/ martes 11 de mayo de 2021

Contiendas fratricidas

VER.- Acostumbro ver, en la televisión, algunos servicios informativos. En los intermedios publicitarios, advierto cuánta guerra se hacen los partidos políticos, sobre todo ahora en tiempos electorales. Tiran a matar a los contrarios. Mientras se presentan a sí mismos como los únicos y los mejores, califican a los otros como lo peor; nada bueno les reconocen.

Quien ejerce el poder político, si no entiende su autoridad como un servicio para hacer crecer a los demás, descalifica y combate a quienes piensan y actúan en forma diferente; incluso intenta someter a los poderes legislativo y judicial, para que estén a su disposición. No ve a los demás como hermanos, sino como enemigos, a quienes hay que desaparecer; en cambio, protege a sus aliados por todos los medios posibles. No hay madurez democrática, ni consejos que valgan.

Esto nos pasa también al interior de la Iglesia. Hay algunos grupos que siguen descalificando al Papa Francisco como si hubiera sido ilegítima su elección; reconocen sólo al Papa Benedicto XVI, a pesar de que éste voluntariamente renunció a su servicio petrino, pues consideró que se necesitaba otro para continuar el ministerio de Sucesor de Pedro; nunca se sintió indispensable. No ataca a su sucesor, sino que lo respeta en todo. Nos dio ejemplo, para hacerse a un lado a tiempo, y no pretender acaparar el poder, sea político o religioso.

En otros niveles, sucede algo parecido. Hay grupos religiosos que se consideran los únicos intérpretes auténticos del Evangelio, los únicos buenos católicos, y descalifican a quienes viven su fe de otra forma. Sin embargo, tenemos experiencias bellas, cuando se aceptan, se respetan, se complementan y trabajan juntos por la comunidad, por los presos, los migrantes, los enfermos, los indigentes, por el derecho a la vida, y además se unen también para orar y en las celebraciones. La armonía eclesial es muy fructuosa. Así debería haber armonía social y política.

PENSAR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice esto en relación con la política, pero que también se aplica a otras instancias: La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante. Se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” (15).

ACTUAR

Hay que tener un sentido crítico para descubrir el trigo que hay en las diferentes posturas políticas, y también religiosas, apreciando lo bueno que tienen, proponen y hacen, distinguiéndolo de la cizaña que pueden llevar oculta. Apoyemos a quienes hacen el bien y ayudan a los demás, sobre todo a los postergados, y no nos dejemos engañar por discursos atractivos, pero que, como en lo que la serpiente prometía a Eva, tienen veneno escondido, dañino y fratricida. No apoyemos a quienes no saben dialogar y consensuar, sino sólo imponer y destruir. Hay también gente buena.

Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas


VER.- Acostumbro ver, en la televisión, algunos servicios informativos. En los intermedios publicitarios, advierto cuánta guerra se hacen los partidos políticos, sobre todo ahora en tiempos electorales. Tiran a matar a los contrarios. Mientras se presentan a sí mismos como los únicos y los mejores, califican a los otros como lo peor; nada bueno les reconocen.

Quien ejerce el poder político, si no entiende su autoridad como un servicio para hacer crecer a los demás, descalifica y combate a quienes piensan y actúan en forma diferente; incluso intenta someter a los poderes legislativo y judicial, para que estén a su disposición. No ve a los demás como hermanos, sino como enemigos, a quienes hay que desaparecer; en cambio, protege a sus aliados por todos los medios posibles. No hay madurez democrática, ni consejos que valgan.

Esto nos pasa también al interior de la Iglesia. Hay algunos grupos que siguen descalificando al Papa Francisco como si hubiera sido ilegítima su elección; reconocen sólo al Papa Benedicto XVI, a pesar de que éste voluntariamente renunció a su servicio petrino, pues consideró que se necesitaba otro para continuar el ministerio de Sucesor de Pedro; nunca se sintió indispensable. No ataca a su sucesor, sino que lo respeta en todo. Nos dio ejemplo, para hacerse a un lado a tiempo, y no pretender acaparar el poder, sea político o religioso.

En otros niveles, sucede algo parecido. Hay grupos religiosos que se consideran los únicos intérpretes auténticos del Evangelio, los únicos buenos católicos, y descalifican a quienes viven su fe de otra forma. Sin embargo, tenemos experiencias bellas, cuando se aceptan, se respetan, se complementan y trabajan juntos por la comunidad, por los presos, los migrantes, los enfermos, los indigentes, por el derecho a la vida, y además se unen también para orar y en las celebraciones. La armonía eclesial es muy fructuosa. Así debería haber armonía social y política.

PENSAR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice esto en relación con la política, pero que también se aplica a otras instancias: La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante. Se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” (15).

ACTUAR

Hay que tener un sentido crítico para descubrir el trigo que hay en las diferentes posturas políticas, y también religiosas, apreciando lo bueno que tienen, proponen y hacen, distinguiéndolo de la cizaña que pueden llevar oculta. Apoyemos a quienes hacen el bien y ayudan a los demás, sobre todo a los postergados, y no nos dejemos engañar por discursos atractivos, pero que, como en lo que la serpiente prometía a Eva, tienen veneno escondido, dañino y fratricida. No apoyemos a quienes no saben dialogar y consensuar, sino sólo imponer y destruir. Hay también gente buena.

Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas