/ domingo 17 de mayo de 2020

Covid-19: la proyección del resentimiento

“Así no se rehace un país tan castigado como el nuestro”.

Miguel de Unamuno


“No podía dar crédito a lo que estaba viendo y viviendo en aquellos días desde que estalló la guerra. No había intención de salvar a nadie, de recuperar la esencia de la Patria, de reconstruir nada. Lo único que vi por todas partes era sed de venganza, violencia, ajustes de cuentas, rapiña… Así no se rehace un país tan castigado como el nuestro”, sentenció Miguel de Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca de la que era rector, el 12 de octubre de 1936.

Ochenta y cuatro años han transcurrido desde entonces pero al leerlo y evocarlo, si alguna certeza queda es que sus palabras siguen vigentes, trágicamente palpitantes, describiendo una realidad que parece no ser otra que aquella misma.

Y es que la aparición y dispersión global del Covid-19 en nuestro planeta ha sido devastadora porque, más allá de sus costos materiales, su impacto humano está siendo demoledor: no solo ha enfermado el cuerpo físico de millones de personas (hasta hoy el de casi cinco millones según cálculos oficiales). Ha carcomido sobre todo el ámbito anímico de un importante sector de la humanidad al convertirse en detonante de múltiples pasiones, siendo la más evidente y lacerante de todas, el resentimiento. Pasión temible, “obscura” según Julio Caro Baroja, porque a juicio del propio Unamuno y de Gregorio Marañón, deviene aún más grave que todos los pecados juntos, pues al incoarse en la psique del ser humano, lo envenena y su veneno se extiende, inmisericorde, contagiando a los demás, pues al ser el re-sentimiento un volver a sentir el dolor o enojo atrapados en el tiempo, al despertar y escalarse esta remembranza se transforma en rencor.

Sí, si algo se percibe hoy en día en el espacio social es el resentimiento y rencor, lo mismo en la casa que en la calle, trabajo, transporte, redes sociales, medios de comunicación que entre quienes detentan el poder en todos los niveles. No porque antes no existieran, pervivían soterrados, pero el advenimiento de la crisis pandémica coronavírica fue catalizador que los hizo despertar de su letargo con todo furor e ir en aumento. Lejos de reducirse se están acrecentando como pocas veces a lo largo de nuestra historia a través de actitudes y frases paranoicas y delirantes, cargadas de odio y deseos de venganza, en especial contra todo aquel otro que no piensa como yo y que puede poner en peligro mi integridad. Nada más tangible que la ola generalizada de agresiones que no cede contra el personal sanitario, contagiados y aún de todo aquel sospechoso de tener el nuevo virus.

Sin embargo, de todas las actitudes, la más deletérea por los alcances que puede tener, es la que gesta y promueve desde el seno del poder la desunión comunitaria al sembrar el encono y la ira al interior de la sociedad, en particular contra determinados sectores o instituciones, solo porque no comparten mi mismo credo y/o porque se busca mantener vivos -anacrónicamente y sin el menor ánimo de superar y menos perdonar- viejas afrentas y antiguos odios, favoreciendo la proyección en algún otro de la aversión contra aquello que me ha dañado o que me ha hecho sentir inferior. ¿Importa acaso el respeto a los derechos humanos, comenzando por la libertad de pensamiento y la no discriminación, la dignidad del otro, aún si es mi opositor ideológico? En lo absoluto.

\u0009Al resentimiento lo introdujo Nietzsche en la filosofía, pero fue Max Scheler quien nos hizo ver que él es la consecuencia de la autointoxicación que procede del envenenamiento íntimo de quien se siente por alguna razón ofendido, maltratado y no puede desahogarse. Lo que tal vez nos explique el por qué hoy el resentimiento y el rencor privan en amplios sectores de la sociedad, no solo mexicana sino mundial: la guerra que la humanidad enfrenta contra un enemigo nuevo, agresivo y lesivo, como es el Covid-19, despertó en amplios sectores y personajes singulares toda una gama de sentimientos, entre ellos la inseguridad y el pánico, pero también resentimientos y rencores enquistados que lejos de buscar remedio, lo único que persiguen es hacerse explícitos y encontrar en qué o en quién descargar la furia añeja contenida, sea persona, institución, gremio (médicos, ingenieros, periodistas, “fifís”, etc.) o las propias redes sociales.

Comencé transcribiendo un fragmento del último ensayo de Unamuno. No podría menos que tener el honor de concluir con él: “El hombre, en su finitud existencial, es un ser lanzado al teatro del mundo, situado en la tragicomedia del existir. Con paso vacilante se mueve entre la luz del ser y las tinieblas de la nada. Caminando angustiado entre la niebla de su existencia, se pregunta si todo no será más que un sueño. Y en ese sueño probable, el único lujo que se puede permitir es el de ser auténtico y sincero consigo mismo y con los demás. Porque de razones vive el hombre, de sueños sobrevive y de honradez perdura en la memoria de los demás”.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli


“Así no se rehace un país tan castigado como el nuestro”.

