/ sábado 22 de enero de 2022

Confusión y claridad

¿Qué pasa en nuestro mundo, el mundo de mis mayores, el que heredarán nuestros hijos y nietos? ¿Qué está sucediendo en mi mundo, tan cercano a mis sentimientos más profundos, a mis sueños, deseos y aspiraciones siempre en contraste?

Se está iniciando la tercera década del siglo 21, del siglo nuevo. Y los conflictos entre los pueblos y entre los individuos parecen brotar desde el fondo de la tierra para cubrirnos de sombras ominosas. La tendencia es generalizada hacia caídas severas en todos los aspectos. Tal parece que la confusión, el caos, el desorden dominan cualquier intento de la humanidad por escapar de la oscuridad. Parece que vamos en retroceso, que no hay avances en nada.

Ah, pero no podría dejar de incluir en este texto la maldición que estamos sufriendo en todo el mundo. Esta plaga, este flagelo que se ha repetido casi cada cien años con diferentes morbilidades. Hoy le llamamos Covid del año 2019, y ya se ha llevado la vida de más de cinco y medio millones de personas en el planeta. Y cada país, cada estado tiene su manera de matar pulgas. Hay países que permiten la entrada sin miramientos; hay otros que no. Hay países que llevan un lento sistema de vacunación; hay otros que están preparando ya pastillas en vez de inyecciones.

No he dejado de preguntarme, ¿cómo es posible que la humanidad, en esta época, y con las grandísimos avances tecnológicos y científicos con los que contamos no hayamos tenido más éxito en la erradicación temprana del virus mortal? ¿Dónde están las luminarias de la ciencia y de la medicina? No quiero pensar una vez más en el desgraciado Club de Bilberberg que a la mitad del siglo 20 decidió, en su seno de los cien hombres más ricos del mundo, hacer todos los esfuerzos para ser mucho más ricos a costa de lo que fuera, a costa de la vida humana. Recomiendo leer los libros de Daniel Estulin (n.1966) con ese título. Por cierto, Estulín tiene un nuevo libro, una nueva teoría que se titula El Nuevo Orden Mundial, del cual escribiré en otra ocasión.

Las antiguas creencias que durante mucho tiempo fueron el sustento del desarrollo social ahora se han convertido en rectoras de la comunidad, de su conducta, de su libre albedrío, de sus convicciones y del poder de sus decisiones. Parece que navegamos en un mar proceloso sin más instrumentos que el miedo, la duda, la desconfianza y la indecisión.

Los psicólogos insisten, -y no les falta razón- en localizar cada problema físico, mental, emocional y espiritual y, por supuesto, cada comportamiento inapropiado, como expresiones arraigadas de las viejas creencias, y admitan que este sistema de crisis continúa operando y saboteando nuestra vida.

¿Cómo ver las cosas de un mundo diferente? ¿Cómo podemos elegir libremente nuevas creencias y mejores modelos de comportamiento social si todo se presta a confusión?

El reconocido maestro Carl Gustav Jung (1875-1961) nos dejó esta verdad incontrastable: “Hasta que hagas consciente tu inconsciente, este dirigirá tu vida y lo llamarás destino”. Habrá que enfrentar, entonces, análisis, excusas, debates, justificaciones, impedimentos, obstáculos, oposiciones, para llegar a la claridad, al orden, a la transparencia, a la luminosidad y a la coherencia en los nuevos objetivos de vida. Tomemos en cuenta que la confusión siempre ha dejado su lugar a la claridad. Es este un beneficio de la evolución.

El hombre de negocios y escritor Lester Levenson (1909-1994) apuntaba que si no nos gusta lo que nos pasa en el mundo todo lo que tenemos que hacer es transformar nuestra conciencia, y el mundo exterior habrá cambiado para nosotros.

En este contexto, la claridad aparece como un notable juicio emocional, como un impulso interior que nos guía hacia el futuro, como un nuevo y mejor proyecto de vida, sin limitaciones, acorde a nuestros atributos como seres humanos.

