/ jueves 21 de noviembre de 2019

Conversión amazónica integral

VER

Algunos se molestan porque hemos hablado mucho de la Amazonía y su reciente Sínodo. Se imaginan que no nos importa, no nos afecta, no tiene que ver con nosotros. Se equivocan. El agua que allí se genera influye en el océano Atlántico y en los glaciares. El aire que allí se produce, tiene que ver con la dirección de las nubes y con las lluvias no sólo para esa región, sino para el universo entero. Los bosques, la agricultura, y sobre todo la vida de los 33 millones de habitantes de esa región, importan no sólo a los nueve países de la zona, sino a toda la humanidad.

No faltan quienes siguen acusando al Papa de haber favorecido un culto idolátrico a la Pachamama, a la “madre tierra”. Nada de eso aconteció, pero sus enemigos le dan otra interpretación a cualquier cosa que él diga o haga. Además, las figuras que se pusieron en el rito previo al Sínodo en los jardines vaticanos, no representan a la Pachamama; son símbolos de fertilidad, de vida, de mujeres, de indígenas. Por lo que yo he conocido en mis experiencias en Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Colombia y Venezuela, a la “madre tierra” no se le representa con una figura, con una imagen, sino que la tierra es todo el planeta, es la totalidad de la vida que se genera y se sostiene en él. Si se inclinan o se arrodillan ante la tierra, si la besan, no lo hacen ante una figura o una imagen, sino ante el suelo que pisamos, ante la tierra, ante las montañas, los ríos, el sol. Los que no han sido evangelizados, le pueden dar una categoría superior, divina; pero los evangelizados no la divinizan, sino que adoran al Dios que creó la tierra, la naturaleza, el cosmos, pues sólo El es el Señor Creador de todas las cosas. Quien esté obstinado en darle otra interpretación, no lo entenderá nunca, por más explicaciones que le demos. Quizá cierren su mente y su corazón por mecanismos de defensa, para no entrar en el proceso de reforma que el Papa ha impulsado. Se resisten a dejar su vida burguesa y a valorar otras culturas, somo si la propia fuera absoluta.

Lo más importante, sin embargo, del Sínodo es la conversión a la que nos invita, al cambio de actitud ante la “casa común”, ante la tierra, el agua, el aire, los árboles, los animales, el clima, y esto no por una simple actitud ecologista de moda, sino porque son obra de Dios, que El nos confió para cuidar, aprovechar y no arrasar. Es la fe cristiana la que nos mueve a ese respeto hacia todos los elementos de la creación. Y la criatura más importante es el ser humano, no los árboles, los animales, la naturaleza irracional. Sería una hipocresía cuidar y defender más alguna especie animal que a los humanos. La ecología a la que exhorta la Iglesia, es integral, y siempre a partir de nuestra fe.

PENSAR

Las propuestas del documento final del Sínodo invitan a una conversión integral: “La escucha de la Amazonía, en el espíritu propio del discípulo y a la luz de la Palabra de Dios y de la Tradición, nos empuja a una conversión profunda de nuestros esquemas y estructuras a Cristo y a su Evangelio” (No. 5).

ACTUAR

En vez de seguir pensando que el Sínodo Amazónico no nos incumbe, analicemos cuáles de nuestras actitudes ante la “casa común” no son acordes con la fe cristiana y convirtámonos de forma integral, respetando y valorando no sólo a la “hermana madre tierra”, sino sobre todo a los seres humanos. No importan más los perros, los gatos, los periquitos, sino las personas, sobre todo los pobres, los descartados y despreciados. Son hijos de Dios, hermanos nuestros. ¡Convirtámonos! Y dejemos de gastar energías en juzgarnos y condenarnos.


Obispo Emérito de SCLC

VER

Algunos se molestan porque hemos hablado mucho de la Amazonía y su reciente Sínodo. Se imaginan que no nos importa, no nos afecta, no tiene que ver con nosotros. Se equivocan. El agua que allí se genera influye en el océano Atlántico y en los glaciares. El aire que allí se produce, tiene que ver con la dirección de las nubes y con las lluvias no sólo para esa región, sino para el universo entero. Los bosques, la agricultura, y sobre todo la vida de los 33 millones de habitantes de esa región, importan no sólo a los nueve países de la zona, sino a toda la humanidad.

No faltan quienes siguen acusando al Papa de haber favorecido un culto idolátrico a la Pachamama, a la “madre tierra”. Nada de eso aconteció, pero sus enemigos le dan otra interpretación a cualquier cosa que él diga o haga. Además, las figuras que se pusieron en el rito previo al Sínodo en los jardines vaticanos, no representan a la Pachamama; son símbolos de fertilidad, de vida, de mujeres, de indígenas. Por lo que yo he conocido en mis experiencias en Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Colombia y Venezuela, a la “madre tierra” no se le representa con una figura, con una imagen, sino que la tierra es todo el planeta, es la totalidad de la vida que se genera y se sostiene en él. Si se inclinan o se arrodillan ante la tierra, si la besan, no lo hacen ante una figura o una imagen, sino ante el suelo que pisamos, ante la tierra, ante las montañas, los ríos, el sol. Los que no han sido evangelizados, le pueden dar una categoría superior, divina; pero los evangelizados no la divinizan, sino que adoran al Dios que creó la tierra, la naturaleza, el cosmos, pues sólo El es el Señor Creador de todas las cosas. Quien esté obstinado en darle otra interpretación, no lo entenderá nunca, por más explicaciones que le demos. Quizá cierren su mente y su corazón por mecanismos de defensa, para no entrar en el proceso de reforma que el Papa ha impulsado. Se resisten a dejar su vida burguesa y a valorar otras culturas, somo si la propia fuera absoluta.

Lo más importante, sin embargo, del Sínodo es la conversión a la que nos invita, al cambio de actitud ante la “casa común”, ante la tierra, el agua, el aire, los árboles, los animales, el clima, y esto no por una simple actitud ecologista de moda, sino porque son obra de Dios, que El nos confió para cuidar, aprovechar y no arrasar. Es la fe cristiana la que nos mueve a ese respeto hacia todos los elementos de la creación. Y la criatura más importante es el ser humano, no los árboles, los animales, la naturaleza irracional. Sería una hipocresía cuidar y defender más alguna especie animal que a los humanos. La ecología a la que exhorta la Iglesia, es integral, y siempre a partir de nuestra fe.

PENSAR

Las propuestas del documento final del Sínodo invitan a una conversión integral: “La escucha de la Amazonía, en el espíritu propio del discípulo y a la luz de la Palabra de Dios y de la Tradición, nos empuja a una conversión profunda de nuestros esquemas y estructuras a Cristo y a su Evangelio” (No. 5).

ACTUAR

En vez de seguir pensando que el Sínodo Amazónico no nos incumbe, analicemos cuáles de nuestras actitudes ante la “casa común” no son acordes con la fe cristiana y convirtámonos de forma integral, respetando y valorando no sólo a la “hermana madre tierra”, sino sobre todo a los seres humanos. No importan más los perros, los gatos, los periquitos, sino las personas, sobre todo los pobres, los descartados y despreciados. Son hijos de Dios, hermanos nuestros. ¡Convirtámonos! Y dejemos de gastar energías en juzgarnos y condenarnos.


Obispo Emérito de SCLC

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