/ miércoles 12 de septiembre de 2018

Crear moneda de aceptación universal

Un delicado error estratégico de Donald Trump es que ha desatado demasiadas guerras en múltiples frentes durante su todavía breve periodo de gobierno. Está violando en forma flagrante las diversas advertencias sobre lo inconveniente que resulta el abrir en forma simultánea muchos frentes de batalla. El talentoso maestro de las estrategias de administración, el célebre Peter Drucker, publicó en 1993 un difundido ensayo titulado “Seis reglas para presidentes”. Ahí expone que “Concentrarse, no desperdigarse a sí mismo es la segunda regla” que debieran observar para alcanzar una presidencia exitosa.

Lo que estamos presenciando es que el presidente Trump está haciendo todo lo posible por desafiar esa estratégica regla y abre frentes de combate por todos los flancos posibles de manera indiscriminada. Algunos de tales frentes son de carácter político, otros de carácter comercial y algunos terminan por mezclar ambos elementos. Decidió romper el acuerdo de limitación de armas nucleares que tenían algunas potencias europeas y EUA con la República Islámica de Irán, lo cual provocó el repudio a su comportamiento por parte de todos los integrantes del convenio y a lo que el presidente del Consejo Europeo, su tocayo Donald Tusk, definió con diplomática suavidad como “una firmeza caprichosa”, pero remachó: “Con amigos así, no hace falta tener enemigos”. Esta decisión trumpiana corre además el riesgo de agudizar el conflicto en la ensangrentada Siria de Bashar al Assad.

Tenemos por supuesto los frentes de guerra comercial que el vesánico mandatario estadounidense ha decidido abrir contra múltiples países del mundo: contra China, el segundo lugar mundial en cuanto a monto del PIB, sólo detrás de EUA, la Unión Europea (UE), el mercado con más elevado poder de compra, contra sus dos socios en el TLCAN, Canadá y México y contra otros varios países con los que ha emprendido una considerable alza de aranceles, que se inició con el acero y al aluminio pero que está en serio riesgo de desatar una espiral ascendente de represalias comerciales que terminaría dañando a toda la comunidad mundial.

Creo importante destacar aquí el aparentemente menor conflicto con la Turquía del autócrata Recep Tayyip Erdogan, pero es tan sólo menor en apariencia porque pudiera convertirse en el germen, aun cuando todavía incipiente, de una transformación que pudiera terminar por dar al traste con el aún vigente poder excesivo e injustificado del dólar estadounidense sobre los mercados internacionales.

A raíz de que Erdogan se negó a liberar al religioso estadounidense Andrew Brunson, acusado de terrorismo y espionaje, se agudizó el conflicto entre ambos países y el mandatario turco está promoviendo con gran entusiasmo lanzar una “Guerra santa contra el dólar”. Ha encontrado muy favorable eco en China, Rusia, Irán e Irak. El problema es que acordaron utilizar en sus intercambios comerciales sus propias monedas, lo que muy difícilmente puede ser una solución de fondo y extensiva al resto del mundo. Pero sí puede ser el catalizador que impulse a todos los países a acordar la creación de una sólida moneda de aceptación universal que reemplace al dólar y a otras monedas que hoy gozan de disfuncionales privilegios.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell


Un delicado error estratégico de Donald Trump es que ha desatado demasiadas guerras en múltiples frentes durante su todavía breve periodo de gobierno. Está violando en forma flagrante las diversas advertencias sobre lo inconveniente que resulta el abrir en forma simultánea muchos frentes de batalla. El talentoso maestro de las estrategias de administración, el célebre Peter Drucker, publicó en 1993 un difundido ensayo titulado “Seis reglas para presidentes”. Ahí expone que “Concentrarse, no desperdigarse a sí mismo es la segunda regla” que debieran observar para alcanzar una presidencia exitosa.

Lo que estamos presenciando es que el presidente Trump está haciendo todo lo posible por desafiar esa estratégica regla y abre frentes de combate por todos los flancos posibles de manera indiscriminada. Algunos de tales frentes son de carácter político, otros de carácter comercial y algunos terminan por mezclar ambos elementos. Decidió romper el acuerdo de limitación de armas nucleares que tenían algunas potencias europeas y EUA con la República Islámica de Irán, lo cual provocó el repudio a su comportamiento por parte de todos los integrantes del convenio y a lo que el presidente del Consejo Europeo, su tocayo Donald Tusk, definió con diplomática suavidad como “una firmeza caprichosa”, pero remachó: “Con amigos así, no hace falta tener enemigos”. Esta decisión trumpiana corre además el riesgo de agudizar el conflicto en la ensangrentada Siria de Bashar al Assad.

Tenemos por supuesto los frentes de guerra comercial que el vesánico mandatario estadounidense ha decidido abrir contra múltiples países del mundo: contra China, el segundo lugar mundial en cuanto a monto del PIB, sólo detrás de EUA, la Unión Europea (UE), el mercado con más elevado poder de compra, contra sus dos socios en el TLCAN, Canadá y México y contra otros varios países con los que ha emprendido una considerable alza de aranceles, que se inició con el acero y al aluminio pero que está en serio riesgo de desatar una espiral ascendente de represalias comerciales que terminaría dañando a toda la comunidad mundial.

Creo importante destacar aquí el aparentemente menor conflicto con la Turquía del autócrata Recep Tayyip Erdogan, pero es tan sólo menor en apariencia porque pudiera convertirse en el germen, aun cuando todavía incipiente, de una transformación que pudiera terminar por dar al traste con el aún vigente poder excesivo e injustificado del dólar estadounidense sobre los mercados internacionales.

A raíz de que Erdogan se negó a liberar al religioso estadounidense Andrew Brunson, acusado de terrorismo y espionaje, se agudizó el conflicto entre ambos países y el mandatario turco está promoviendo con gran entusiasmo lanzar una “Guerra santa contra el dólar”. Ha encontrado muy favorable eco en China, Rusia, Irán e Irak. El problema es que acordaron utilizar en sus intercambios comerciales sus propias monedas, lo que muy difícilmente puede ser una solución de fondo y extensiva al resto del mundo. Pero sí puede ser el catalizador que impulse a todos los países a acordar la creación de una sólida moneda de aceptación universal que reemplace al dólar y a otras monedas que hoy gozan de disfuncionales privilegios.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell