/ sábado 8 de junio de 2024

Contexto de la desinformación y elecciones 2024

Este 2 de julio se llevaron a cabo las elecciones más grandes de la historia en México en donde cerca de 100 millones de electores tuvieron la oportunidad de votar por 20,708 cargos en disputa. Y aunque, en general, la jornada electoral se desarrolló sin mayores contratiempos, además de la violencia, otra de las preocupaciones a lo largo de la campaña fue la información falsa que pudiera llegar a afectar en la intención de voto y en los resultados.

Como hemos dicho anteriormente en esta columna, la desinformación es un tipo de información falsa creada con la intención expresa de engañar, manipular y potencialmente causar daño. En el caso de las elecciones, la desinformación tiene como objetivo final confundir a las personas al generar desconfianza acerca de los resultados y descalificar a las autoridades electorales. Pero a lo largo de las campañas, también busca movilizar a ciertos grupos a partir del enojo y la indignación, o desmovilizar a otros con base en el miedo. ¿Qué tanto de esto sucedió en México?

Antes de responder, es importante considerar el contexto general en donde se intercambia, distribuye y consume información en México. De acuerdo con el Reporte de Noticias Digitales de Reuters, en este país la credibilidad de las noticias ha caído de 49% en 2017 a 36% en 2023. Esta caída se explica tanto por una desconfianza histórica a muchos medios que durante décadas han servido más con su cobertura a los intereses del poder que a la formación de una ciudadanía crítica, como por el papel de un presidente altamente popular, como lo ha sido López Obrador, que ha promovido personalmente durante todo su gobierno una campaña de “información alternativa” –por llamarle de alguna manera. Campaña alternativa basada en desacreditar a periodistas y medios que han sido críticos a su gobierno y en ofrecer datos distintos a los que, incluso ofrecen agencias públicas y datos oficiales, cuando le son desfavorables. Al mismo tiempo, hay que señalar que algunos de estos medios y comentaristas críticos, optaron por abanderar una causa partisana y de denuncia con mucha voz en la conversación pública, en lugar de haber aprovechado la ocasión para desarrollar un periodismo más profesional y equilibrado –verificación de datos, contraste de fuentes, investigación rigurosa, etc. Este es el contexto en el que se desarrolló el proceso electoral.

En este sentido, durante las campañas, en la jornada electoral y en estos días posteriores, sí hemos podido atestiguar la circulación de desinformación en México, sobre todo desfavorable, a las dos principales coaliciones en contienda y a sus candidatas a la presidencia. Aunque habría que notar diferencias y particularidades con base en emisores y grupos a quienes se dirigen las falsedades.

Del lado de la campaña de la candidata que ha resultado electa, Claudia Sheinbaum, la desinformación ha sido notable en términos de la desconsideración de datos sobre algunos aspectos preocupantes de la realidad mexicana que tienen que ver con la violencia, la criminalidad, la transparencia, y la rendición de cuentas. En línea con lo que ha sido la práctica del presidente López Obrador, voceros de su campaña han dado datos falsos sobre estos temas y, sólo como ejemplo, podemos recordar lo que la propia candidata entonces en uno de los debates presidenciales dijo acerca de que en la Ciudad de México había “cero impunidad” [sic] en cuanto a feminicidios cuando de acuerdo a los datos de México Evalúa, esta entidad tiene prácticamente 100% de impunidad en este rubro.

Del lado opuesto, grupos que uno podría suponer afines y simpatizantes del Frente por México y sus candidaturas, se dedicaron, sobre todo en la última parte de la campaña, durante la jornada electoral y en días previos a difundir también mucha desinformación caracterizada por el uso de cadenas de WhatsApp y videos cortos en otras redes. Durante la campaña, muchos de estos mensajes de desinformación se centraron en promover el miedo y la indignación de votantes a través de mensajes que afirmaban que la victoria de Claudia Sheinbaum supondría la abolición de la propiedad privada, que tendríamos una dictadura “como en Venezuela”, o hasta advertían de las consecuencias de elegir a una persona “de origen judío” para un “país católico”, y muchas veces con tonos clasistas, racistas y discriminatorios. En días posteriores, también se han podido identificar mensajes que hablan sobre supuestos fraudes, un INE “comprado”, e incluso de una forzada negociación con la candidata Xóchitl Gálvez para reconocer su derrota a cambio de la supuesta liberación de su hijo.

Todo lo anterior, a pesar de que sin duda no abona a una conversación pública constructiva, ni al diálogo necesario, sino que busca mantener enconos, no ha sido tampoco tan abundante ni tan predominante como hemos visto en otros casos electorales, desde Italia, España, Indonesia, Argentina y este mismo fin de semana anterior, en la India, o como ya se ve en Estados Unidos. Dentro de todo, me parece que son buenas noticias para que podamos, bajo los nuevos ejes de este cambio de gobierno, reconstruir los puentes de conversación entre grupos acerca de lo que verdaderamente importa: resolver juntos los grandes problemas que aquejan a este país y que ahí siguen.

Este 2 de julio se llevaron a cabo las elecciones más grandes de la historia en México en donde cerca de 100 millones de electores tuvieron la oportunidad de votar por 20,708 cargos en disputa. Y aunque, en general, la jornada electoral se desarrolló sin mayores contratiempos, además de la violencia, otra de las preocupaciones a lo largo de la campaña fue la información falsa que pudiera llegar a afectar en la intención de voto y en los resultados.

Como hemos dicho anteriormente en esta columna, la desinformación es un tipo de información falsa creada con la intención expresa de engañar, manipular y potencialmente causar daño. En el caso de las elecciones, la desinformación tiene como objetivo final confundir a las personas al generar desconfianza acerca de los resultados y descalificar a las autoridades electorales. Pero a lo largo de las campañas, también busca movilizar a ciertos grupos a partir del enojo y la indignación, o desmovilizar a otros con base en el miedo. ¿Qué tanto de esto sucedió en México?

Antes de responder, es importante considerar el contexto general en donde se intercambia, distribuye y consume información en México. De acuerdo con el Reporte de Noticias Digitales de Reuters, en este país la credibilidad de las noticias ha caído de 49% en 2017 a 36% en 2023. Esta caída se explica tanto por una desconfianza histórica a muchos medios que durante décadas han servido más con su cobertura a los intereses del poder que a la formación de una ciudadanía crítica, como por el papel de un presidente altamente popular, como lo ha sido López Obrador, que ha promovido personalmente durante todo su gobierno una campaña de “información alternativa” –por llamarle de alguna manera. Campaña alternativa basada en desacreditar a periodistas y medios que han sido críticos a su gobierno y en ofrecer datos distintos a los que, incluso ofrecen agencias públicas y datos oficiales, cuando le son desfavorables. Al mismo tiempo, hay que señalar que algunos de estos medios y comentaristas críticos, optaron por abanderar una causa partisana y de denuncia con mucha voz en la conversación pública, en lugar de haber aprovechado la ocasión para desarrollar un periodismo más profesional y equilibrado –verificación de datos, contraste de fuentes, investigación rigurosa, etc. Este es el contexto en el que se desarrolló el proceso electoral.

En este sentido, durante las campañas, en la jornada electoral y en estos días posteriores, sí hemos podido atestiguar la circulación de desinformación en México, sobre todo desfavorable, a las dos principales coaliciones en contienda y a sus candidatas a la presidencia. Aunque habría que notar diferencias y particularidades con base en emisores y grupos a quienes se dirigen las falsedades.

Del lado de la campaña de la candidata que ha resultado electa, Claudia Sheinbaum, la desinformación ha sido notable en términos de la desconsideración de datos sobre algunos aspectos preocupantes de la realidad mexicana que tienen que ver con la violencia, la criminalidad, la transparencia, y la rendición de cuentas. En línea con lo que ha sido la práctica del presidente López Obrador, voceros de su campaña han dado datos falsos sobre estos temas y, sólo como ejemplo, podemos recordar lo que la propia candidata entonces en uno de los debates presidenciales dijo acerca de que en la Ciudad de México había “cero impunidad” [sic] en cuanto a feminicidios cuando de acuerdo a los datos de México Evalúa, esta entidad tiene prácticamente 100% de impunidad en este rubro.

Del lado opuesto, grupos que uno podría suponer afines y simpatizantes del Frente por México y sus candidaturas, se dedicaron, sobre todo en la última parte de la campaña, durante la jornada electoral y en días previos a difundir también mucha desinformación caracterizada por el uso de cadenas de WhatsApp y videos cortos en otras redes. Durante la campaña, muchos de estos mensajes de desinformación se centraron en promover el miedo y la indignación de votantes a través de mensajes que afirmaban que la victoria de Claudia Sheinbaum supondría la abolición de la propiedad privada, que tendríamos una dictadura “como en Venezuela”, o hasta advertían de las consecuencias de elegir a una persona “de origen judío” para un “país católico”, y muchas veces con tonos clasistas, racistas y discriminatorios. En días posteriores, también se han podido identificar mensajes que hablan sobre supuestos fraudes, un INE “comprado”, e incluso de una forzada negociación con la candidata Xóchitl Gálvez para reconocer su derrota a cambio de la supuesta liberación de su hijo.

Todo lo anterior, a pesar de que sin duda no abona a una conversación pública constructiva, ni al diálogo necesario, sino que busca mantener enconos, no ha sido tampoco tan abundante ni tan predominante como hemos visto en otros casos electorales, desde Italia, España, Indonesia, Argentina y este mismo fin de semana anterior, en la India, o como ya se ve en Estados Unidos. Dentro de todo, me parece que son buenas noticias para que podamos, bajo los nuevos ejes de este cambio de gobierno, reconstruir los puentes de conversación entre grupos acerca de lo que verdaderamente importa: resolver juntos los grandes problemas que aquejan a este país y que ahí siguen.