/ martes 3 de septiembre de 2019

Crecimiento y desarrollo (II)

Habría que conceder razón al Presidente López Obrador cuando afirmó en su primer informe que no debe medirse todo en función del simple crecimiento económico ya que “lo fundamental es la distribución equitativa del ingreso y la riqueza. El crecimiento económico y el incremento de la productividad y la competitividad no tienen sentido por sí mismos, sino como medios para el bienestar general de la población.”

Es cierto que la prosperidad sostenida requiere que la producción de riqueza aumente, pero igualmente es verdad lo que afirmó el Presidente: “progreso sin justicia es políticamente inviable y condenado al fracaso”. Es preciso repartir mejor el beneficio proveniente de los recursos que México genera. Aun cuando en un período, en comparación con el anterior, no aumente porcentualmente la riqueza, si esta se distribuye más justamente, por ejemplo, a través de una mayor asignación al trabajo en relación con el capital mediante el incremento del salario, podría decirse con razón que el indicador de desarrollo presenta un aumento aunque no haya habido crecimiento. En cambio puede haber crecimiento y no habrá desarrollo si la mayor parte se queda en el decil más alto de la población y se concentra la riqueza en muy pocas manos. Es tiempo de abandonar la afirmación, aparentemente evidente, de que primero hay que crear la riqueza para luego distribuirla; lo cual sólo sirve para mantenerla concentrada.

No es, pues, desdeñable la insistencia de López Obrador en cuanto a la adopción de parámetros distintos que den cuenta de una mejora efectiva del bienestar colectivo. Por eso vale la pena reflexionar sobre ese planteamiento, que algunos pretenden descalificar, atribuyendo menor importancia al nivel de crecimiento de la economía, ya que tiene más sentido poner el énfasis en la medición del desarrollo humano, puesto que este último es lo que adquiere mayor trascendencia. La prueba es que países con un producto interno bruto menor que el mexicano alcanzan índices de desarrollo humano mucho más elevados. Suecia registra, en las cifras del Fondo Monetario Internacional, un PIB de 547,123 millones de dólares, en tanto que México produce más del doble: 1,241,250 millones de dólares según el propio FMI, pero en materia de desarrollo humano Suecia califica en el lugar número 7 del mundo con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de .933 y México se ubica en el sitio 74 con un IDH de .774.

El IDH es un indicador que elaboró el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) bajo el impulso del economista indio Amartya Sen así como del también economista de origen paquistaní Mahbub ul Haq con el propósito de catalogar a los países no solamente en función de medidas económicas tradicionales sino considerando variables que tienen que ver con la extensión de la calidad de vida de la gente. Las que se tomaron en cuenta fueron, en materia de salud: la esperanza de vida al nacer; en cuanto a la educación se consideran el porcentaje de población alfabetizada y la cantidad de habitantes matriculados en los niveles básicos y superiores. Finalmente se incorpora el PIB per cápita medido por poder adquisitivo. La combinación de estos factores permite calcular aproximadamente la amplitud de la obtención de satisfactores de necesidades básicas en una sociedad determinada.

Es en la medida del desarrollo humano donde nuestro país debe avanzar a mayor velocidad incluso ampliando la consideración de otros aspectos a medir, como la igualación de diferencias regionales y sociales en la consecución de satisfactores esenciales. La tarea es ardua pero factible. Otra comparación puede darnos una idea de que la exclusiva cuantificación de las cifras macroeconómicas es insuficiente para dar cuenta del auténtico desarrollo equilibrado de un país. Baste considerar las dos naciones que se en encuentran en los lugares inmediatos al de México en el ranking del PIB. Australia ocupa el lugar 14 con 1,417,003 millones de dólares, pero en el IDH es el tercero del mundo con .939; es decir, que con una producción ligeramente mayor la equidad de su distribución es considerablemente mayor. En cambio, Indonesia, que es la 16a. economía del mundo con un PIB de 1,100,911 mdd, un poco menor que el nuestro, y su IDH es de .694, lo que la ubica en el puesto 116, esto es 42 lugares más abajo de México.

Un indicador todavía más preciso de desarrollo es el Índice de Progreso Social que evita el empleo de engañosas variables económicas e incluye sólo aspectos sociales y medioambientales ligados al bienestar como salud, vivienda, salubridad, igualdad, inclusión, sostenibilidad, seguridad y libertades personales. En esta clasificación el primer lugar lo ocupa Noruega con 88.36. México se encuentra en el puesto número 54 con una calificación de 67.5, abajo de países como Uruguay, Chile, Costa Rica, Argentina, Brasil, Colombia o Ecuador, pese a que solo Brasil tiene un PIB superior al de México.

eduardoandrade1948@gmail.com

Habría que conceder razón al Presidente López Obrador cuando afirmó en su primer informe que no debe medirse todo en función del simple crecimiento económico ya que “lo fundamental es la distribución equitativa del ingreso y la riqueza. El crecimiento económico y el incremento de la productividad y la competitividad no tienen sentido por sí mismos, sino como medios para el bienestar general de la población.”

Es cierto que la prosperidad sostenida requiere que la producción de riqueza aumente, pero igualmente es verdad lo que afirmó el Presidente: “progreso sin justicia es políticamente inviable y condenado al fracaso”. Es preciso repartir mejor el beneficio proveniente de los recursos que México genera. Aun cuando en un período, en comparación con el anterior, no aumente porcentualmente la riqueza, si esta se distribuye más justamente, por ejemplo, a través de una mayor asignación al trabajo en relación con el capital mediante el incremento del salario, podría decirse con razón que el indicador de desarrollo presenta un aumento aunque no haya habido crecimiento. En cambio puede haber crecimiento y no habrá desarrollo si la mayor parte se queda en el decil más alto de la población y se concentra la riqueza en muy pocas manos. Es tiempo de abandonar la afirmación, aparentemente evidente, de que primero hay que crear la riqueza para luego distribuirla; lo cual sólo sirve para mantenerla concentrada.

No es, pues, desdeñable la insistencia de López Obrador en cuanto a la adopción de parámetros distintos que den cuenta de una mejora efectiva del bienestar colectivo. Por eso vale la pena reflexionar sobre ese planteamiento, que algunos pretenden descalificar, atribuyendo menor importancia al nivel de crecimiento de la economía, ya que tiene más sentido poner el énfasis en la medición del desarrollo humano, puesto que este último es lo que adquiere mayor trascendencia. La prueba es que países con un producto interno bruto menor que el mexicano alcanzan índices de desarrollo humano mucho más elevados. Suecia registra, en las cifras del Fondo Monetario Internacional, un PIB de 547,123 millones de dólares, en tanto que México produce más del doble: 1,241,250 millones de dólares según el propio FMI, pero en materia de desarrollo humano Suecia califica en el lugar número 7 del mundo con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de .933 y México se ubica en el sitio 74 con un IDH de .774.

El IDH es un indicador que elaboró el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) bajo el impulso del economista indio Amartya Sen así como del también economista de origen paquistaní Mahbub ul Haq con el propósito de catalogar a los países no solamente en función de medidas económicas tradicionales sino considerando variables que tienen que ver con la extensión de la calidad de vida de la gente. Las que se tomaron en cuenta fueron, en materia de salud: la esperanza de vida al nacer; en cuanto a la educación se consideran el porcentaje de población alfabetizada y la cantidad de habitantes matriculados en los niveles básicos y superiores. Finalmente se incorpora el PIB per cápita medido por poder adquisitivo. La combinación de estos factores permite calcular aproximadamente la amplitud de la obtención de satisfactores de necesidades básicas en una sociedad determinada.

Es en la medida del desarrollo humano donde nuestro país debe avanzar a mayor velocidad incluso ampliando la consideración de otros aspectos a medir, como la igualación de diferencias regionales y sociales en la consecución de satisfactores esenciales. La tarea es ardua pero factible. Otra comparación puede darnos una idea de que la exclusiva cuantificación de las cifras macroeconómicas es insuficiente para dar cuenta del auténtico desarrollo equilibrado de un país. Baste considerar las dos naciones que se en encuentran en los lugares inmediatos al de México en el ranking del PIB. Australia ocupa el lugar 14 con 1,417,003 millones de dólares, pero en el IDH es el tercero del mundo con .939; es decir, que con una producción ligeramente mayor la equidad de su distribución es considerablemente mayor. En cambio, Indonesia, que es la 16a. economía del mundo con un PIB de 1,100,911 mdd, un poco menor que el nuestro, y su IDH es de .694, lo que la ubica en el puesto 116, esto es 42 lugares más abajo de México.

Un indicador todavía más preciso de desarrollo es el Índice de Progreso Social que evita el empleo de engañosas variables económicas e incluye sólo aspectos sociales y medioambientales ligados al bienestar como salud, vivienda, salubridad, igualdad, inclusión, sostenibilidad, seguridad y libertades personales. En esta clasificación el primer lugar lo ocupa Noruega con 88.36. México se encuentra en el puesto número 54 con una calificación de 67.5, abajo de países como Uruguay, Chile, Costa Rica, Argentina, Brasil, Colombia o Ecuador, pese a que solo Brasil tiene un PIB superior al de México.

eduardoandrade1948@gmail.com