/ jueves 30 de septiembre de 2021

Comunidades de valores y principios

Los cambios sociales profundos se logran con la voluntad y el compromiso de una mayoría que adopta comportamientos que ayudan a mejorar las condiciones de vida de toda una comunidad. Sin embargo, no es un proceso lineal o que se dé automáticamente.

Coincidir en metas y en objetivos es un proceso que puede tardar más tiempo del que deseamos e implica la persistencia de millones de personas para provocar modificaciones de conducta que trasciendan en el tiempo.

Lograr que tengamos una ruta común que beneficie a los más posibles, sobre todo a quienes lo necesitan con mayor urgencia, es el legado que podemos construir como generaciones que viven hoy un cambio de época.

Dejar una ciudadanía más participante, abierta a tocar todos los temas de la vida pública, en un diálogo permanente sobre muchos de los temas que durante años fueron tabú, es una obligación cívica que no debemos eludir.

El debate, sano en sí mismo, puede ser la gran contribución de una sociedad que sigue en la construcción de un país que sea cada vez más igualitario, equilibrado y en condiciones de paz y tranquilidad que resulten en prosperidad para todas y todos.

Pasar de la protesta a la propuesta y a las acciones que nos corresponden es el ejercicio elemental de nuestros derechos como integrantes de una democracia. Podemos aportar muchas soluciones desde nuestra vida cotidiana y a partir de los entornos inmediatos, la familia, el hogar, la escuela, el trabajo y el vecindario, para que los problemas del día a día disminuyan y, por qué no, desaparezcan.

Ello demanda que estemos involucrados, compartiendo argumentos e ideas, evitando la infodemia lo más posible. Nuestra opinión es relevante, pero si lleva razones y soporte se amplifica e influye de manera correcta.

Hemos dado muchos ejemplos, tristemente durante desastres naturales o en contingencias como la pandemia, de que podemos caminar en una misma dirección. El reto es hacerlo siempre y en cualquier escenario que signifique mantener un buen y bien vivir.

Así podremos reducir el abismo de desigualdad que sufrimos por mucho tiempo en el país y estaremos colaborando con buenas autoridades (que las hay en todos los niveles) para que se corrijan las fallas, tengamos mejores servicios públicos y estemos organizados en torno a la prevención y el cuidado solidario en los lugares donde habitamos.

La coordinación ciudadana es más simple de lo que parece y se da durante cientos de momentos, de otro modo no podríamos distinguir lo que funciona de lo que pudiera funcionar y tampoco podríamos identificar cuál es el horizonte al que nos enfilamos.

Vivimos en una nación llena de cultura y con valores y principios únicos en el mundo que nos distinguen y nos fortalecen. Regresar a muchos de éstos es un paso necesario para unificar nuestra visión de futuro y son la base de la cultura personal, comunitaria y nacional.

Esta, además, en nuestras raíces que deben ser orgullo y punto de partida para llegar a consensos que ayuden a una equidad social en más de un sentido.

Hay avances en el reconocimiento de derechos a las mujeres, como la decisión de la Suprema Corte de Justicia para despenalizar el aborto y la aprobación del matrimonio igualitario en estados de la República donde no hace mucho era difícil pensar que podría darse incluso la discusión.

Podemos ser una sociedad más incluyente cuando nos lo proponemos y dar muestras de un progreso a favor de generaciones que tendrán la tarea de salvaguardar estos derechos y ampliarlos.

Al contrario de lo que se pudiera concluir si tomamos como referencia el ruido público, nos estamos uniendo en temas civiles que marcarán el futuro. Tenemos puntos en común, lo que necesitamos es juntarlos para fortalecer un tejido social que nos ha sacado adelante en los momentos más complejos de nuestra historia reciente. Ahí es donde está el mayor valor de la sociedad a la que pertenecemos.


Los cambios sociales profundos se logran con la voluntad y el compromiso de una mayoría que adopta comportamientos que ayudan a mejorar las condiciones de vida de toda una comunidad. Sin embargo, no es un proceso lineal o que se dé automáticamente.

Coincidir en metas y en objetivos es un proceso que puede tardar más tiempo del que deseamos e implica la persistencia de millones de personas para provocar modificaciones de conducta que trasciendan en el tiempo.

Lograr que tengamos una ruta común que beneficie a los más posibles, sobre todo a quienes lo necesitan con mayor urgencia, es el legado que podemos construir como generaciones que viven hoy un cambio de época.

Dejar una ciudadanía más participante, abierta a tocar todos los temas de la vida pública, en un diálogo permanente sobre muchos de los temas que durante años fueron tabú, es una obligación cívica que no debemos eludir.

El debate, sano en sí mismo, puede ser la gran contribución de una sociedad que sigue en la construcción de un país que sea cada vez más igualitario, equilibrado y en condiciones de paz y tranquilidad que resulten en prosperidad para todas y todos.

Pasar de la protesta a la propuesta y a las acciones que nos corresponden es el ejercicio elemental de nuestros derechos como integrantes de una democracia. Podemos aportar muchas soluciones desde nuestra vida cotidiana y a partir de los entornos inmediatos, la familia, el hogar, la escuela, el trabajo y el vecindario, para que los problemas del día a día disminuyan y, por qué no, desaparezcan.

Ello demanda que estemos involucrados, compartiendo argumentos e ideas, evitando la infodemia lo más posible. Nuestra opinión es relevante, pero si lleva razones y soporte se amplifica e influye de manera correcta.

Hemos dado muchos ejemplos, tristemente durante desastres naturales o en contingencias como la pandemia, de que podemos caminar en una misma dirección. El reto es hacerlo siempre y en cualquier escenario que signifique mantener un buen y bien vivir.

Así podremos reducir el abismo de desigualdad que sufrimos por mucho tiempo en el país y estaremos colaborando con buenas autoridades (que las hay en todos los niveles) para que se corrijan las fallas, tengamos mejores servicios públicos y estemos organizados en torno a la prevención y el cuidado solidario en los lugares donde habitamos.

La coordinación ciudadana es más simple de lo que parece y se da durante cientos de momentos, de otro modo no podríamos distinguir lo que funciona de lo que pudiera funcionar y tampoco podríamos identificar cuál es el horizonte al que nos enfilamos.

Vivimos en una nación llena de cultura y con valores y principios únicos en el mundo que nos distinguen y nos fortalecen. Regresar a muchos de éstos es un paso necesario para unificar nuestra visión de futuro y son la base de la cultura personal, comunitaria y nacional.

Esta, además, en nuestras raíces que deben ser orgullo y punto de partida para llegar a consensos que ayuden a una equidad social en más de un sentido.

Hay avances en el reconocimiento de derechos a las mujeres, como la decisión de la Suprema Corte de Justicia para despenalizar el aborto y la aprobación del matrimonio igualitario en estados de la República donde no hace mucho era difícil pensar que podría darse incluso la discusión.

Podemos ser una sociedad más incluyente cuando nos lo proponemos y dar muestras de un progreso a favor de generaciones que tendrán la tarea de salvaguardar estos derechos y ampliarlos.

Al contrario de lo que se pudiera concluir si tomamos como referencia el ruido público, nos estamos uniendo en temas civiles que marcarán el futuro. Tenemos puntos en común, lo que necesitamos es juntarlos para fortalecer un tejido social que nos ha sacado adelante en los momentos más complejos de nuestra historia reciente. Ahí es donde está el mayor valor de la sociedad a la que pertenecemos.


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