/ domingo 6 de septiembre de 2020

Con Ítaca siempre presente

Corría 1863, cuando en la legendaria ciudad de Alejandría, nació un niño que llegó a ser el más importante poeta griego de los últimos dos mil años, solo que sus contemporáneos nunca lo supieron. Tuvo que morir en 1933, en el día de su cumpleaños, el 29 de abril, para que su obra poética por primera vez fuera publicada en 1935, de manera póstuma, y tuvieron que transcurrir varias décadas antes de que Europa y el mundo de habla hispana, por primera vez lo pudieran leer.

¿Lo presentía? Muy probablemente, porque era, como todo auténtico poeta, un vate. Intuía que su tiempo no era el suyo. Preveía que su tiempo sería el nuestro y nosotros sus lectores, y así decía: “Porque presiento en este alejamiento humano. / Cuán míos habrán de ser los hombres venideros. / Cómo esta soledad será poblada un día, / aunque sin mí, de camaradas a tu imagen.”

Sí, era Konstantinos Petrou Kavafis, el hoy célebre autor del profundo poema “Ítaca”, que en tiempos pandémico nos brinda un puerto de arribo, un faro de luz para orientarnos, una estrella para inspirarnos. Es el mensaje transtemporal de quien desde el pasado habló al futuro y en éste, su futuro, y en éste, nuestro presente, adquiere renovada resignificación. Su legado está vivo, más que nunca, y a él nos debemos acoger. Tal vez por eso quiso reservar su obra, para que llegara en el momento justo, para el hombre abatido del siglo XXI, huérfano y en pos de un apoyo.

Decía el poeta alejandrino, el poeta llamado “de las velas”, en la traducción de Pedro Bádenas de la Peña: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, / pide que el camino sea largo / lleno de aventuras, lleno de experiencias. / No temas a los lestrigones ni a los cíclopes / o al colérico Poseidón, / seres tales jamás hallarás en tu camino, / si tu pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes / ni al salvaje Poseidón encontrarás, / si no los llevas dentro de tu alma, / si no los yergue tu alma ante ti… Ten siempre a Ítaca en tu mente / Llegar allí es tu destino / Mas no apresures el viaje…”.

¿Qué es Ítaca, además de ser una maravillosa y mítica isla, situada al poniente de la península balcánica junto con las islas de Citera, Léucade, Zante, Cefalonia y Corfú, entre otras, en pleno mar Jónico? ¿Qué es Ítaca, además de haber sido la tierra añorada de Odiseo de la que era rey y a la dejó por más de 20 años? La respuesta nos la da Kavafis: Ítaca es todo eso y más, porque Ítacas las hay muchas, infinitas, y cada quien tenemos nuestra Ítaca o nuestras Ítacas. La misión, el secreto de la vida, reside en descubrirlo.

Por eso estoy segura que la pandemia contribuirá en cada uno de nosotros en este proceso de develamiento. El impacto del Covid-19 ha sido demoledor y aún persiste. No sabemos hasta cuándo continuará, qué tanto nos trastocará, cuánto destruirá, cómo nos transformará, de qué forma habremos de sobrevivirlo o bien si no nos tocará atestiguarlo. Todo es un enigma, pero la certeza radica, como lo anticipa el poeta, en la actitud que asumamos. Si queremos que un proceso de la magnitud de esta pandemia culmine de inmediato, nunca lo lograremos. Debemos tener paciencia, aguardar, pero sobre todo, hemos de aprender de todo lo que está ocurriendo, al grado que podríamos decir que somos privilegiados. Estamos viviendo y enfrentando un momento coyuntural de la humanidad y somos actores protagónicos en él.

De ahí que, más allá de los aciertos o fracasos gubernamentales como los que en carne propia hemos estado atestiguando y/o padeciendo, el reto que enfrentamos es en lo personal. No debemos olvidar que Ítaca importa, es fundamental, porque es nuestra meta y es nuestro aliento, pero lo relevante es el viaje que realizamos, el camino que recorremos, los obstáculos que enfrentamos, los aciertos que logramos, los fracasos que sufrimos y superamos.

El Covid-19 nos ha puesto a todos en marcha porque nos ha sacudido prácticamente en todos los ámbitos de nuestra vida. Hay quienes no han podido consumar proyectos, quienes han visto resquebrajarse sus relaciones personales, quienes han perdido su fuente de empleo y su patrimonio, quienes han logrado vencer al coronavirus letal y, lo más funesto: quienes han perdido a sus seres queridos.

Sí, la vida no será, como no es ya, igual, pero en el viaje estamos y hemos de continuar adelante. Los retos seguirán. Hoy por el Covid-19, mañana por otro agente. La vida es así. Es, como ha sido bautizada, el viaje del héroe, porque en realidad todos somos Odiseo y, a pesar de todas las sirenas y Circes que nos salgan al paso, como el héroe homérico, hemos de luchar por culminar nuestro viaje de vida y nadie mejor que Kavafis para ilustrarlo desde su poesía: “Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte. /Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Ítacas”. Vayamos en pos…


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

Corría 1863, cuando en la legendaria ciudad de Alejandría, nació un niño que llegó a ser el más importante poeta griego de los últimos dos mil años, solo que sus contemporáneos nunca lo supieron. Tuvo que morir en 1933, en el día de su cumpleaños, el 29 de abril, para que su obra poética por primera vez fuera publicada en 1935, de manera póstuma, y tuvieron que transcurrir varias décadas antes de que Europa y el mundo de habla hispana, por primera vez lo pudieran leer.

¿Lo presentía? Muy probablemente, porque era, como todo auténtico poeta, un vate. Intuía que su tiempo no era el suyo. Preveía que su tiempo sería el nuestro y nosotros sus lectores, y así decía: “Porque presiento en este alejamiento humano. / Cuán míos habrán de ser los hombres venideros. / Cómo esta soledad será poblada un día, / aunque sin mí, de camaradas a tu imagen.”

Sí, era Konstantinos Petrou Kavafis, el hoy célebre autor del profundo poema “Ítaca”, que en tiempos pandémico nos brinda un puerto de arribo, un faro de luz para orientarnos, una estrella para inspirarnos. Es el mensaje transtemporal de quien desde el pasado habló al futuro y en éste, su futuro, y en éste, nuestro presente, adquiere renovada resignificación. Su legado está vivo, más que nunca, y a él nos debemos acoger. Tal vez por eso quiso reservar su obra, para que llegara en el momento justo, para el hombre abatido del siglo XXI, huérfano y en pos de un apoyo.

Decía el poeta alejandrino, el poeta llamado “de las velas”, en la traducción de Pedro Bádenas de la Peña: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, / pide que el camino sea largo / lleno de aventuras, lleno de experiencias. / No temas a los lestrigones ni a los cíclopes / o al colérico Poseidón, / seres tales jamás hallarás en tu camino, / si tu pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes / ni al salvaje Poseidón encontrarás, / si no los llevas dentro de tu alma, / si no los yergue tu alma ante ti… Ten siempre a Ítaca en tu mente / Llegar allí es tu destino / Mas no apresures el viaje…”.

¿Qué es Ítaca, además de ser una maravillosa y mítica isla, situada al poniente de la península balcánica junto con las islas de Citera, Léucade, Zante, Cefalonia y Corfú, entre otras, en pleno mar Jónico? ¿Qué es Ítaca, además de haber sido la tierra añorada de Odiseo de la que era rey y a la dejó por más de 20 años? La respuesta nos la da Kavafis: Ítaca es todo eso y más, porque Ítacas las hay muchas, infinitas, y cada quien tenemos nuestra Ítaca o nuestras Ítacas. La misión, el secreto de la vida, reside en descubrirlo.

Por eso estoy segura que la pandemia contribuirá en cada uno de nosotros en este proceso de develamiento. El impacto del Covid-19 ha sido demoledor y aún persiste. No sabemos hasta cuándo continuará, qué tanto nos trastocará, cuánto destruirá, cómo nos transformará, de qué forma habremos de sobrevivirlo o bien si no nos tocará atestiguarlo. Todo es un enigma, pero la certeza radica, como lo anticipa el poeta, en la actitud que asumamos. Si queremos que un proceso de la magnitud de esta pandemia culmine de inmediato, nunca lo lograremos. Debemos tener paciencia, aguardar, pero sobre todo, hemos de aprender de todo lo que está ocurriendo, al grado que podríamos decir que somos privilegiados. Estamos viviendo y enfrentando un momento coyuntural de la humanidad y somos actores protagónicos en él.

De ahí que, más allá de los aciertos o fracasos gubernamentales como los que en carne propia hemos estado atestiguando y/o padeciendo, el reto que enfrentamos es en lo personal. No debemos olvidar que Ítaca importa, es fundamental, porque es nuestra meta y es nuestro aliento, pero lo relevante es el viaje que realizamos, el camino que recorremos, los obstáculos que enfrentamos, los aciertos que logramos, los fracasos que sufrimos y superamos.

El Covid-19 nos ha puesto a todos en marcha porque nos ha sacudido prácticamente en todos los ámbitos de nuestra vida. Hay quienes no han podido consumar proyectos, quienes han visto resquebrajarse sus relaciones personales, quienes han perdido su fuente de empleo y su patrimonio, quienes han logrado vencer al coronavirus letal y, lo más funesto: quienes han perdido a sus seres queridos.

Sí, la vida no será, como no es ya, igual, pero en el viaje estamos y hemos de continuar adelante. Los retos seguirán. Hoy por el Covid-19, mañana por otro agente. La vida es así. Es, como ha sido bautizada, el viaje del héroe, porque en realidad todos somos Odiseo y, a pesar de todas las sirenas y Circes que nos salgan al paso, como el héroe homérico, hemos de luchar por culminar nuestro viaje de vida y nadie mejor que Kavafis para ilustrarlo desde su poesía: “Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte. /Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Ítacas”. Vayamos en pos…


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli