/ martes 14 de julio de 2020

Coronavirus y Deporte | ¿Cómo serán recordados los campeones esta temporada?

Acorralados por un calendario cada vez más apretado, las Ligas se han visto en la necesidad de reducir sus torneos. Aunque quisieran, no hay manera de acomodar tantos partidos en tan pocos días. El aficionado, que ya no se imagina qué esperar, no sabe si eso que siente es alegría o resignación, o las dos al mismo tiempo. El fanático del beisbol, por ejemplo, se vanagloriaba en su capacidad casi maratónica de resistir los 162 partidos que dura una temporada regular. Para quien no es un asiduo al Rey de los deportes, la cantidad resulta un exceso, pero para los verdaderos aficionados es todo un goce. El hecho de que la temporada 2020 sea apenas de 60 partidos supone un desilusión terrible, pero en todo caso es mejor eso a no tener nada.

La gran pregunta de los aficionados radica en el valor de los campeonatos. ¿Qué tanto mérito podrá tener un campeón que no jugará ni la mitad de los par- tidos que supone un año normal?

¿Le sabrá lo mismo a Hamilton su séptima corona conformada con un número considerablemente menor de carreras? ¿Cómo será recordado ese campeón que se llevó la gloria el año en el que todo se vino abajo?

Algo parecido pasará con la Champions League, que perderá su tradicional formato de ida y vuelta para pasar a un resolutivo trámite de enfrentamientos directos. Al final, el campeón tendrá su Orejona, quedará en los libros de la historia como el monarca de la temporada 2019-2020, los aficionados celebrarán el título, pero no faltará quien diga que es un campeonato a medias, y comenzarán las suposiciones sobre qué hubiera pasado si el coronavirus no hubiera llegado a nuestras vidas, y los equipos, esos que se aprovecharon de las circunstancias, se hubieran visto obligados a librar esas batallas en los estadios que más pesan en Europa.

Solemos pensar que los méritos deben de llegar después de una buena dosis de sufrimiento. Vemos mal los que llegan de pronto, como si fueran inmerecidos. En marzo, cuando Cruz Azul era líder hasta cierto punto indiscutible de la liga mexicana después de 10 jornadas, y algunos proponían declararlo campeón, la mayoría de los aficionados pusieron el grito en el cielo. No basta con ser el mejor, hay que serlo hasta el final.

Lo cierto es que a lo largo de la historia la brevedad de los torneos ha sido casi anecdótica con el paso de los años. Nadie, por ejemplo, se pone a pensar que Uruguay fue campeón del mundo en 1930 luego de disputar apenas cuatro partidos. Los charrúas tuvieron la fortuna de ganarlos todos y de paso asegurar su lugar en la lista de honor. Nadie cuestiona ahora lo mucho o poco que tuvo que ocurrir antes de levantar la copa en el mítico Centenario de Montevideo, tras vencer a la Argentina, que dicho sea de paso disputó un partido más, en una final inolvidable Ahorita, para ser Campeón del Mundo hay que jugar un total de 7 partidos. Los cuatro que en su tiempo ganó Uruguay apenas le representarían los Octavos de Final. Sí, esa frontera imposible en la que México se ha quedado los últimos siete Mundiales, condenado a la obsesión de un quinto juego.

Acorralados por un calendario cada vez más apretado, las Ligas se han visto en la necesidad de reducir sus torneos. Aunque quisieran, no hay manera de acomodar tantos partidos en tan pocos días. El aficionado, que ya no se imagina qué esperar, no sabe si eso que siente es alegría o resignación, o las dos al mismo tiempo. El fanático del beisbol, por ejemplo, se vanagloriaba en su capacidad casi maratónica de resistir los 162 partidos que dura una temporada regular. Para quien no es un asiduo al Rey de los deportes, la cantidad resulta un exceso, pero para los verdaderos aficionados es todo un goce. El hecho de que la temporada 2020 sea apenas de 60 partidos supone un desilusión terrible, pero en todo caso es mejor eso a no tener nada.

La gran pregunta de los aficionados radica en el valor de los campeonatos. ¿Qué tanto mérito podrá tener un campeón que no jugará ni la mitad de los par- tidos que supone un año normal?

¿Le sabrá lo mismo a Hamilton su séptima corona conformada con un número considerablemente menor de carreras? ¿Cómo será recordado ese campeón que se llevó la gloria el año en el que todo se vino abajo?

Algo parecido pasará con la Champions League, que perderá su tradicional formato de ida y vuelta para pasar a un resolutivo trámite de enfrentamientos directos. Al final, el campeón tendrá su Orejona, quedará en los libros de la historia como el monarca de la temporada 2019-2020, los aficionados celebrarán el título, pero no faltará quien diga que es un campeonato a medias, y comenzarán las suposiciones sobre qué hubiera pasado si el coronavirus no hubiera llegado a nuestras vidas, y los equipos, esos que se aprovecharon de las circunstancias, se hubieran visto obligados a librar esas batallas en los estadios que más pesan en Europa.

Solemos pensar que los méritos deben de llegar después de una buena dosis de sufrimiento. Vemos mal los que llegan de pronto, como si fueran inmerecidos. En marzo, cuando Cruz Azul era líder hasta cierto punto indiscutible de la liga mexicana después de 10 jornadas, y algunos proponían declararlo campeón, la mayoría de los aficionados pusieron el grito en el cielo. No basta con ser el mejor, hay que serlo hasta el final.

Lo cierto es que a lo largo de la historia la brevedad de los torneos ha sido casi anecdótica con el paso de los años. Nadie, por ejemplo, se pone a pensar que Uruguay fue campeón del mundo en 1930 luego de disputar apenas cuatro partidos. Los charrúas tuvieron la fortuna de ganarlos todos y de paso asegurar su lugar en la lista de honor. Nadie cuestiona ahora lo mucho o poco que tuvo que ocurrir antes de levantar la copa en el mítico Centenario de Montevideo, tras vencer a la Argentina, que dicho sea de paso disputó un partido más, en una final inolvidable Ahorita, para ser Campeón del Mundo hay que jugar un total de 7 partidos. Los cuatro que en su tiempo ganó Uruguay apenas le representarían los Octavos de Final. Sí, esa frontera imposible en la que México se ha quedado los últimos siete Mundiales, condenado a la obsesión de un quinto juego.