/ viernes 5 de noviembre de 2021

COP 26

Inicia la cuenta regresiva desde la última publicación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la cual advertía que de continuar con el mismo nivel de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), para 2100 el calentamiento planetario podría sufrir un incremento de hasta 3ºC; en el se conminaba a que los países hicieran contribuciones más ambiciosas a las planteadas hasta el momento a fin de reducir las emisiones de GEI y con ello garantizar que la temperatura no aumente más de 1.5ºC. Finalmente llegó el día y el 31 de octubre formalmente arrancó la 26 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, después de haber sido pospuesta en el 2020 por la pandemia mundial COVID 19.

Las expectativas en torno al desarrollo de la COP26 son muchas y la urgencia de que los países actúen de manera más ambiciosa es una exigencia que cada vez adquiere más notoriedad en el seno de la comunidad internacional. Los compromisos entre las partes se irán desarrollando y plasmando a lo largo de los siguientes doce días. Y hay mucha urgencia de que los acuerdos entre países se realicen de manera transversal en toda la agenda de política ambiental internacional, es decir, que se trate de acuerdos puntuales en la agenda gris, en la agenda verde y en la agenda azul.

Más de 195 países están presentes en la Conferencia y hay mucha presión entre las delegaciones por alcanzar temas concretos como financiamiento climático (100 mil millones de dólares anuales para apoyar a los países en desarrollo), transparencia climática, regularización del mercado de bonos de carbono, entre otros; así mismo, la meta global es que se presente el mayor número de planes estratégicos de descarbonización a fin de tener un impacto positivo en la economía mundial. En las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC por sus siglas en inglés) se hacen evidentes los ajustes que a nivel interno realizarán diversos países en los sectores de transporte, energía, vivienda, alimentación, ciencia y tecnología, entre otros sectores de la economía nacional.

Pero no hay que dejar de lado que en la COP, como en cualquier otra reunión multilateral, también hay una necesidad de demostrar la fuerza de las naciones. Dos son los países clave, los principales emisores: China y Estados Unidos; en el contexto actual de este último, el Presidente de EUA, Joe Biden, propone como prioridad, a nivel nacional, la atención a la agenda ambiental y por ello el regreso del país al Acuerdo de París y el llamado a reconocer a nivel internacional la crisis climática. Con base en los planes de mitigación y de adaptación, los países llevan a cabo un juego de fuerzas, en el que no solo se debe de mantener el crecimiento nacional sin seguir generando las emisiones actuales, sino reducirlas, garantizando que no sea a costa de los países con menor número de emisiones mundiales de GEI. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea, plantean alcanzar la neutralidad cero al 2050, mientras que China y Arabia Saudita se han fijado el mismo objetivo al 2060 y lamentablemente India hasta el 2070.

México es también uno de los grandes emisores, al integrarse en el ranking internacional en el nivel 14; por ello, tenemos que asumir la responsabilidad, ya que la emisión total del país contribuye entre 1.6% y 1.8% al total de emisiones mundiales de GEI. En 2015, en el marco del Acuerdo de París, nuestro país hizo ciertos planteamientos sobre los compromisos nacionales, y desde ese momento dichos compromisos se consideraron insuficientes; en diciembre del 2020, se esperaba una comunicación en torno al incremento en la ambición nacional, pero lamentablemente no fue así y siete años después se reconfirma que las metas de México son insuficientes, entre otras razones, porque la política energética nacional actual se cataloga como regresiva al promover refinerías y carboeléctricas y mantener la quema de combustibles fósiles, en lugar de incrementar la apuesta al uso de energías renovables para la generación eléctrica y otros usos, como sí lo están haciendo diversos países de la comunidad internacional.

Es cuesta arriba, pero ojalá que México pueda retomar algo del liderazgo internacional y aumente la ambición climática. Aunque al principio del martes 2 de noviembre había indicios de que nuestro país no se adheriría a la iniciativa de evitar la deforestación, finalmente fue el firmante 106 de la Declaración de los Líderes de Glasgow sobre los Bosques y el Uso de la Tierra. Este instrumento se percibe de origen como un acierto para vincular la reducción del incremento del calentamiento global y la apremiante necesidad de incrementar la protección de la biodiversidad, con el objetivo de alcanzar el equilibrio entre las emisiones generadas por las actividades del hombre y lo que de manera natural los sumideros de carbono (los bosques) son capaces de eliminar. Así mismo, esta Declaración reconoce la importancia de otros instrumentos de política internacional ambiental como son la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Con base en el impulso de un uso sostenible de la tierra, la biodiversidad, las prácticas de producción y los patrones de consumo, se debe de garantizar la sustentabilidad, y ello implica un reconocimiento a la importancia de los temas de infraestructura, comercio, finanzas, inversiones, agricultura, ganadería, con respeto pleno a los pueblos indígenas y a las comunidades locales, así como a su inclusión. Todo lo anterior debe de verse reflejado en “revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para el 2030.”

Otro tema importante y que seguramente traerá tensión en las negociaciones, es el que presentó la Organización Marítima Internacional, donde se reporta que para alcanzar reducciones de GEI se debe de reducir el uso de la navegación internacional entre el 2023 y el 2030 en un 40%; habrá que ver la respuesta, tanto de las grandes embarcaciones turísticas como de la flota pesquera internacional, ante esta propuesta. El 5 de noviembre será un gran día de trabajo para la agenda azul y su vinculación con el cambio climático.

Habrá que seguir observando de cerca, aunque de manera virtual, cómo se siguen moviendo los temas en la COP26 y los compromisos que vaya asumiendo la delegación mexicana en tanto llega la jefa de la delegación mexicana, la Secretaria Albores, después de comparecer en el legislativo el próximo 5 de noviembre.

Inicia la cuenta regresiva desde la última publicación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la cual advertía que de continuar con el mismo nivel de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), para 2100 el calentamiento planetario podría sufrir un incremento de hasta 3ºC; en el se conminaba a que los países hicieran contribuciones más ambiciosas a las planteadas hasta el momento a fin de reducir las emisiones de GEI y con ello garantizar que la temperatura no aumente más de 1.5ºC. Finalmente llegó el día y el 31 de octubre formalmente arrancó la 26 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, después de haber sido pospuesta en el 2020 por la pandemia mundial COVID 19.

Las expectativas en torno al desarrollo de la COP26 son muchas y la urgencia de que los países actúen de manera más ambiciosa es una exigencia que cada vez adquiere más notoriedad en el seno de la comunidad internacional. Los compromisos entre las partes se irán desarrollando y plasmando a lo largo de los siguientes doce días. Y hay mucha urgencia de que los acuerdos entre países se realicen de manera transversal en toda la agenda de política ambiental internacional, es decir, que se trate de acuerdos puntuales en la agenda gris, en la agenda verde y en la agenda azul.

Más de 195 países están presentes en la Conferencia y hay mucha presión entre las delegaciones por alcanzar temas concretos como financiamiento climático (100 mil millones de dólares anuales para apoyar a los países en desarrollo), transparencia climática, regularización del mercado de bonos de carbono, entre otros; así mismo, la meta global es que se presente el mayor número de planes estratégicos de descarbonización a fin de tener un impacto positivo en la economía mundial. En las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC por sus siglas en inglés) se hacen evidentes los ajustes que a nivel interno realizarán diversos países en los sectores de transporte, energía, vivienda, alimentación, ciencia y tecnología, entre otros sectores de la economía nacional.

Pero no hay que dejar de lado que en la COP, como en cualquier otra reunión multilateral, también hay una necesidad de demostrar la fuerza de las naciones. Dos son los países clave, los principales emisores: China y Estados Unidos; en el contexto actual de este último, el Presidente de EUA, Joe Biden, propone como prioridad, a nivel nacional, la atención a la agenda ambiental y por ello el regreso del país al Acuerdo de París y el llamado a reconocer a nivel internacional la crisis climática. Con base en los planes de mitigación y de adaptación, los países llevan a cabo un juego de fuerzas, en el que no solo se debe de mantener el crecimiento nacional sin seguir generando las emisiones actuales, sino reducirlas, garantizando que no sea a costa de los países con menor número de emisiones mundiales de GEI. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea, plantean alcanzar la neutralidad cero al 2050, mientras que China y Arabia Saudita se han fijado el mismo objetivo al 2060 y lamentablemente India hasta el 2070.

México es también uno de los grandes emisores, al integrarse en el ranking internacional en el nivel 14; por ello, tenemos que asumir la responsabilidad, ya que la emisión total del país contribuye entre 1.6% y 1.8% al total de emisiones mundiales de GEI. En 2015, en el marco del Acuerdo de París, nuestro país hizo ciertos planteamientos sobre los compromisos nacionales, y desde ese momento dichos compromisos se consideraron insuficientes; en diciembre del 2020, se esperaba una comunicación en torno al incremento en la ambición nacional, pero lamentablemente no fue así y siete años después se reconfirma que las metas de México son insuficientes, entre otras razones, porque la política energética nacional actual se cataloga como regresiva al promover refinerías y carboeléctricas y mantener la quema de combustibles fósiles, en lugar de incrementar la apuesta al uso de energías renovables para la generación eléctrica y otros usos, como sí lo están haciendo diversos países de la comunidad internacional.

Es cuesta arriba, pero ojalá que México pueda retomar algo del liderazgo internacional y aumente la ambición climática. Aunque al principio del martes 2 de noviembre había indicios de que nuestro país no se adheriría a la iniciativa de evitar la deforestación, finalmente fue el firmante 106 de la Declaración de los Líderes de Glasgow sobre los Bosques y el Uso de la Tierra. Este instrumento se percibe de origen como un acierto para vincular la reducción del incremento del calentamiento global y la apremiante necesidad de incrementar la protección de la biodiversidad, con el objetivo de alcanzar el equilibrio entre las emisiones generadas por las actividades del hombre y lo que de manera natural los sumideros de carbono (los bosques) son capaces de eliminar. Así mismo, esta Declaración reconoce la importancia de otros instrumentos de política internacional ambiental como son la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Con base en el impulso de un uso sostenible de la tierra, la biodiversidad, las prácticas de producción y los patrones de consumo, se debe de garantizar la sustentabilidad, y ello implica un reconocimiento a la importancia de los temas de infraestructura, comercio, finanzas, inversiones, agricultura, ganadería, con respeto pleno a los pueblos indígenas y a las comunidades locales, así como a su inclusión. Todo lo anterior debe de verse reflejado en “revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para el 2030.”

Otro tema importante y que seguramente traerá tensión en las negociaciones, es el que presentó la Organización Marítima Internacional, donde se reporta que para alcanzar reducciones de GEI se debe de reducir el uso de la navegación internacional entre el 2023 y el 2030 en un 40%; habrá que ver la respuesta, tanto de las grandes embarcaciones turísticas como de la flota pesquera internacional, ante esta propuesta. El 5 de noviembre será un gran día de trabajo para la agenda azul y su vinculación con el cambio climático.

Habrá que seguir observando de cerca, aunque de manera virtual, cómo se siguen moviendo los temas en la COP26 y los compromisos que vaya asumiendo la delegación mexicana en tanto llega la jefa de la delegación mexicana, la Secretaria Albores, después de comparecer en el legislativo el próximo 5 de noviembre.