/ domingo 15 de mayo de 2022

Cuando la poesía-música era la maestra

“Lo perdurable es la obra de los poetas”, dijo Hölderlin, de ahí que no nos extrañe que Platón considerara a Homero “el educador de Grecia”. La razón de ello es que había sido el más grande poeta y un poeta es educador de su pueblo. En pocas palabras, rechazaba la concepción ética y religiosa que caracterizaba a la poesía antigua y reconocía a la clásica, en cambio, como instrumento para la educación y el goce. Esto haría de la figura homérica no sólo un capítulo central de la historia de la literatura universal, sino ante todo, le reconocería como el primero y el más grande formador de la cultura griega. Y vale la pena profundizar en las razones de ello. La pregunta sería ¿cómo puede la poesía ser formativa? Lo es siempre que logre penetrar en la esencia del hombre y alentar a su “ethos”, motivándolo en pos de alcanzar cierta razón de ser. Además, fue con Homero con quien la poesía logró alcanzar los más grandes y altos ideales y valores, lo que hizo de su arte el principal motor y medio para la transformación espiritual del ser humano, en especial su epopeya.

Por ello tenemos la certeza de que fue en la obra de los poetas en la que la educación helénica se fundamentó y Platón lo confirmaba, al evocar cómo las musas embelesaban a las almas con sus cantos y poesías, glorificando los hechos y mitos del pasado, educando para la posteridad, bastando tan sólo el canto de gloria, el canto heroico, para que éste pudiera tener un efecto pedagógico. (No olvidemos que la poesía no era como es hoy en día. La poesía era música y la música poesía en el mundo griego, de tal forma que el poeta era un aedo, un rápsoda que declamaba cantando y ambas eran una.) Pero no sólo la epopeya, también la elegía y la tragedia eran educadoras, como formadora lo fue la prosa literaria, de la que se desprenderían la historia y la filosofía, al tiempo que la épica terminó por ser el origen de la educación superior en Grecia. De esta forma, el mundo griego reconocía que el poeta detentaba la más elevada función educadora, al ser la más elevada conciencia espiritual. Al respecto, Homero señalaba que la educación del hombre debía partir del cultivo de las más altas cualidades que caracterizaban a los hombres ilustres y héroes. Inspirado en ello, Hesíodo fundó su poesía en la educación (él mismo aspiraba a ser maestro del pueblo), tal y como se constata en su obra “Los trabajos y los días”, en la que exalta -utilizando un lenguaje épico a la usanza homérica- al trabajo y a la justicia como a dos de los más grandes valores y virtudes que un pueblo pudiera desarrollar.

En el caso de Esparta, es a través de los poemas escritos por Tirteo, en particular el de “Eunomia” donde establece el fundamento jurídico del cosmos espartano, que podemos adentrarnos en el conocimiento de su educación. De acuerdo con dichos poemas, sabemos que para Licurgo, uno de sus más grandes legisladores y pedagogos, la fuerza de la educación y de la formación de la conciencia ciudadanas eran más poderosas que la propia ley. Lo cual ratifica que aún en Esparta, famosa por su régimen de enseñanza militar, la esencia de la educación en formación se fundamentaba en ese mismo modelo integral que compartía con Atenas y que combinaba, a un mismo tiempo, la enseñanza de la música y de la gimnasia: la “enkyklos paideia”. Y esto lo reconoció el propio Platón, que sería a su vez, como bien lo describe el gran Werner Jaeger: “el gran educador del tesoro espiritual de la nación”.

Será en el siglo IV a.C. cuando la filosofía demande a las “polis” griegas la educación pública de sus jóvenes. A partir de entonces, el estado se convierte en educador y promotor de concursos gimnásticos y musicales en honor de sus dioses: disciplinas a las que Platón llama “la antigua educación” (“arjaía paideía”). La “polis” brindará mucho a la ciudadanía, pero a cambio exigirá de ésta llegar a lo más alto. A su vez, a la tradición educativa masculina, de espíritu heroico, se sumarán los cantos de la poesía de Safo presentes en la formación femenina, lo que enriquecerá poderosamente a la educación griega. Al final, Aristóteles exigirá al estado que imprima en los educandos el “sello de su espíritu”, el “ethos de la ley”. Con ello, la filosofía pedagógica platónica y la ética aristotélica estarán llegando a un punto de acuerdo: la formación ciudadana debería culminar en la educación ideal política, esto es, desembocando en el imperio de la ley, al ser ésta el alma de la polis.

Casi 2,500 años han pasado desde entonces, y en la actualidad algunos gobiernos pretenden hacer radicales y temerarias “transformaciones” educativas, fundadas sólo en la efímera y criminal estridencia política. Desprecian o ignoran que si algo hizo grande a las polis griegas, como Atenas y Esparta, fue que éstas cifraron su progreso en el respeto y cuidado extremos de la educación ciudadana. No olvidaban lo dicho por Homero: “las palabras vacías son malvadas”, ya que de igual forma una educación vacía es malvada.


bettyzanolligmail.com

@BettyZanolli

“Lo perdurable es la obra de los poetas”, dijo Hölderlin, de ahí que no nos extrañe que Platón considerara a Homero “el educador de Grecia”. La razón de ello es que había sido el más grande poeta y un poeta es educador de su pueblo. En pocas palabras, rechazaba la concepción ética y religiosa que caracterizaba a la poesía antigua y reconocía a la clásica, en cambio, como instrumento para la educación y el goce. Esto haría de la figura homérica no sólo un capítulo central de la historia de la literatura universal, sino ante todo, le reconocería como el primero y el más grande formador de la cultura griega. Y vale la pena profundizar en las razones de ello. La pregunta sería ¿cómo puede la poesía ser formativa? Lo es siempre que logre penetrar en la esencia del hombre y alentar a su “ethos”, motivándolo en pos de alcanzar cierta razón de ser. Además, fue con Homero con quien la poesía logró alcanzar los más grandes y altos ideales y valores, lo que hizo de su arte el principal motor y medio para la transformación espiritual del ser humano, en especial su epopeya.

Por ello tenemos la certeza de que fue en la obra de los poetas en la que la educación helénica se fundamentó y Platón lo confirmaba, al evocar cómo las musas embelesaban a las almas con sus cantos y poesías, glorificando los hechos y mitos del pasado, educando para la posteridad, bastando tan sólo el canto de gloria, el canto heroico, para que éste pudiera tener un efecto pedagógico. (No olvidemos que la poesía no era como es hoy en día. La poesía era música y la música poesía en el mundo griego, de tal forma que el poeta era un aedo, un rápsoda que declamaba cantando y ambas eran una.) Pero no sólo la epopeya, también la elegía y la tragedia eran educadoras, como formadora lo fue la prosa literaria, de la que se desprenderían la historia y la filosofía, al tiempo que la épica terminó por ser el origen de la educación superior en Grecia. De esta forma, el mundo griego reconocía que el poeta detentaba la más elevada función educadora, al ser la más elevada conciencia espiritual. Al respecto, Homero señalaba que la educación del hombre debía partir del cultivo de las más altas cualidades que caracterizaban a los hombres ilustres y héroes. Inspirado en ello, Hesíodo fundó su poesía en la educación (él mismo aspiraba a ser maestro del pueblo), tal y como se constata en su obra “Los trabajos y los días”, en la que exalta -utilizando un lenguaje épico a la usanza homérica- al trabajo y a la justicia como a dos de los más grandes valores y virtudes que un pueblo pudiera desarrollar.

En el caso de Esparta, es a través de los poemas escritos por Tirteo, en particular el de “Eunomia” donde establece el fundamento jurídico del cosmos espartano, que podemos adentrarnos en el conocimiento de su educación. De acuerdo con dichos poemas, sabemos que para Licurgo, uno de sus más grandes legisladores y pedagogos, la fuerza de la educación y de la formación de la conciencia ciudadanas eran más poderosas que la propia ley. Lo cual ratifica que aún en Esparta, famosa por su régimen de enseñanza militar, la esencia de la educación en formación se fundamentaba en ese mismo modelo integral que compartía con Atenas y que combinaba, a un mismo tiempo, la enseñanza de la música y de la gimnasia: la “enkyklos paideia”. Y esto lo reconoció el propio Platón, que sería a su vez, como bien lo describe el gran Werner Jaeger: “el gran educador del tesoro espiritual de la nación”.

Será en el siglo IV a.C. cuando la filosofía demande a las “polis” griegas la educación pública de sus jóvenes. A partir de entonces, el estado se convierte en educador y promotor de concursos gimnásticos y musicales en honor de sus dioses: disciplinas a las que Platón llama “la antigua educación” (“arjaía paideía”). La “polis” brindará mucho a la ciudadanía, pero a cambio exigirá de ésta llegar a lo más alto. A su vez, a la tradición educativa masculina, de espíritu heroico, se sumarán los cantos de la poesía de Safo presentes en la formación femenina, lo que enriquecerá poderosamente a la educación griega. Al final, Aristóteles exigirá al estado que imprima en los educandos el “sello de su espíritu”, el “ethos de la ley”. Con ello, la filosofía pedagógica platónica y la ética aristotélica estarán llegando a un punto de acuerdo: la formación ciudadana debería culminar en la educación ideal política, esto es, desembocando en el imperio de la ley, al ser ésta el alma de la polis.

Casi 2,500 años han pasado desde entonces, y en la actualidad algunos gobiernos pretenden hacer radicales y temerarias “transformaciones” educativas, fundadas sólo en la efímera y criminal estridencia política. Desprecian o ignoran que si algo hizo grande a las polis griegas, como Atenas y Esparta, fue que éstas cifraron su progreso en el respeto y cuidado extremos de la educación ciudadana. No olvidaban lo dicho por Homero: “las palabras vacías son malvadas”, ya que de igual forma una educación vacía es malvada.


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