Fundador de Notimex

Presea Ricardo Flores Magón

pacofonn@yahoo.com.mx


¿Qué pasa en nuestro mundo, el mundo de mis mayores, el que heredarán nuestros hijos y nietos? ¿Qué está sucediendo en mi mundo, tan cercano a mis sentimientos más profundos, a mis sueños, deseos y aspiraciones siempre en contraste?

Se está iniciando la tercera década del siglo 21, del siglo nuevo. Y los conflictos entre los pueblos y entre los individuos parecen brotar desde el fondo de la tierra para cubrirnos de sombras ominosas. La tendencia es generalizada hacia caídas severas en todos los aspectos. Tal parece que la confusión, el caos, el desorden dominan cualquier intento de la humanidad por escapar de la oscuridad. Parece que vamos en retroceso, que no hay avances en nada.

Ah, pero no podría dejar de incluir en este texto la maldición que estamos sufriendo en todo el mundo. Esta plaga, este flagelo que se ha repetido casi cada cien años con diferentes morbilidades. Hoy le llamamos Covid del año 2019, y ya se ha llevado la vida de más de cinco y medio millones de personas en el planeta. Y cada país, cada estado tiene su manera de matar pulgas. Hay países que permiten la entrada sin miramientos; hay otros que no. Hay países que llevan un lento sistema de vacunación; hay otros que están preparando ya pastillas en vez de inyecciones.

No he dejado de preguntarme, ¿cómo es posible que la humanidad, en esta época, y con las grandísimos avances tecnológicos y científicos con los que contamos no hayamos tenido más éxito en la erradicación temprana del virus mortal? ¿Dónde están las luminarias de la ciencia y de la medicina? No quiero pensar una vez más en el desgraciado Club de Bilberberg que a la mitad del siglo 20 decidió, en su seno de los cien hombres más ricos del mundo, hacer todos los esfuerzos para ser mucho más ricos a costa de lo que fuera, a costa de la vida humana. Recomiendo leer los libros de Daniel Estulin (n.1966) con ese título. Por cierto, Estulín tiene un nuevo libro, una nueva teoría que se titula El Nuevo Orden Mundial, del cual escribiré en otra ocasión.

Las antiguas creencias que durante mucho tiempo fueron el sustento del desarrollo social ahora se han convertido en rectoras de la comunidad, de su conducta, de su libre albedrío, de sus convicciones y del poder de sus decisiones. Parece que navegamos en un mar proceloso sin más instrumentos que el miedo, la duda, la desconfianza y la indecisión.

Los psicólogos insisten, -y no les falta razón- en localizar cada problema físico, mental, emocional y espiritual y, por supuesto, cada comportamiento inapropiado, como expresiones arraigadas de las viejas creencias, y admitan que este sistema de crisis continúa operando y saboteando nuestra vida.

¿Cómo ver las cosas de un mundo diferente? ¿Cómo podemos elegir libremente nuevas creencias y mejores modelos de comportamiento social si todo se presta a confusión?

El reconocido maestro Carl Gustav Jung (1875-1961) nos dejó esta verdad incontrastable: “Hasta que hagas consciente tu inconsciente, este dirigirá tu vida y lo llamarás destino”. Habrá que enfrentar, entonces, análisis, excusas, debates, justificaciones, impedimentos, obstáculos, oposiciones, para llegar a la claridad, al orden, a la transparencia, a la luminosidad y a la coherencia en los nuevos objetivos de vida. Tomemos en cuenta que la confusión siempre ha dejado su lugar a la claridad. Es este un beneficio de la evolución.

El hombre de negocios y escritor Lester Levenson (1909-1994) apuntaba que si no nos gusta lo que nos pasa en el mundo todo lo que tenemos que hacer es transformar nuestra conciencia, y el mundo exterior habrá cambiado para nosotros.

En este contexto, la claridad aparece como un notable juicio emocional, como un impulso interior que nos guía hacia el futuro, como un nuevo y mejor proyecto de vida, sin limitaciones, acorde a nuestros atributos como seres humanos.

Fundador de Notimex

Presea Ricardo Flores Magón

pacofonn@yahoo.com.mx