/ jueves 14 de noviembre de 2019

Congresistas norteamericanos y soberanía

La verdad es que la dramática violencia en México ha rebasado nuestras fronteras al llegar al Congreso de Estados Unidos transformada en más que palabra violenta, es decir, en palabra amenazante, belicosa e ignorante. Lo último porque un legislador, del país que sea, debe conocer su Derecho y el del país al que amenaza.

¿O ignora su soberanía constitucional y la de México? En la Declaración de Independencia de Filadelfia de 1776, fuente de la Constitución de los Estados Unidos, se lee textualmente: “Sostenemos que estas Verdades son evidentes en sí mismas: que todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad”. Principios fundamentales que ha jurado todo legislador norteamericano. Pero hay quienes los olvidan denigrándose a sí mismos y a su cargo. Tal es el caso de los Congresistas de Estados Unidos que pretenden presionar a López Obrador para que modifique el estatus legal de las organizaciones criminales en México, o sea, que dichas organizaciones sean de terroristas y así poder ordenar operaciones militares norteamericanas en suelo mexicano.

Esto a partir de la masacre de dos familias mormonas en Chihuahua y Sinaloa, donde tres mujeres y seis niños murieron. Los congresistas del vecino país respaldan la idea inconstitucional, que lo es tanto aquí como allá, de “apoyar” con militares y armamento a México e incluso la de ir más lejos emprendiendo una “guerra” en suelo nacional. Lo anterior obviamente fue rechazado por el Presidente quien afirmó que su Gobierno no está desprovisto de equipo, personal y tareas de inteligencia para combatir el crimen organizado; y que México es un país libre, independiente y soberano.

Momentos más que delicados para nuestro país.

Ahora bien, al margen de un imprescindible y urgente cambio en la estrategia jurídica y política de combate al narcotráfico y al margen de la natural defensa de nuestra soberanía, lo altamente preocupante es lo que llamo complejo desbordado de superioridad en algunos núcleos importantes y de influencia en los Estados Unidos. En pocas palabras se trata del “destino manifiesto” redivivo. O sea, de la idea de que ellos son los iluminados, los salvadores, los que poseen la verdad política y en consecuencia los detentadores de nuestro presente y futuro. Bandera sucia que enarbolan con el pretexto de la llamada globalidad -mejor globalización- a su manera y que es una especie de fuero divino; siendo uno de sus quehaceres nefasto el Ku Kclus Klan.

En tal virtud nos toca robustecer, fortalecer, nuestra identidad nacional oponiéndonos a esa clase aberrante de filtraciones. ¿Cómo? Desde el podio de una voz sonora, potente, inteligente y que es sin duda la de la Universidad. Por razones obvias pienso en la UNAM. No deberíamos dejar de organizar foro tras foro, seminario tras seminario, en que se cumpliera con la elevada tarea de dar luz intelectual, moral y espiritual a México. Afianzando lo que se es se enfrenta mejor al enemigo. La UNAM es autónoma, lo cual equivale a independiente y libre; autonomía que debe ser antorcha en las horas difíciles en que peligra la autonomía de la República. No olviden los negadores de la libertad a Marco Aurelio, quien dijo: “Cuanto sucede a cada individuo conduce al universo; lo conducente a un particular también conduce a los otros hombres”. Lo que da al traste con la globalización del “destino manifiesto”.


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La verdad es que la dramática violencia en México ha rebasado nuestras fronteras al llegar al Congreso de Estados Unidos transformada en más que palabra violenta, es decir, en palabra amenazante, belicosa e ignorante. Lo último porque un legislador, del país que sea, debe conocer su Derecho y el del país al que amenaza.

¿O ignora su soberanía constitucional y la de México? En la Declaración de Independencia de Filadelfia de 1776, fuente de la Constitución de los Estados Unidos, se lee textualmente: “Sostenemos que estas Verdades son evidentes en sí mismas: que todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad”. Principios fundamentales que ha jurado todo legislador norteamericano. Pero hay quienes los olvidan denigrándose a sí mismos y a su cargo. Tal es el caso de los Congresistas de Estados Unidos que pretenden presionar a López Obrador para que modifique el estatus legal de las organizaciones criminales en México, o sea, que dichas organizaciones sean de terroristas y así poder ordenar operaciones militares norteamericanas en suelo mexicano.

Esto a partir de la masacre de dos familias mormonas en Chihuahua y Sinaloa, donde tres mujeres y seis niños murieron. Los congresistas del vecino país respaldan la idea inconstitucional, que lo es tanto aquí como allá, de “apoyar” con militares y armamento a México e incluso la de ir más lejos emprendiendo una “guerra” en suelo nacional. Lo anterior obviamente fue rechazado por el Presidente quien afirmó que su Gobierno no está desprovisto de equipo, personal y tareas de inteligencia para combatir el crimen organizado; y que México es un país libre, independiente y soberano.

Momentos más que delicados para nuestro país.

Ahora bien, al margen de un imprescindible y urgente cambio en la estrategia jurídica y política de combate al narcotráfico y al margen de la natural defensa de nuestra soberanía, lo altamente preocupante es lo que llamo complejo desbordado de superioridad en algunos núcleos importantes y de influencia en los Estados Unidos. En pocas palabras se trata del “destino manifiesto” redivivo. O sea, de la idea de que ellos son los iluminados, los salvadores, los que poseen la verdad política y en consecuencia los detentadores de nuestro presente y futuro. Bandera sucia que enarbolan con el pretexto de la llamada globalidad -mejor globalización- a su manera y que es una especie de fuero divino; siendo uno de sus quehaceres nefasto el Ku Kclus Klan.

En tal virtud nos toca robustecer, fortalecer, nuestra identidad nacional oponiéndonos a esa clase aberrante de filtraciones. ¿Cómo? Desde el podio de una voz sonora, potente, inteligente y que es sin duda la de la Universidad. Por razones obvias pienso en la UNAM. No deberíamos dejar de organizar foro tras foro, seminario tras seminario, en que se cumpliera con la elevada tarea de dar luz intelectual, moral y espiritual a México. Afianzando lo que se es se enfrenta mejor al enemigo. La UNAM es autónoma, lo cual equivale a independiente y libre; autonomía que debe ser antorcha en las horas difíciles en que peligra la autonomía de la República. No olviden los negadores de la libertad a Marco Aurelio, quien dijo: “Cuanto sucede a cada individuo conduce al universo; lo conducente a un particular también conduce a los otros hombres”. Lo que da al traste con la globalización del “destino manifiesto”.


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