/ jueves 9 de julio de 2020

Cuando la vacuna es como la línea del horizonte

¿Qué es la línea del horizonte? Se preguntan algunos. Bueno, pues es una raya que se proyecta a la distancia y que se va alejando en la medida en que creemos que nos acercamos.

Algo así es lo que está ocurriendo con la vacuna que idealizamos logre inmunizarnos del coronavirus, para evitar que haya más casos de covid-19 en el mundo o que cuando menos deje de ser una pandemia que siga manteniendo al orbe paralizado y haciendo frente a una crisis económica sin precedente.

Todas las semanas escuchamos a través de diferentes instancias, acerca de avances para conseguir una vacuna contra el coronavirus y en todos los casos se nos reportan situaciones distintas.

Los más pesimistas hablan de que una alternativa en la materia podría estar lista en dos o tres años, ya que tenerla lista, no es solo cuestión de desarrollarla, sino de probar su eficacia y más aún, verificar que funcione cuando menos en la mayoría de las personas que sean sometidas a las pruebas y algo más, que sus efectos secundarios, si es que los hay, no sean peores que la enfermedad.

En otros casos un tanto más benévolos, se dice que las pruebas van ya en instancias más avanzadas y que una sustancia que nos ayudara a protegernos contra el patógeno podría estar lista en aproximadamente un año. Es un pronóstico más alentador, pero una vez más se torna desesperante y no solo por salir del confinamiento y volver a tener contacto social, ya que la principal preocupación es conservar la vida y la salud, pero también condiciones económicas para no morir de hambre, como individuos, como sociedad, como nación y desde luego, como planeta.

Los más optimistas, nos dicen que una vacuna puede estar lista para septiembre o en el peor de los casos para fin de año, informándonos que van ya avanzados en las pruebas con seres humanos y que se ha tenido éxito, algo que nos incrementa la esperanza, nos hace sentir mejor y en no pocos casos sentimos que al menos podemos hacer planes con relativa normalidad quizá para la Navidad.

Pero hasta el mejor de los pronósticos nos vuelve a mostrar un panorama de larga espera, ya que por pronto que esté la vacuna, si esta no es aplicada a toda la población mundial o bien a una inmensa mayoría, cuando menos, su utilidad será cuestionable. Es por eso que incluso sin estar lista, diferentes países, instituciones científicas y empresas farmacéuticas, hacen planes para contar con fuertes líneas de producción capaces de fabricar miles de millones de dosis.

Pero el asunto no termina allí, ya que una vez teniendo esos miles de millones de dosis, habrá que pensar en la forma en que se distribuyan a lo largo y ancho del mundo, además de determinar qué prioridades habrá para administrarlas, para lo que ya se están considerando los grupos poblacionales de mayor riesgo, empezando por personas de la tercera edad, además de quienes tienen padecimientos crónico degenerativos, como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y otras.

El camino que nos queda por recorrer junto con la pandemia, es aún largo, pero no eterno y bien dicen quienes lo ven con cierta sabiduría: “Si bien falta mucho, cada vez falta menos” y por lo pronto ahora estamos cuatro meses más cerca del final de este camino de lo que estábamos al inicio de todo el periplo.

Contar con un tratamiento terapéutico que venza al covid-19 o una vacuna que nos inmunice del coronavirus, demorará aún y vivir una verdadera “nueva normalidad” tomará tiempo, pero cuando ocurra estaremos mejor preparados y en capacidad de vivir mejor las nuevas oportunidades que la vida nos depare, lo que hace necesario seguir adelante y llegar a la meta en la mejor condición posible.


FB: YolandaDeLaTorreV

@yoladelatorre



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Algo así es lo que está ocurriendo con la vacuna que idealizamos logre inmunizarnos del coronavirus, para evitar que haya más casos de covid-19 en el mundo o que cuando menos deje de ser una pandemia que siga manteniendo al orbe paralizado y haciendo frente a una crisis económica sin precedente.

Todas las semanas escuchamos a través de diferentes instancias, acerca de avances para conseguir una vacuna contra el coronavirus y en todos los casos se nos reportan situaciones distintas.

Los más pesimistas hablan de que una alternativa en la materia podría estar lista en dos o tres años, ya que tenerla lista, no es solo cuestión de desarrollarla, sino de probar su eficacia y más aún, verificar que funcione cuando menos en la mayoría de las personas que sean sometidas a las pruebas y algo más, que sus efectos secundarios, si es que los hay, no sean peores que la enfermedad.

En otros casos un tanto más benévolos, se dice que las pruebas van ya en instancias más avanzadas y que una sustancia que nos ayudara a protegernos contra el patógeno podría estar lista en aproximadamente un año. Es un pronóstico más alentador, pero una vez más se torna desesperante y no solo por salir del confinamiento y volver a tener contacto social, ya que la principal preocupación es conservar la vida y la salud, pero también condiciones económicas para no morir de hambre, como individuos, como sociedad, como nación y desde luego, como planeta.

Los más optimistas, nos dicen que una vacuna puede estar lista para septiembre o en el peor de los casos para fin de año, informándonos que van ya avanzados en las pruebas con seres humanos y que se ha tenido éxito, algo que nos incrementa la esperanza, nos hace sentir mejor y en no pocos casos sentimos que al menos podemos hacer planes con relativa normalidad quizá para la Navidad.

Pero hasta el mejor de los pronósticos nos vuelve a mostrar un panorama de larga espera, ya que por pronto que esté la vacuna, si esta no es aplicada a toda la población mundial o bien a una inmensa mayoría, cuando menos, su utilidad será cuestionable. Es por eso que incluso sin estar lista, diferentes países, instituciones científicas y empresas farmacéuticas, hacen planes para contar con fuertes líneas de producción capaces de fabricar miles de millones de dosis.

Pero el asunto no termina allí, ya que una vez teniendo esos miles de millones de dosis, habrá que pensar en la forma en que se distribuyan a lo largo y ancho del mundo, además de determinar qué prioridades habrá para administrarlas, para lo que ya se están considerando los grupos poblacionales de mayor riesgo, empezando por personas de la tercera edad, además de quienes tienen padecimientos crónico degenerativos, como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y otras.

El camino que nos queda por recorrer junto con la pandemia, es aún largo, pero no eterno y bien dicen quienes lo ven con cierta sabiduría: “Si bien falta mucho, cada vez falta menos” y por lo pronto ahora estamos cuatro meses más cerca del final de este camino de lo que estábamos al inicio de todo el periplo.

Contar con un tratamiento terapéutico que venza al covid-19 o una vacuna que nos inmunice del coronavirus, demorará aún y vivir una verdadera “nueva normalidad” tomará tiempo, pero cuando ocurra estaremos mejor preparados y en capacidad de vivir mejor las nuevas oportunidades que la vida nos depare, lo que hace necesario seguir adelante y llegar a la meta en la mejor condición posible.


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