“CUANTO MÁS VIOLENTA ES LA TORMENTA,
… MÁS RÁPIDO PASA”. Paolo Coelho
Una vez más, la naturaleza nos da muestras de su fuerza, de su inclemencia; sin asimilar el evento del Arca de Noé -para algunos agnósticos no sucedió-, se presenta ante nosotros y nos recuerda que verdaderamente, no somos nada ante ella, capaz de acabar con uno de los centros turísticos emblemáticos del mundo: Nuestro maravilloso Puerto de Acapulco, nomás…
Lo sucedido, cómo sucedieron las cosas, no deja de asombrar: en este país, que en teoría tiene gran experiencia y capacidad para afrontar tragedias naturales: recordemos el huracán Paulina en tiempos de Ernesto Zedillo; posteriormente vino Manuel, de él tengo ideas terribles: días antes del fenómeno en un evento particular, luego de unos días espectaculares, como presagio de una catástrofe cinco años después, dos torbellinos se abalanzaron en el mar provocando una boda caótica que a los cinco años terminaría en viudez… 20 días después, Manuel azotó el puerto provocando gran caos que, desde luego no se compara con Otis, pero igualmente causó grandes daños…
Varios eventos han seguido, pero, este ha sido un fenómeno natural extraordinario; no obstante, no recuerdo haber sabido que, muchas horas después del fenómeno, la Presidencia de la República, estuviera incomunicada al grado de que el propio prejidente se lanzara por tierra, sufriendo durante diez horas innumerables inclemencias para poder llegar a ver las inclemencias del furibundo evento.
Es por demás evidente que el huracán tomó a las autoridades desprevenidas, no se reaccionó a tiempo y tampoco parece que haber habido suficientes medidas ante lo que estaba por ocurrir, pero además, la tragedia llegó sin instrumentos que han demostrado ser útiles y necesarios como el hasta el miércoles por la noche, desaparecido FONDEN -Fondo Nacional para Desastres Naturales-.
En definitiva, no es la “naturaleza” la culpable de que una tormenta tropical se convirtiera súbitamente en un huracán categoría cinco; hemos de reconocer que somos nosotros, los seres humanos, los responsables de tragedias como la que sucedió; es la humanidad quien ha provocado desastres de gran envergadura al no creer en el anunciado cambio climático y el calentamiento global...
Años a que los científicos anuncian que, de no hacer nada, las consecuencias trascenderían en hecatombes en diversas latitudes de la Tierra; en innumerables ocasiones hemos escuchado la amenaza respecto a que ciudades costeñas se inundarían, desaparecerían y no podrían habitarse nunca más, además, que la fuerza de fenómenos naturales como los huracanes sería tan brava que exponenciarían el caos a causa del calentamiento de los mares.
Ahora vemos sequías e incendios al igual que diluvios y aluviones: conclusión, este planeta Tierra, nuestro planeta, adolorido y quejándose por el cambio climático, consecuencia directa de la actividad económica, política y social de alrededor de ocho mil millones de seres humanos.
Una vez más, prevención, eficiencia y eficacia son indispensables como instrumentos que trasciendan la loable ayuda de las instituciones militares; para ello, se requieren recursos centralizados y operados correctamente; desapareció el Fonden, ahora ya rediseñado con menos recursos, y se perdió la capacidad de actuar con oportunidad ante una bestia como Otis que parece ser la ruina -o la oportunidad de renacer-, para ese lugar, nuestro paradisíaco lugar…
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