Conforme han pasado los días, se ha mostrado la debilidad de los conservadores en México, se hace clara su falta de orientación ideológica, una crisis de representatividad y credibilidad; el anuncio permanente de la catástrofe que no se ha dado es un argumento que se desgastó y, lejos de darse, el gobierno de López Obrador ha crecido en aceptación y la economía se mantiene estable.
La derecha en México se desfiguró, pasó de ser un movimiento liberatorio con reivindicaciones de democracia y libre mercado, a la servidumbre de la oligarquía y con un aroma a corrupción; el debate de la última elección no fue sobre la propuesta de la derecha o no, sino de qué tan corruptos eran sus candidatos. El resultado es que hoy el conservadurismo se volvió una actitud de odio y descalificación, no una agenda política.
Qué diferentes y ajenos parecen los conservadores de hoy a Lucas Alamán o Manuel Gómez Morín, que si bien se reconoce una diferencia ideológica fundamental, también había un talento y patriotismo; los conservadores de hoy no se prestigian por su amor a la patria ni por la claridad de sus ideas o sus propuestas, sólo los pega el odio a un proyecto.
Pero éste no es un fenómeno aislado, en todo el mundo hay una crisis de los conservadores. Los liderazgos como el de Reagan o Margaret Thatcher fueron sustituidos por personajes como Le Pen o Trump, los conservadores evolucionaron a xenófobos y neonazis, a los que promovieron el Brexit, creyeron en el neoliberalismo y ven con una nostalgia y añoranza a Franco y a Pinochet.
Los conservadores en México enfrentan una crisis de identidad, viven la orfandad de sus antiguos guías, no cuentan con una orientación académica o un marco de referencia actual. ¿Cómo aspiran a presentarse ante la Nación cuando su único planteamiento es el infortunio del Gobierno Federal?, es desear el mal e infortunio al Gobierno, y por lo tanto al país, su reduccionismo e insignificancia se reflejan en decir “no” a proyectos, no ofrecen una alternativa factible, ni siquiera un futuro deseable.
México tiene que mirar hacia delante con una visión de igualdad, equidad y progreso para todos. Los años del neoliberalismo ofrecieron la bonanza para pocos y el olvido para casi todos. La pregunta es cómo reaccionarán estos intereses frente a la nueva realidad. Por el bien de todos, ojalá sea a través de los canales institucionales, los argumentos y la civilidad.
@LuisH_Fernandez