/ domingo 10 de mayo de 2020

Coronavirus: pandemia entre infomedia y alethofobia

México, en esta semana, tuvo entre los principales temas de discusión el puesto en la mesa de debate por el presidente de la República: la “infodemia”, el virus de las noticias falsas que afecta la convivencia social. Y sí, nadie puede dudar que un virus semejante pueda desatar grandes males. Sin embargo, hay un mal mayor, mucho más peligroso y que trasciende a la mentira. Es el del temor a la verdad, el miedo a la realidad, sea por llegar a conocerla o porque ésta sea develada. Es la alethofobia, que se agudiza cuanto más grande es la dimensión de lo que se oculta y que al ser de origen amigdalino, despierta nuestra irracionalidad y primitivismo, producto de la fragilidad y debilidad humanas, incentivando nuestra agresividad innata.

Su escalada comenzó hace algunos meses -teniendo como escenario los discursos oficiales de gobiernos como Estados Unidos, Brasil y México y permeando las redes sociales- agudizándose en las últimas semanas al fracturar gravemente las interrelaciones humanas en el peor de los momentos: el de la pandemia global del coronavirus, justo cuando más requiere la humanidad conocer la verdad. Y es que cuando un gobierno se resiste a admitir la gravedad de la situación por la que atraviesa su país, lejos de hacerle un bien a la Nación la daña y traiciona.

El manejo de la emergencia debe ser en apego a las mejores decisiones sanitarias, no a partir del egoísmo y avaricia políticos. La pandemia no es una contienda político-partidista, es una lucha de la humanidad contra un flagelo hasta ahora desconocido que aún nos reserva múltiples y aciagas sorpresas. Por eso lo último que podría hacer un dirigente es no escuchar a quien le cuestiona y advierte que hay otra verdad y realidad. ¿Por qué temer? Si están equivocadas, el tiempo lo confirmará, pero si tienen razón, el costo político será lo de menos ante la colosal tragedia económica y social que habrá de acontecer, sobre todo si ésta pudo ser paliada. Por ello mismo, ojalá muy pronto podamos confirmar que México efectivamente “domó” y “aplanó la curva” y que este 8 de mayo llegó al pico. De lo contrario, será terrible que la actual administración gubernamental, inconforme con la dura crítica a su manejo de la pandemia, haya desatendido las advertencias que anunciaban una realidad contraria, calificándolas de “tendenciosas”, “espurias”, “aviesas”, producto de una “prensa prostituida”, como se dijo deleznablemente este viernes, porque quien más habrá de perder es la Nación. No es el momento de la rivalidad política. Habrá tiempo.

Reprobar a priori es fácil y cómodo, sobre todo cuando se pone en duda la honestidad de los medios -aún extranjeros- que han sido críticos de la 4T como The New York Times: “Cifras ocultas: México desatiende ola de muertes en la capital”; The Wall Street Journal: “Los certificados de defunción apuntan a un número mucho mayor en México”; El País, al referir entre 620 y 730 mil el número de contagiados en México. Pero es además un acto irreflexivo y de suma irresponsabilidad el despreciar la opinión crítica de expertos como Laurie Ann Ximénez-Fyvie -destacada académica de la UNAM-, quien ha cuestionado puntualmente la estrategia oficial desplegada en el combate pandémico, tanto sobre el multi desautorizado modelo Centinela para esta pandemia, como las “bondades de la inmunidad de rebaño” y, ante todo, que el portavoz oficial en el combate haya desestimado reiteradamente el hecho de que México tenga uno de los índices más bajos de “testeo” en el mundo y aún así postule que “vamos bien”.

La ciencia se construye día a día. Nada ni nadie es infalible y solo el verdadero científico está abierto a la crítica. Por eso es condenable que el subsecretario Hugo López Gatell, a la pregunta de nuestra compañera de El Sol de México, haya encontrado la oportunidad de hacer escarnio de ella como artilugio distractor del verdadero fondo de la cuestión y así no responder. Olvida que quien exhibe se exhibe y él no solo evidenció su soberbia, también su alethefobia, porque más allá de las escaramuzas verbales, es deber de toda autoridad escuchar, reflexionar y atender los cuestionamientos, nacionales e internacionales, en torno a su toma de decisiones y fidedignidad de datos, máxime cuando de por medio está la salud y vida de los habitantes de una Nación. ¿Por qué temer al cuestionamiento? ¿Por qué la autovictimización? No más a la añeja incondicionalidad de un funcionario. Recordemos al insigne Eduardo Liceaga que no temió en escuchar a otros colegas y mucho menos enfrentar al poder federal y local cuando combatió drástica y rigurosamente a la peste bubónica en 1902-1903.

En esta guerra pandémica debe imperar la sensatez, el respeto a la disidencia, la unión de todos contra fobos y deimos. Si algo debe privar es el interés social, no el interés partidista ni el de quien está en el poder, pero solo lo lograremos si conocemos la realidad verdadera, aunque nos horroricemos.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

México, en esta semana, tuvo entre los principales temas de discusión el puesto en la mesa de debate por el presidente de la República: la “infodemia”, el virus de las noticias falsas que afecta la convivencia social. Y sí, nadie puede dudar que un virus semejante pueda desatar grandes males. Sin embargo, hay un mal mayor, mucho más peligroso y que trasciende a la mentira. Es el del temor a la verdad, el miedo a la realidad, sea por llegar a conocerla o porque ésta sea develada. Es la alethofobia, que se agudiza cuanto más grande es la dimensión de lo que se oculta y que al ser de origen amigdalino, despierta nuestra irracionalidad y primitivismo, producto de la fragilidad y debilidad humanas, incentivando nuestra agresividad innata.

Su escalada comenzó hace algunos meses -teniendo como escenario los discursos oficiales de gobiernos como Estados Unidos, Brasil y México y permeando las redes sociales- agudizándose en las últimas semanas al fracturar gravemente las interrelaciones humanas en el peor de los momentos: el de la pandemia global del coronavirus, justo cuando más requiere la humanidad conocer la verdad. Y es que cuando un gobierno se resiste a admitir la gravedad de la situación por la que atraviesa su país, lejos de hacerle un bien a la Nación la daña y traiciona.

El manejo de la emergencia debe ser en apego a las mejores decisiones sanitarias, no a partir del egoísmo y avaricia políticos. La pandemia no es una contienda político-partidista, es una lucha de la humanidad contra un flagelo hasta ahora desconocido que aún nos reserva múltiples y aciagas sorpresas. Por eso lo último que podría hacer un dirigente es no escuchar a quien le cuestiona y advierte que hay otra verdad y realidad. ¿Por qué temer? Si están equivocadas, el tiempo lo confirmará, pero si tienen razón, el costo político será lo de menos ante la colosal tragedia económica y social que habrá de acontecer, sobre todo si ésta pudo ser paliada. Por ello mismo, ojalá muy pronto podamos confirmar que México efectivamente “domó” y “aplanó la curva” y que este 8 de mayo llegó al pico. De lo contrario, será terrible que la actual administración gubernamental, inconforme con la dura crítica a su manejo de la pandemia, haya desatendido las advertencias que anunciaban una realidad contraria, calificándolas de “tendenciosas”, “espurias”, “aviesas”, producto de una “prensa prostituida”, como se dijo deleznablemente este viernes, porque quien más habrá de perder es la Nación. No es el momento de la rivalidad política. Habrá tiempo.

Reprobar a priori es fácil y cómodo, sobre todo cuando se pone en duda la honestidad de los medios -aún extranjeros- que han sido críticos de la 4T como The New York Times: “Cifras ocultas: México desatiende ola de muertes en la capital”; The Wall Street Journal: “Los certificados de defunción apuntan a un número mucho mayor en México”; El País, al referir entre 620 y 730 mil el número de contagiados en México. Pero es además un acto irreflexivo y de suma irresponsabilidad el despreciar la opinión crítica de expertos como Laurie Ann Ximénez-Fyvie -destacada académica de la UNAM-, quien ha cuestionado puntualmente la estrategia oficial desplegada en el combate pandémico, tanto sobre el multi desautorizado modelo Centinela para esta pandemia, como las “bondades de la inmunidad de rebaño” y, ante todo, que el portavoz oficial en el combate haya desestimado reiteradamente el hecho de que México tenga uno de los índices más bajos de “testeo” en el mundo y aún así postule que “vamos bien”.

La ciencia se construye día a día. Nada ni nadie es infalible y solo el verdadero científico está abierto a la crítica. Por eso es condenable que el subsecretario Hugo López Gatell, a la pregunta de nuestra compañera de El Sol de México, haya encontrado la oportunidad de hacer escarnio de ella como artilugio distractor del verdadero fondo de la cuestión y así no responder. Olvida que quien exhibe se exhibe y él no solo evidenció su soberbia, también su alethefobia, porque más allá de las escaramuzas verbales, es deber de toda autoridad escuchar, reflexionar y atender los cuestionamientos, nacionales e internacionales, en torno a su toma de decisiones y fidedignidad de datos, máxime cuando de por medio está la salud y vida de los habitantes de una Nación. ¿Por qué temer al cuestionamiento? ¿Por qué la autovictimización? No más a la añeja incondicionalidad de un funcionario. Recordemos al insigne Eduardo Liceaga que no temió en escuchar a otros colegas y mucho menos enfrentar al poder federal y local cuando combatió drástica y rigurosamente a la peste bubónica en 1902-1903.

En esta guerra pandémica debe imperar la sensatez, el respeto a la disidencia, la unión de todos contra fobos y deimos. Si algo debe privar es el interés social, no el interés partidista ni el de quien está en el poder, pero solo lo lograremos si conocemos la realidad verdadera, aunque nos horroricemos.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli