/ martes 27 de agosto de 2019

Crecimiento y desarrollo (I)

El Presidente López Obrador ha insistido durante las conferencias matutinas en la necesidad de distinguir entre crecimiento y desarrollo, distinción que requiere un análisis serio y sin desviaciones ideológicas que hagan prevalecer los números fríos del crecimiento del PIB y generen una polémica inútil si no se precisan los modelos sobre los cuales se realizan las comparaciones de los indicadores empleados y lo que se pretende medir con ellos.

Discutir sobre la variación de una décima de punto porcentual en cuanto a si el crecimiento fue de .1% o simplemente se mantuvo la producción nacional sin aumento durante un determinado periodo del presente año, no refleja las condiciones a las cuales hay que atender en razón de la necesidad de corregir problemas estructurales de la economía mexicana, el primero de los cuales es la enorme desigualdad que impera entre un pequeño grupo que concentra escandalosamente la riqueza, mientras hay millones de mexicanos hundidos en la pobreza.

De ahí que no sea desechable, por ningún motivo, la referencia a la distinción que efectúa el Presidente de la República, para entender cuál es el verdadero propósito que debe tener a la vista el gobierno como prioridad en cuanto a los efectos de la economía en la prosperidad de la sociedad mexicana.

Para este efecto, sí es conveniente tener en cuenta que el crecimiento de la economía refleja un dato estrictamente cuantitativo respecto del aumento de la producción de bienes y servicios de un país en un periodo determinado, con relación a lo ocurrido en otro periodo con el cual se le compara. En ese sentido, por supuesto que es importante que crezca la economía porque implica un aumento de la riqueza producida por una sociedad; pero esto no significa que aumente el nivel de vida generalizado en la República, porque si ese crecimiento se concentra solo en una capa muy reducida, no hay verdadero desarrollo, el cual se mide con otros indicadores, de manera que incrementar la riqueza no significa mejorar las condiciones generales de bienestar social.

Por ello es importante no atarnos a criterios derivados de una concepción estrictamente neoliberal, que miden solo una parte de la realidad. Además, debe tenerse presente que hay una gran cantidad de índices que igual sirven para un barrido que para un fregado, y prueba de ello es la existencia de parámetros diferentes para la medición del mero crecimiento económico. Para ciertos efectos podemos acudir a la medición del PIB en términos nominales por virtud de la cual se compara la cantidad de bienes y servicios producidos en un año por una economía nacional medida en dólares estadounidenses, y eso da por resultado una tabla en la que los países que se colocan en la parte superior son los siguientes: 1. Estados Unidos; 2.China; 3. Japón; 4. Alemania, y 5. India. En esa lista México ocupa el 15º lugar. Empero, existe otra gradación que se denomina Producto Interno Bruto por PPA, que significa: “Por Poder Adquisitivo”.

En este método se toma en cuenta el valor de la producción de un país en un año, medido en términos del poder adquisitivo local, y consiste en comparar el precio de una canasta de bienes y servicios en una economía y lo que vale dicha canasta en otra nación. El punto de referencia es el precio de tal canasta en EE. UU. Así, por ejemplo, si en un país se compra con 50 dólares, lo mismo que en Estados Unidos cuesta 100, entonces la primera de estas economías tiene un PIB del doble del que nominalmente se asigna a la Unión Americana. La diferencia entre estos indicadores produce importantes cambios al grado de que China pasa a ocupar el primer puesto seguida, por EE. UU., India, Japón y Alemania en ese orden. En este ranking México pasa al sitio número 11. Los datos que sirven de base para estar referencias provienen del Fondo Monetario Internacional y corresponden a 2019.

A partir de lo expuesto observamos que la economía mexicana, aun suponiendo que no tenga crecimiento durante un determinado lapso, se encuentra entre las más poderosas del mundo, pero dicho poder ¿significa realmente desarrollo en el sentido de la satisfacción de necesidades de la mayoría de la población? Evidentemente no es así, porque si acudimos a otro índice que mide efectivamente tal atención de necesidades generales, denominado Índice de Desarrollo Humano, aplicado por la ONU, resulta que México ocupa el lugar 74 en el mundo y ello refleja una enorme disparidad entre la potencialidad económica del país y la satisfacción de las necesidades básicas de su pueblo.

El crecimiento del PIB y el indicador llamado PIB per cápita no dan cuenta del auténtico desarrollo medido en términos de la atención, por ejemplo, a la salud y la educación de la gente. Tal PIB per cápita realiza una distribución artificial de la capacidad adquisitiva de la población al dividir dicho producto entre los habitantes, sin tomar en cuenta que la riqueza generada se concentra en pocas manos.

eduardoandrade1948@gmail.com

El Presidente López Obrador ha insistido durante las conferencias matutinas en la necesidad de distinguir entre crecimiento y desarrollo, distinción que requiere un análisis serio y sin desviaciones ideológicas que hagan prevalecer los números fríos del crecimiento del PIB y generen una polémica inútil si no se precisan los modelos sobre los cuales se realizan las comparaciones de los indicadores empleados y lo que se pretende medir con ellos.

Discutir sobre la variación de una décima de punto porcentual en cuanto a si el crecimiento fue de .1% o simplemente se mantuvo la producción nacional sin aumento durante un determinado periodo del presente año, no refleja las condiciones a las cuales hay que atender en razón de la necesidad de corregir problemas estructurales de la economía mexicana, el primero de los cuales es la enorme desigualdad que impera entre un pequeño grupo que concentra escandalosamente la riqueza, mientras hay millones de mexicanos hundidos en la pobreza.

De ahí que no sea desechable, por ningún motivo, la referencia a la distinción que efectúa el Presidente de la República, para entender cuál es el verdadero propósito que debe tener a la vista el gobierno como prioridad en cuanto a los efectos de la economía en la prosperidad de la sociedad mexicana.

Para este efecto, sí es conveniente tener en cuenta que el crecimiento de la economía refleja un dato estrictamente cuantitativo respecto del aumento de la producción de bienes y servicios de un país en un periodo determinado, con relación a lo ocurrido en otro periodo con el cual se le compara. En ese sentido, por supuesto que es importante que crezca la economía porque implica un aumento de la riqueza producida por una sociedad; pero esto no significa que aumente el nivel de vida generalizado en la República, porque si ese crecimiento se concentra solo en una capa muy reducida, no hay verdadero desarrollo, el cual se mide con otros indicadores, de manera que incrementar la riqueza no significa mejorar las condiciones generales de bienestar social.

Por ello es importante no atarnos a criterios derivados de una concepción estrictamente neoliberal, que miden solo una parte de la realidad. Además, debe tenerse presente que hay una gran cantidad de índices que igual sirven para un barrido que para un fregado, y prueba de ello es la existencia de parámetros diferentes para la medición del mero crecimiento económico. Para ciertos efectos podemos acudir a la medición del PIB en términos nominales por virtud de la cual se compara la cantidad de bienes y servicios producidos en un año por una economía nacional medida en dólares estadounidenses, y eso da por resultado una tabla en la que los países que se colocan en la parte superior son los siguientes: 1. Estados Unidos; 2.China; 3. Japón; 4. Alemania, y 5. India. En esa lista México ocupa el 15º lugar. Empero, existe otra gradación que se denomina Producto Interno Bruto por PPA, que significa: “Por Poder Adquisitivo”.

En este método se toma en cuenta el valor de la producción de un país en un año, medido en términos del poder adquisitivo local, y consiste en comparar el precio de una canasta de bienes y servicios en una economía y lo que vale dicha canasta en otra nación. El punto de referencia es el precio de tal canasta en EE. UU. Así, por ejemplo, si en un país se compra con 50 dólares, lo mismo que en Estados Unidos cuesta 100, entonces la primera de estas economías tiene un PIB del doble del que nominalmente se asigna a la Unión Americana. La diferencia entre estos indicadores produce importantes cambios al grado de que China pasa a ocupar el primer puesto seguida, por EE. UU., India, Japón y Alemania en ese orden. En este ranking México pasa al sitio número 11. Los datos que sirven de base para estar referencias provienen del Fondo Monetario Internacional y corresponden a 2019.

A partir de lo expuesto observamos que la economía mexicana, aun suponiendo que no tenga crecimiento durante un determinado lapso, se encuentra entre las más poderosas del mundo, pero dicho poder ¿significa realmente desarrollo en el sentido de la satisfacción de necesidades de la mayoría de la población? Evidentemente no es así, porque si acudimos a otro índice que mide efectivamente tal atención de necesidades generales, denominado Índice de Desarrollo Humano, aplicado por la ONU, resulta que México ocupa el lugar 74 en el mundo y ello refleja una enorme disparidad entre la potencialidad económica del país y la satisfacción de las necesidades básicas de su pueblo.

El crecimiento del PIB y el indicador llamado PIB per cápita no dan cuenta del auténtico desarrollo medido en términos de la atención, por ejemplo, a la salud y la educación de la gente. Tal PIB per cápita realiza una distribución artificial de la capacidad adquisitiva de la población al dividir dicho producto entre los habitantes, sin tomar en cuenta que la riqueza generada se concentra en pocas manos.

eduardoandrade1948@gmail.com