/ miércoles 9 de mayo de 2018

Contra el escepticismo de propios y extraños

El ajuste, que no relanzamiento, era necesario, no sólo el cambio del timonel de la nave que José Antonio Meade comanda como capitán, sino para precisar ante propios y extraños que la campaña sigue adelante hasta el final, con un solo e indeclinable propósito: alcanzar la victoria el primero de julio. El propio candidato lo dejó bien claro en la entrevista televisiva en la que pocas horas después del acto multitudinario en la explanada del PRI, respondió con claridad y sin ambigüedades a las preguntas que le fueron formuladas. Serenidad, contundencia, claridad en medio de la tormenta de cuestionamientos sobre los más graves problemas del país.

Al mitin priísta del domingo pasado asistieron el nuevo presidente del Partido, René Juárez Cisneros, la totalidad de los gobernadores surgidos del tricolor, las dirigencias de las organizaciones y nutridos contingentes para ratificar lo que, aunque pareciera sobreentendido había que enfantizar: El PRI está con José Antonio Meade, el candidato no declina ni abandonará el barco en medio de la tormenta. Con ello, a la honestidad y la rectitud que lo acompañan desde el comienzo de su carrera en la vida pública, José Antonio Meade agrega otro elemento que lo confirma. Renunciar a la mitad del combate, tirar la toalla, hubiera sido un acto de cobardía y una traición así mismo y a quienes confiaron en su capacidad y su preparación para postularlo.

La decisión de continuar hasta la victoria no era fácil. había que vencer, entre otros obstáculos, el desánimo, el derrotismo, la autoflagelación, como quiera que se llame a la actitud en las propias filas del Partido y en simpatizantes del llamado voto duro, cuyas opiniones son arrastradas por el “vamos a perder” que ha alimentado el escepticismo corrosivo dentro y fuera del tricolor.

En estos tiempos electorales no hay plática de familia, tertulia de café o encuentro con amigos en los que no aparezca el tema de la contienda política. Es generalizada la opinión del pretendido augur que reconoce a José Antonio Meade como el mejor, el más honesto, el más preparado, el que presenta las más razonables y claras propuestas, pero –se repite-- se encuentra abajo en las encuestas y por lo tanto va a perder. El voto útil, ese engendro de la democracia, esa renuncia a principios y convicciones, es invocado como pretexto para anunciar una derrota en las urnas. Cuando se ejerce en plena libertad por la opción considerada, desde el principio hasta el fin, como la mejor para sí mismo y para el país, el voto no puede variar por consideraciones del momento que pueden confundir y distorsionar la voluntad del elector.

Contra todo ello, la traición intelectual de propios y el pesimismo de ajenos influidos por el espejismo de las encuestas, comienza a luchar José Antonio Meade junto con el equipo al que busca dar nuevo brío con el ajuste anunciado en la concentración priísta, que no fue sino la confirmación del apoyo del Partido a la candidatura.

A estas alturas de la campaña, el triunfo no está asegurado para nadie. Pero en tanto, el elector tiene ante sí la honestidad, la firmeza y la determinación de su candidato para vencer luego de convencer con la razón y la pasión.

Srio28@prodigy.net.mx

El ajuste, que no relanzamiento, era necesario, no sólo el cambio del timonel de la nave que José Antonio Meade comanda como capitán, sino para precisar ante propios y extraños que la campaña sigue adelante hasta el final, con un solo e indeclinable propósito: alcanzar la victoria el primero de julio. El propio candidato lo dejó bien claro en la entrevista televisiva en la que pocas horas después del acto multitudinario en la explanada del PRI, respondió con claridad y sin ambigüedades a las preguntas que le fueron formuladas. Serenidad, contundencia, claridad en medio de la tormenta de cuestionamientos sobre los más graves problemas del país.

Al mitin priísta del domingo pasado asistieron el nuevo presidente del Partido, René Juárez Cisneros, la totalidad de los gobernadores surgidos del tricolor, las dirigencias de las organizaciones y nutridos contingentes para ratificar lo que, aunque pareciera sobreentendido había que enfantizar: El PRI está con José Antonio Meade, el candidato no declina ni abandonará el barco en medio de la tormenta. Con ello, a la honestidad y la rectitud que lo acompañan desde el comienzo de su carrera en la vida pública, José Antonio Meade agrega otro elemento que lo confirma. Renunciar a la mitad del combate, tirar la toalla, hubiera sido un acto de cobardía y una traición así mismo y a quienes confiaron en su capacidad y su preparación para postularlo.

La decisión de continuar hasta la victoria no era fácil. había que vencer, entre otros obstáculos, el desánimo, el derrotismo, la autoflagelación, como quiera que se llame a la actitud en las propias filas del Partido y en simpatizantes del llamado voto duro, cuyas opiniones son arrastradas por el “vamos a perder” que ha alimentado el escepticismo corrosivo dentro y fuera del tricolor.

En estos tiempos electorales no hay plática de familia, tertulia de café o encuentro con amigos en los que no aparezca el tema de la contienda política. Es generalizada la opinión del pretendido augur que reconoce a José Antonio Meade como el mejor, el más honesto, el más preparado, el que presenta las más razonables y claras propuestas, pero –se repite-- se encuentra abajo en las encuestas y por lo tanto va a perder. El voto útil, ese engendro de la democracia, esa renuncia a principios y convicciones, es invocado como pretexto para anunciar una derrota en las urnas. Cuando se ejerce en plena libertad por la opción considerada, desde el principio hasta el fin, como la mejor para sí mismo y para el país, el voto no puede variar por consideraciones del momento que pueden confundir y distorsionar la voluntad del elector.

Contra todo ello, la traición intelectual de propios y el pesimismo de ajenos influidos por el espejismo de las encuestas, comienza a luchar José Antonio Meade junto con el equipo al que busca dar nuevo brío con el ajuste anunciado en la concentración priísta, que no fue sino la confirmación del apoyo del Partido a la candidatura.

A estas alturas de la campaña, el triunfo no está asegurado para nadie. Pero en tanto, el elector tiene ante sí la honestidad, la firmeza y la determinación de su candidato para vencer luego de convencer con la razón y la pasión.

Srio28@prodigy.net.mx