Miguel de Unamuno


“No podía dar crédito a lo que estaba viendo y viviendo en aquellos días desde que estalló la guerra. No había intención de salvar a nadie, de recuperar la esencia de la Patria, de reconstruir nada. Lo único que vi por todas partes era sed de venganza, violencia, ajustes de cuentas, rapiña… Así no se rehace un país tan castigado como el nuestro”, sentenció Miguel de Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca de la que era rector, el 12 de octubre de 1936.

Ochenta y cuatro años han transcurrido desde entonces pero al leerlo y evocarlo, si alguna certeza queda es que sus palabras siguen vigentes, trágicamente palpitantes, describiendo una realidad que parece no ser otra que aquella misma.

Y es que la aparición y dispersión global del Covid-19 en nuestro planeta ha sido devastadora porque, más allá de sus costos materiales, su impacto humano está siendo demoledor: no solo ha enfermado el cuerpo físico de millones de personas (hasta hoy el de casi cinco millones según cálculos oficiales). Ha carcomido sobre todo el ámbito anímico de un importante sector de la humanidad al convertirse en detonante de múltiples pasiones, siendo la más evidente y lacerante de todas, el resentimiento. Pasión temible, “obscura” según Julio Caro Baroja, porque a juicio del propio Unamuno y de Gregorio Marañón, deviene aún más grave que todos los pecados juntos, pues al incoarse en la psique del ser humano, lo envenena y su veneno se extiende, inmisericorde, contagiando a los demás, pues al ser el re-sentimiento un volver a sentir el dolor o enojo atrapados en el tiempo, al despertar y escalarse esta remembranza se transforma en rencor.

Sí, si algo se percibe hoy en día en el espacio social es el resentimiento y rencor, lo mismo en la casa que en la calle, trabajo, transporte, redes sociales, medios de comunicación que entre quienes detentan el poder en todos los niveles. No porque antes no existieran, pervivían soterrados, pero el advenimiento de la crisis pandémica coronavírica fue catalizador que los hizo despertar de su letargo con todo furor e ir en aumento. Lejos de reducirse se están acrecentando como pocas veces a lo largo de nuestra historia a través de actitudes y frases paranoicas y delirantes, cargadas de odio y deseos de venganza, en especial contra todo aquel otro que no piensa como yo y que puede poner en peligro mi integridad. Nada más tangible que la ola generalizada de agresiones que no cede contra el personal sanitario, contagiados y aún de todo aquel sospechoso de tener el nuevo virus.

Sin embargo, de todas las actitudes, la más deletérea por los alcances que puede tener, es la que gesta y promueve desde el seno del poder la desunión comunitaria al sembrar el encono y la ira al interior de la sociedad, en particular contra determinados sectores o instituciones, solo porque no comparten mi mismo credo y/o porque se busca mantener vivos -anacrónicamente y sin el menor ánimo de superar y menos perdonar- viejas afrentas y antiguos odios, favoreciendo la proyección en algún otro de la aversión contra aquello que me ha dañado o que me ha hecho sentir inferior. ¿Importa acaso el respeto a los derechos humanos, comenzando por la libertad de pensamiento y la no discriminación, la dignidad del otro, aún si es mi opositor ideológico? En lo absoluto.

\u0009Al resentimiento lo introdujo Nietzsche en la filosofía, pero fue Max Scheler quien nos hizo ver que él es la consecuencia de la autointoxicación que procede del envenenamiento íntimo de quien se siente por alguna razón ofendido, maltratado y no puede desahogarse. Lo que tal vez nos explique el por qué hoy el resentimiento y el rencor privan en amplios sectores de la sociedad, no solo mexicana sino mundial: la guerra que la humanidad enfrenta contra un enemigo nuevo, agresivo y lesivo, como es el Covid-19, despertó en amplios sectores y personajes singulares toda una gama de sentimientos, entre ellos la inseguridad y el pánico, pero también resentimientos y rencores enquistados que lejos de buscar remedio, lo único que persiguen es hacerse explícitos y encontrar en qué o en quién descargar la furia añeja contenida, sea persona, institución, gremio (médicos, ingenieros, periodistas, “fifís”, etc.) o las propias redes sociales.

Comencé transcribiendo un fragmento del último ensayo de Unamuno. No podría menos que tener el honor de concluir con él: “El hombre, en su finitud existencial, es un ser lanzado al teatro del mundo, situado en la tragicomedia del existir. Con paso vacilante se mueve entre la luz del ser y las tinieblas de la nada. Caminando angustiado entre la niebla de su existencia, se pregunta si todo no será más que un sueño. Y en ese sueño probable, el único lujo que se puede permitir es el de ser auténtico y sincero consigo mismo y con los demás. Porque de razones vive el hombre, de sueños sobrevive y de honradez perdura en la memoria de los demás”.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli