/ martes 7 de julio de 2020

Coronavirus y Deporte | Qué suerte tienen los Jefes de Kansas City

La vida tiene sus cosas curiosas, fue lo primero que pensé al enterarme que Patrick Mahomes firmará un contrato por los próximos 10 años con los Jefes de Kansas City por más de 400 millones de dólares. El pensamiento, por supuesto, no vino por el hecho de que sea Patrick Mahomes quien imponga semejante valor a un contrato, porque su talento está fuera de toda duda y porque estoy convencido de que sólo él era capaz de lograr algo así. La curiosidad viene de otro lado, algo mucho más interno, más mío, y que gira en torno al tiempo. Hay que aclarar que apenas minutos antes de leer la noticia yo había tenido una conversación en la que discutía vagamente sobre la pertinencia de volver a las actividades, sobre todo con lo complicado que está el mundo por estos días.

Hablamos de varias cosas, de mis inquietudes, de cuándo es demasiado pronto, de cuándo será demasiado tarde, pero sobre todo hablamos de la sensación asfixiante de no tener nada seguro, como si el calendario de un momento a otro se habría quedado sin sus límites naturales y todo fuera un tiempo indeterminado, porque en realidad no sabemos qué es lo que pasará en los próximos días, mucho menos tenemos idea de qué ocurrirá en los próximos meses, y ya no digamos en los siguientes años. Qué suerte tienen los Jefes, pensé inmediatamente después, porque aunque el mundo se caiga todos los días a pedazos, ellos ya tienen un quarterback para toda una década, y en el futbol americano no hay nada más reconfortante que tener ese problema resuelto.

El contrato de Mahomes es una provocación para pensar en el futuro, lo cual siempre se agradece. La pregunta obligada encuentra su sentido en la duda legítima de pensar, o más bien especular en los Super Bowls que ganará el mariscal de campo en los próximos 10 años, y si será capaz de acercarse al legado que deja Tom Brady, con seis anillos que hasta hace dos años parecían irremontables, y puede que aún lo sean, pero con Mahomes nunca se sabe.

Los Jefes se han librado del problema de buscar un quarterback que les resuelva el futuro, pero a cambio se han metido en terrenos peligrosos, sobre todo porque tendrán que encontrar la forma de armar un equipo competitivo para Mahomes con el presupuesto que les queda. Si las cosas le salen bien a Kansas City, estamos frente al comienzo de la nueva dinastía de la NFL, aunque en las dinastías, como ya se sabe, el tiempo suele ser caprichoso.

El tiempo. Qué de cosas pueden pasar en los próximos 10 años. Cuántas cosas pueden cambiar en el mundo, sobre todo ahora, que descubrimos lo vulnerables que somos.

No son muchos los contratos tan largos en la historia de la Liga, y los que hay no han terminado de la mejor manera. Por ejemplo, en el 2001, los Patriotas firmaron por 10 años a Drew Bledsoe, sin imaginar que apenas unos partidos después una lesión le abriría el camino a Tom Brady, como un futuro que se impuso a cualquier azar. La historia de Patrick Mahomes, sin embargo, parece contar con la fortaleza de su espíritu. Resulta difícil imaginar que algo pudiera salir mal en los próximos años.

La vida tiene sus cosas curiosas, fue lo primero que pensé al enterarme que Patrick Mahomes firmará un contrato por los próximos 10 años con los Jefes de Kansas City por más de 400 millones de dólares. El pensamiento, por supuesto, no vino por el hecho de que sea Patrick Mahomes quien imponga semejante valor a un contrato, porque su talento está fuera de toda duda y porque estoy convencido de que sólo él era capaz de lograr algo así. La curiosidad viene de otro lado, algo mucho más interno, más mío, y que gira en torno al tiempo. Hay que aclarar que apenas minutos antes de leer la noticia yo había tenido una conversación en la que discutía vagamente sobre la pertinencia de volver a las actividades, sobre todo con lo complicado que está el mundo por estos días.

Hablamos de varias cosas, de mis inquietudes, de cuándo es demasiado pronto, de cuándo será demasiado tarde, pero sobre todo hablamos de la sensación asfixiante de no tener nada seguro, como si el calendario de un momento a otro se habría quedado sin sus límites naturales y todo fuera un tiempo indeterminado, porque en realidad no sabemos qué es lo que pasará en los próximos días, mucho menos tenemos idea de qué ocurrirá en los próximos meses, y ya no digamos en los siguientes años. Qué suerte tienen los Jefes, pensé inmediatamente después, porque aunque el mundo se caiga todos los días a pedazos, ellos ya tienen un quarterback para toda una década, y en el futbol americano no hay nada más reconfortante que tener ese problema resuelto.

El contrato de Mahomes es una provocación para pensar en el futuro, lo cual siempre se agradece. La pregunta obligada encuentra su sentido en la duda legítima de pensar, o más bien especular en los Super Bowls que ganará el mariscal de campo en los próximos 10 años, y si será capaz de acercarse al legado que deja Tom Brady, con seis anillos que hasta hace dos años parecían irremontables, y puede que aún lo sean, pero con Mahomes nunca se sabe.

Los Jefes se han librado del problema de buscar un quarterback que les resuelva el futuro, pero a cambio se han metido en terrenos peligrosos, sobre todo porque tendrán que encontrar la forma de armar un equipo competitivo para Mahomes con el presupuesto que les queda. Si las cosas le salen bien a Kansas City, estamos frente al comienzo de la nueva dinastía de la NFL, aunque en las dinastías, como ya se sabe, el tiempo suele ser caprichoso.

El tiempo. Qué de cosas pueden pasar en los próximos 10 años. Cuántas cosas pueden cambiar en el mundo, sobre todo ahora, que descubrimos lo vulnerables que somos.

No son muchos los contratos tan largos en la historia de la Liga, y los que hay no han terminado de la mejor manera. Por ejemplo, en el 2001, los Patriotas firmaron por 10 años a Drew Bledsoe, sin imaginar que apenas unos partidos después una lesión le abriría el camino a Tom Brady, como un futuro que se impuso a cualquier azar. La historia de Patrick Mahomes, sin embargo, parece contar con la fortaleza de su espíritu. Resulta difícil imaginar que algo pudiera salir mal en los próximos años.