/ miércoles 1 de abril de 2020

Con el enemigo en casa

O, como título de película, “Durmiendo con el enemigo”. Así se las van a ver miles de mujeres, niñas y niños, sujetos al inexcusable encierro, a causa de la pandemia. El coronavirus, además de arrebatar la salud y hasta la vida de tantas personas, podría de paso exacerbar esa violencia intrafamiliar, tan generalizada.

Recién celebramos el Día de la Mujer, en el que se confirmó el hartazgo femenino, en contra del machismo; de la subyugación de siglos de inequidad, de injusticia y de desigualdad. Una marcha monumental dejó huella, quizá poco visible, para los verdugos que se niegan a hacer a un lado este atavismo.

Pero la aberración del maltrato contra la mujer va más allá, cuando encuadramos el marco de la violencia intrafamiliar. De poner los pelos de punta el visibilizar la cantidad de niños y niñas que sufren golpes, torturas y otras manifestaciones de una barbarie demencial.

En estos días salió a la luz el caso de un menor de 10 años, al que atacaban su propia madre y la pareja de esta. Un chiquito a quien, en repetidas ocasiones le quemaron las manos colocándoselas en un sartén ardiendo. ¿Se puede imaginar peor vileza? La hiena, no merece otro calificativo una fémina que ataca a su hijo, merece una larga condena.

Preocupante la situación actual cuando, las omisas autoridades –empezando por el tlatoani- se quisieron hacer de la vista gorda, en cuanto a la urgencia del “quedarnos en casa”, a fin de ralentizar la amenaza pandémica. El viraje fue sospechoso y nos lleva a pensar que, en efecto, hubo ocultamiento de las cifras reales de infectados y muertos.

Sea como fuere, reaccionaron y vino el decreto para guardarse y no asomar las narices más allá de la puerta. Es ahora cuando, quienes están al frente de los distintos niveles de gobierno, tendrían que estar alerta a los dramas cotidianos que se darán detrás de esas cerraduras.

En el 2019 se contabilizaron cerca de 72 mil agresiones contra mujeres y niños, en las que los responsables fueron los padres. Sólo contra la cónyuge, casi 64 mil. El 63.5 por ciento del total de los ataques contra el género femenino, provino de un pariente de la víctima.

A poco más de 99 mil mujeres adultas la atacó un familiar y el 75 por ciento de los embates contra niños y niñas, tuvieron el mismo origen. Hay un alto porcentaje de ancianas y ancianos, a los que los hijos lastiman. ¿Qué va a pasar con estos segmentos de la población de por sí vulnerables?

Al ver las condiciones de vida de las mayorías, la perspectiva es dramática. Familias que viven hacinadas en espacios pequeños, de los que no podrán salir.

Una convivencia dura y difícil, pero de la que se podía escapar, así fuera a ratos. Con las penurias económicas de la pobreza, la clase media baja e incluso la media-media (Cuando millones viven de una informalidad, imposible de ejercer con la cuarentena), van a pasar las de Caín.

Adictos obligados a estar entre cuatro paredes, en las que, como ratones enjaulados, pueden acabar destruyendo lo que esté a su paso. La presión del encierro, para niños y adolescentes, es una convocatoria a la travesura, a las rabietas y la depresión.

¿Habrá forma de paliar esta tragedia? Sin refugios para huir de la violencia, con la incompetencia que rezuma el gobierno federal –y un número alto de estatales y locales-, millones de mexicanos tendrán dentro de la casa al enemigo y las consecuencias pudieran ser tan letales como el virus.



catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

O, como título de película, “Durmiendo con el enemigo”. Así se las van a ver miles de mujeres, niñas y niños, sujetos al inexcusable encierro, a causa de la pandemia. El coronavirus, además de arrebatar la salud y hasta la vida de tantas personas, podría de paso exacerbar esa violencia intrafamiliar, tan generalizada.

Recién celebramos el Día de la Mujer, en el que se confirmó el hartazgo femenino, en contra del machismo; de la subyugación de siglos de inequidad, de injusticia y de desigualdad. Una marcha monumental dejó huella, quizá poco visible, para los verdugos que se niegan a hacer a un lado este atavismo.

Pero la aberración del maltrato contra la mujer va más allá, cuando encuadramos el marco de la violencia intrafamiliar. De poner los pelos de punta el visibilizar la cantidad de niños y niñas que sufren golpes, torturas y otras manifestaciones de una barbarie demencial.

En estos días salió a la luz el caso de un menor de 10 años, al que atacaban su propia madre y la pareja de esta. Un chiquito a quien, en repetidas ocasiones le quemaron las manos colocándoselas en un sartén ardiendo. ¿Se puede imaginar peor vileza? La hiena, no merece otro calificativo una fémina que ataca a su hijo, merece una larga condena.

Preocupante la situación actual cuando, las omisas autoridades –empezando por el tlatoani- se quisieron hacer de la vista gorda, en cuanto a la urgencia del “quedarnos en casa”, a fin de ralentizar la amenaza pandémica. El viraje fue sospechoso y nos lleva a pensar que, en efecto, hubo ocultamiento de las cifras reales de infectados y muertos.

Sea como fuere, reaccionaron y vino el decreto para guardarse y no asomar las narices más allá de la puerta. Es ahora cuando, quienes están al frente de los distintos niveles de gobierno, tendrían que estar alerta a los dramas cotidianos que se darán detrás de esas cerraduras.

En el 2019 se contabilizaron cerca de 72 mil agresiones contra mujeres y niños, en las que los responsables fueron los padres. Sólo contra la cónyuge, casi 64 mil. El 63.5 por ciento del total de los ataques contra el género femenino, provino de un pariente de la víctima.

A poco más de 99 mil mujeres adultas la atacó un familiar y el 75 por ciento de los embates contra niños y niñas, tuvieron el mismo origen. Hay un alto porcentaje de ancianas y ancianos, a los que los hijos lastiman. ¿Qué va a pasar con estos segmentos de la población de por sí vulnerables?

Al ver las condiciones de vida de las mayorías, la perspectiva es dramática. Familias que viven hacinadas en espacios pequeños, de los que no podrán salir.

Una convivencia dura y difícil, pero de la que se podía escapar, así fuera a ratos. Con las penurias económicas de la pobreza, la clase media baja e incluso la media-media (Cuando millones viven de una informalidad, imposible de ejercer con la cuarentena), van a pasar las de Caín.

Adictos obligados a estar entre cuatro paredes, en las que, como ratones enjaulados, pueden acabar destruyendo lo que esté a su paso. La presión del encierro, para niños y adolescentes, es una convocatoria a la travesura, a las rabietas y la depresión.

¿Habrá forma de paliar esta tragedia? Sin refugios para huir de la violencia, con la incompetencia que rezuma el gobierno federal –y un número alto de estatales y locales-, millones de mexicanos tendrán dentro de la casa al enemigo y las consecuencias pudieran ser tan letales como el virus.



catalinanq@hotmail.com

@catalinanq