/ viernes 28 de agosto de 2020

¿Corrupción también en países desarrollados?

Por: Michelle Kawa


La investigación sobre la corrupción y cómo combatirla ha aumentado enormemente en los últimos 25 años. Existen varios autores que han estudiado los efectos negativos de la corrupción en sociedades específicas, abordando el tema desde sus causas, formas e implicaciones, y han analizado los mecanismos de anticorrupción y formas de minimizar su daño. En este entorno, autores como Alina Mungiu-Pippidi se preguntan: ¿por qué algunas sociedades logran controlar la corrupción, manifestándose sólo ocasionalmente, como excepción, mientras que en otras no se logra erradicarla y siguen siendo sistémicamente corruptas?

Gran parte de la literatura existente se concentra en sus causas y consecuencias en los países en vías de desarrollo, donde la corrupción es un problema sistémico. En estos países, los daños de la corrupción tienden a centrarse en el ámbito económico y sus implicaciones. Por ejemplo, dado que la corrupción tiene un efecto negativo en el dinero total que los gobiernos tienen que gastar, gastan menos en servicios básicos, lo que provoca menor crecimiento y estancamiento económico. La corrupción también tiene un efecto adverso sobre la inversión privada y la ayuda extranjera ya que, en países con problemas de corrupción arraigada y falta de transparencia, es menos probable que las empresas extranjeras inviertan, o que países y/u organizaciones quieran dar sumas importantes de dinero en forma de ayuda.

Sin embargo, Michael Jonston disiente con Mungiu-Pippidi en el sentido de que no hay países donde la corrupción solo se presenta ocasionalmente, sino que sostiene que la corrupción se manifiesta de diferentes maneras. Sugiere nuevas formas de categorizar la corrupción con el fin de explicar diferentes circunstancias, teniendo en cuenta el tipo de sociedad, el contexto político y las oportunidades económicas de cada lugar. Por ejemplo, en los países desarrollados, la corrupción daña el ejercicio democrático porque desencadena un declive en la confianza de sus instituciones democráticas y también aumenta la apatía de los votantes.

Los problemas de corrupción no sólo dañan las esferas económicas y/o democráticas de un país, sino que también tienen un efecto negativo en los factores que integran a una sociedad y construyen paz. Debemos replantearnos la manera en la que conceptualizamos la corrupción, dejar de pensar que el Estado Nación es la única unidad de análisis y que la corrupción solo está presente en países en vías de desarrollo, y por último, tener una mejor comprensión de cómo operan las diferentes formas de corrupción en la práctica y en entornos específicos.

Por: Michelle Kawa


La investigación sobre la corrupción y cómo combatirla ha aumentado enormemente en los últimos 25 años. Existen varios autores que han estudiado los efectos negativos de la corrupción en sociedades específicas, abordando el tema desde sus causas, formas e implicaciones, y han analizado los mecanismos de anticorrupción y formas de minimizar su daño. En este entorno, autores como Alina Mungiu-Pippidi se preguntan: ¿por qué algunas sociedades logran controlar la corrupción, manifestándose sólo ocasionalmente, como excepción, mientras que en otras no se logra erradicarla y siguen siendo sistémicamente corruptas?

Gran parte de la literatura existente se concentra en sus causas y consecuencias en los países en vías de desarrollo, donde la corrupción es un problema sistémico. En estos países, los daños de la corrupción tienden a centrarse en el ámbito económico y sus implicaciones. Por ejemplo, dado que la corrupción tiene un efecto negativo en el dinero total que los gobiernos tienen que gastar, gastan menos en servicios básicos, lo que provoca menor crecimiento y estancamiento económico. La corrupción también tiene un efecto adverso sobre la inversión privada y la ayuda extranjera ya que, en países con problemas de corrupción arraigada y falta de transparencia, es menos probable que las empresas extranjeras inviertan, o que países y/u organizaciones quieran dar sumas importantes de dinero en forma de ayuda.

Sin embargo, Michael Jonston disiente con Mungiu-Pippidi en el sentido de que no hay países donde la corrupción solo se presenta ocasionalmente, sino que sostiene que la corrupción se manifiesta de diferentes maneras. Sugiere nuevas formas de categorizar la corrupción con el fin de explicar diferentes circunstancias, teniendo en cuenta el tipo de sociedad, el contexto político y las oportunidades económicas de cada lugar. Por ejemplo, en los países desarrollados, la corrupción daña el ejercicio democrático porque desencadena un declive en la confianza de sus instituciones democráticas y también aumenta la apatía de los votantes.

Los problemas de corrupción no sólo dañan las esferas económicas y/o democráticas de un país, sino que también tienen un efecto negativo en los factores que integran a una sociedad y construyen paz. Debemos replantearnos la manera en la que conceptualizamos la corrupción, dejar de pensar que el Estado Nación es la única unidad de análisis y que la corrupción solo está presente en países en vías de desarrollo, y por último, tener una mejor comprensión de cómo operan las diferentes formas de corrupción en la práctica y en entornos específicos.