La luna de miel ha acabado. El incremento registrado en la confianza ciudadanía hacia las instituciones públicas, particularmente en el Instituto Nacional Electoral (INE), tras el triunfo de Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio de 2018, empieza a diluirse para, de nueva cuenta, revelar una crisis de satisfacción por los resultados que brinda la democracia en la vida diaria de la población.
En este contexto, el 4 de septiembre próximo el consejo general del INE decidirá sobre el registro de siete organizaciones que buscan convertirse en partidos políticos y contender en las elecciones del 6 de junio próximo, las más grandes, por padrón y cargos en disputa, de la historia electoral mexicana.
Las organizaciones que logren el registro engrosarán el sistema de partidos que actualmente está constituido por siete entidades de interés público. Pero ¿aumentan con ello las opciones políticas y la representación de la sociedad?
Los mexicanos identifican en los partidos políticos la principal fuente de corrupción en el país (76.15% de acuerdo con la Encuesta MCCI-Reforma, marzo 2020). De ahí que el reto y principal obstáculo que enfrentan los partidos en su conjunto sea quitarse esa percepción y mostrarse no sólo como actores indispensables para la democracia, sino también confiables para una ciudadanía sedienta de resultados.
Ello representa un doble riesgo para los partidos políticos nuevos, pues si bien pueden presumir de no tener “esqueletos en el closet”, también enfrentan el reto de generar la confianza de que sus propuestas son viables y pueden traducirse en acciones.
De las siete organizaciones, cuatro son las que tienen un pie en el registro legal nacional, lo que les permitirá no sólo participar en las elecciones federales, sino también locales.
Se trata de Redes Sociales Progresistas, impulsado por el equipo de la maestra Elba Esther Gordillo Morales; Fuerza Social por México liderada por el dirigente sindical Pedro Haces Barba; Encuentro Solidario representada por Eric Flores; y México Libre, cuyas caras más visibles son Felipe Calderón y Margarita Zavala.
Las cuatro consideran tener la fuerza suficiente (alcanzar por lo menos 3% de la votación válida emitida) para no convertirse en partidos satélite y consolidarse como fuerzas independientes.
Un sistema integrado por -supongamos- 11 partidos políticos creará una sobreoferta política que puede atosigar a una ciudadanía principalmente preocupada por tres temas: salud, economía y seguridad.
De ahí la contundencia, claridad y agilidad con que los partidos políticos deban comunicarse con 91 millones de ciudadanos, de los cuales 47 millones son mujeres y 26 millones son jóvenes.
Es de esperar que esa sobreoferta política se caracterice por la calidad de contenidos y responsabilidad de las propuestas, pero también por el interés creciente de la sociedad por informarse y emitir un sufragio responsable.
@jlcamachov