que se ha trabajado en función de que las redes neuronales, vayan más allá de la mera solución a planteamientos informáticos o bien, dándoles una nueva forma a éstos, se ha buscado expandir sus alcances, al brindarles capacidades emocionales, las que si bien no tienen tanto que ver con las más íntimas sensaciones humanas, sí les llevan a generar alternativas que permitan solucionar los problemas específicos para los que se va diseñando cada dispositivo o aplicación.

Desde 1995, la ingeniero Rosalind Wright Picard, propuso una nueva tendencia de investigación, dando pie a la “Informática Afectiva”, que genera vínculos desde dispositivos que surgen e influyen en las emociones.

En un principio, se trataba de una idea que se presentaba como tal y se topaba con la limitación de que por entonces no se podía disponer con la facilidad que se hace ahora, de grandes velocidades de procesamiento y especialmente de la memoria.

Era una época en la que un solo gigabyte podía costar hasta mil dólares, mientras que ahora, por menos de 100 dólares tenemos acceso a terabytes y cualquier teléfono inteligente, puede brindarnos cientos de gigas, al grado que resultan hasta con capacidades superiores hasta en 11 millones de veces a la de la computadora que guio al Apollo 11 hasta la Luna.

Sobre tal base, se ha trabajado a partir de entonces en el desarrollo de sistemas para reconocer, interpretar, procesar y simular el afecto humano, dotando a las máquinas de emociones que se expresen de forma espontánea.

Se trata de un trabajo que demanda horas de programación basada tanto en “Machine Learning”, como en “Deep Learning”, por la profundidad de conceptos que se deben generar para cada algoritmo y la forma en que cada uno de ellos debe encontrar para evolucionar.

Con este fin se trabaja en modelos matemáticos que permiten desarrollar esquemas que codifican los procesos emocionales intuitivamente, partiendo de que ciertas condiciones pueden inducir una emoción específica.

Si Liu, postdoctora de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Shanghái, da continuidad a este trabajo, destacando que las computadoras afectivas además de ayudar a humanos, deben tener mayor capacidad para tomar decisiones.

Estando frente a tiempos en los que habrá que redefinir esquemas para la recuperación de la economía en la etapa post covid-19, lo que se invierta en modelos de desarrollo basados en Inteligencia Artificial y computación emocional, que tenga una autonomía creciente, marcará la diferencia en términos de progreso y bienestar, definiendo así toda una nueva etapa para la humanidad.


FB: YolandaDeLaTorreV

@yoladelatorre