/ jueves 19 de marzo de 2020

Coronavirus, o nuestra fragilidad

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Incalculables afectaciones está produciendo la pandemia del COVID-19. Hay temor e incertidumbre ante lo que pueda venir. Los contagios se multiplican y las defunciones aumentan. Todos nos sentimos obligados a cambiar nuestros planes, para adecuarnos a la realidad. Y Dios, ¿qué tiene que ver en todo esto?

Hace más de diez años, cuanto tuvimos la crisis del virus AH1N1, muchísimo menor que la presente, varios no le dieron importancia. Decían que era distractor político. Sin embargo, las muertes de entonces fueron reales y contantes.

Ahora, no faltan irresponsables que toman a broma la situación y no le dan la importancia que merece. Hay quienes difunden fake news, que descontrolan. Parecen adolescentes caprichudos, antojadizos e inventivos, que podrían ocupar sus capacidades en cosas más positivas. Con la salud y la vida, no se juega.

Entonces, ¿Dios nada tiene que ver en esto? Culparlo como si El nos hubiera enviado esta bestia apocalíptica, y como si el ser humano no fuera responsable, es tener la idea de un Dios castigador, vengativo y antihumano. Nada de eso. Dios está en todo, pero nos deja completa libertad. Sin El, no viviríamos. Pero nos hizo capaces de construir este mundo conforme nosotros queramos, aunque nunca está ausente y lejano. Si queremos, podemos dejarnos guiar por su Palabra, y entonces las cosas marcharían mucho mejor. Pero si no le hacemos caso, si endiosamos el dinero, la ciencia, la tecnología, el progreso, el disfrute de todo sin ética, sin moral, sin principios trascendentes, nosotros mismos provocamos el caos. El nos pone en frente el agua y el fuego; nosotros podemos meter la mano a lo que queramos, y hemos de asumir nuestra responsabilidad.

Aumentan los casos de cáncer, no por castigo de Dios, sino por usar tantos químicos, cuando importa más el dinero que la salud. La plaga del VIH no es por culpa de Dios, sino por no hacerle caso y llevar una vida inmoral. La droga y el alcohol pueden ser benéficos, pero si se consumen en forma indebida, generan daños de todo tipo. No le echemos a Dios las culpas de las que nosotros somos responsables. Dios nos asiste y nos acompaña, porque es un buen padre que está cerca de sus hijos aunque se equivoquen, pero la responsabilidad es humana.

PENSAR

En su homilía del Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco dijo:


“Comenzamos la Cuaresma recibiendo las cenizas: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. El polvo en la cabeza nos devuelve a la tierra, nos recuerda que procedemos de la tierra y que volveremos a la tierra. Es decir, somos débiles, frágiles, mortales. Somos polvo en el universo. Pero somos el polvo amado por Dios. Al Señor le complació recoger nuestro polvo en sus manos e infundirle su aliento de vida. Así que somos polvo precioso, destinado a vivir para siempre. El Señor nos anima: lo poco que somos tiene un valor infinito a sus ojos. Ánimo, nacimos para ser amados, nacimos para ser hijos de Dios” (26-II-2020).

ACTUAR

Oremos mucho al Señor, dueño de la vida y de la historia, que nos ilumine y nos fortalezca con su Espíritu, para volver a lo esencial: dejarnos amar por nuestro Padre Dios, amarlo a El sobre todas las cosas, amarnos unos a otros, evitando dañar a otros con nuestros males y nuestras imprudencias, ayudar a los enfermos, ancianos y más débiles, y acatar las indicaciones que nos vayan dando nuestras autoridades civiles y religiosas. Eso es lo que Dios nos pide en este momento. Y que la Virgen María, auxilio de afligidos y salud de enfermos, nos acompañe con su intercesión.


Obispo Emérito de SCLC

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Incalculables afectaciones está produciendo la pandemia del COVID-19. Hay temor e incertidumbre ante lo que pueda venir. Los contagios se multiplican y las defunciones aumentan. Todos nos sentimos obligados a cambiar nuestros planes, para adecuarnos a la realidad. Y Dios, ¿qué tiene que ver en todo esto?

Hace más de diez años, cuanto tuvimos la crisis del virus AH1N1, muchísimo menor que la presente, varios no le dieron importancia. Decían que era distractor político. Sin embargo, las muertes de entonces fueron reales y contantes.

Ahora, no faltan irresponsables que toman a broma la situación y no le dan la importancia que merece. Hay quienes difunden fake news, que descontrolan. Parecen adolescentes caprichudos, antojadizos e inventivos, que podrían ocupar sus capacidades en cosas más positivas. Con la salud y la vida, no se juega.

Entonces, ¿Dios nada tiene que ver en esto? Culparlo como si El nos hubiera enviado esta bestia apocalíptica, y como si el ser humano no fuera responsable, es tener la idea de un Dios castigador, vengativo y antihumano. Nada de eso. Dios está en todo, pero nos deja completa libertad. Sin El, no viviríamos. Pero nos hizo capaces de construir este mundo conforme nosotros queramos, aunque nunca está ausente y lejano. Si queremos, podemos dejarnos guiar por su Palabra, y entonces las cosas marcharían mucho mejor. Pero si no le hacemos caso, si endiosamos el dinero, la ciencia, la tecnología, el progreso, el disfrute de todo sin ética, sin moral, sin principios trascendentes, nosotros mismos provocamos el caos. El nos pone en frente el agua y el fuego; nosotros podemos meter la mano a lo que queramos, y hemos de asumir nuestra responsabilidad.

Aumentan los casos de cáncer, no por castigo de Dios, sino por usar tantos químicos, cuando importa más el dinero que la salud. La plaga del VIH no es por culpa de Dios, sino por no hacerle caso y llevar una vida inmoral. La droga y el alcohol pueden ser benéficos, pero si se consumen en forma indebida, generan daños de todo tipo. No le echemos a Dios las culpas de las que nosotros somos responsables. Dios nos asiste y nos acompaña, porque es un buen padre que está cerca de sus hijos aunque se equivoquen, pero la responsabilidad es humana.

PENSAR

En su homilía del Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco dijo:


“Comenzamos la Cuaresma recibiendo las cenizas: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. El polvo en la cabeza nos devuelve a la tierra, nos recuerda que procedemos de la tierra y que volveremos a la tierra. Es decir, somos débiles, frágiles, mortales. Somos polvo en el universo. Pero somos el polvo amado por Dios. Al Señor le complació recoger nuestro polvo en sus manos e infundirle su aliento de vida. Así que somos polvo precioso, destinado a vivir para siempre. El Señor nos anima: lo poco que somos tiene un valor infinito a sus ojos. Ánimo, nacimos para ser amados, nacimos para ser hijos de Dios” (26-II-2020).

ACTUAR

Oremos mucho al Señor, dueño de la vida y de la historia, que nos ilumine y nos fortalezca con su Espíritu, para volver a lo esencial: dejarnos amar por nuestro Padre Dios, amarlo a El sobre todas las cosas, amarnos unos a otros, evitando dañar a otros con nuestros males y nuestras imprudencias, ayudar a los enfermos, ancianos y más débiles, y acatar las indicaciones que nos vayan dando nuestras autoridades civiles y religiosas. Eso es lo que Dios nos pide en este momento. Y que la Virgen María, auxilio de afligidos y salud de enfermos, nos acompañe con su intercesión.


Obispo Emérito de SCLC

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