/ miércoles 14 de marzo de 2018

Cuchillito de palo

  • ¿Predestinados?

Como avalancha pareciera que nos va a caer un destino ineluctable: que López Obrador gane la presidencia en el 2018. La cantaleta empieza a resultar más contagiosa que el sarampión y quienes están en contra del interfecto, te lo dicen con cara de empleado de funeraria.

¿Y yo por qué? (Como diría Vicente Fox). ¿Qué castigo he cometido para que me caiga semejante plaga? En esa tesitura se encuentra mucho más de un sesenta por ciento de la población. Un alto porcentaje, al que poco o nada le haría gracia el que llegara el tabasqueño.

Las encuestas atarantan. En elecciones pasadas, confirmaron su poca confiabilidad y, sin embargo, influyen en el colectivo general y se convierten en pitonisas. Se las toma como base, se les cree a ciencia cierta y se ignora la fragilidad de sus predicciones.

Son la fotografía de equis momento; quienes las contestan pueden cambiar de opinión, o mentir en su respuesta; el voto es en gran medida emocional –por no decir visceral- y los sentimientos son dinámicos. Los partidos, sin embargo, les sacan provecho y las publicitan a más no poder.

Por ahora, AMLO está a la cabeza, Anaya en segundo lugar y Meade en tercero. Así empezaron las pasarelas de los candidatos –en este periodo, que se supone de precampaña-. Primero fue en Jalisco, con los señores de los supermercados. Luego vino Acapulco, con los dueños del dinero, los de la banca.

Llegaron todos los suspirantes a Acapulco, incluidos los independientes y se les recibió por igual. Cada uno pudo dar a conocer su programa, explayarse sin límites y buscar la anuencia de los personajes.

Era de esperarse que José Antonio Meade se llevara el aplausómetro. Los cargos que ocupó le permitieron una relación cercana. Además de la simpatía que pudieran tenerle, hilvanó los temas con estructura y conocimiento y esa solidez mental, que para otros sectores es sólo “mentalidad de funcionario”.

Anaya repitió una presentación anteriory su hincapié en la persecución priísta –por el presunto lavado de dinero- pudo quitarle méritos. Para los “colmilludos”, el exjoven maravilla se siente tierno para ocupar la primera magistratura y, aunque se le reconoce inteligencia y preparación, la falta de experiencia es un negativo considerable.

López Obrador quiso convencerlos de que, en nada actuaría como un dictador: ni nacionalizaría instituciones ni se reelegiría. Trató de dar tranquilidad y certidumbre, aunque deslizó dos o tres propuestas, que hicieron que más de uno levantara las cejas.

Su empecinamiento en acabar con la obra del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, para construirlo por los rumbos de Santa Lucía, se percibe como una aberración. Hay contratos firmados con empresas nacionales y extranjeras, que perderían hasta la camisa. Miles de trabajadores irían al desempleo y volver a crear un proyecto de semejante tamaño, tomaría tiempo. Las actuales instalaciones no dan para más y se necesita con urgencia, contar con las redes de comunicación acordes a nuestro desarrollo.

Quiso dorarles la píldora, pero el colofón de su discurso, con su amenaza, dio al traste con la cantaleta de que ha cambiado. Si hay fraude electoral, él no amarrará al tigre suelto. ¿Y cuándo ha aceptado los resultados electorales, o que el proceso fue medianamentelimpio? Pone en duda a las instituciones, cuando no las manda al diablo.

Lo importante fue el ejercicio democrático, para posibilitar el que se dé un voto razonado.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

  • ¿Predestinados?

Como avalancha pareciera que nos va a caer un destino ineluctable: que López Obrador gane la presidencia en el 2018. La cantaleta empieza a resultar más contagiosa que el sarampión y quienes están en contra del interfecto, te lo dicen con cara de empleado de funeraria.

¿Y yo por qué? (Como diría Vicente Fox). ¿Qué castigo he cometido para que me caiga semejante plaga? En esa tesitura se encuentra mucho más de un sesenta por ciento de la población. Un alto porcentaje, al que poco o nada le haría gracia el que llegara el tabasqueño.

Las encuestas atarantan. En elecciones pasadas, confirmaron su poca confiabilidad y, sin embargo, influyen en el colectivo general y se convierten en pitonisas. Se las toma como base, se les cree a ciencia cierta y se ignora la fragilidad de sus predicciones.

Son la fotografía de equis momento; quienes las contestan pueden cambiar de opinión, o mentir en su respuesta; el voto es en gran medida emocional –por no decir visceral- y los sentimientos son dinámicos. Los partidos, sin embargo, les sacan provecho y las publicitan a más no poder.

Por ahora, AMLO está a la cabeza, Anaya en segundo lugar y Meade en tercero. Así empezaron las pasarelas de los candidatos –en este periodo, que se supone de precampaña-. Primero fue en Jalisco, con los señores de los supermercados. Luego vino Acapulco, con los dueños del dinero, los de la banca.

Llegaron todos los suspirantes a Acapulco, incluidos los independientes y se les recibió por igual. Cada uno pudo dar a conocer su programa, explayarse sin límites y buscar la anuencia de los personajes.

Era de esperarse que José Antonio Meade se llevara el aplausómetro. Los cargos que ocupó le permitieron una relación cercana. Además de la simpatía que pudieran tenerle, hilvanó los temas con estructura y conocimiento y esa solidez mental, que para otros sectores es sólo “mentalidad de funcionario”.

Anaya repitió una presentación anteriory su hincapié en la persecución priísta –por el presunto lavado de dinero- pudo quitarle méritos. Para los “colmilludos”, el exjoven maravilla se siente tierno para ocupar la primera magistratura y, aunque se le reconoce inteligencia y preparación, la falta de experiencia es un negativo considerable.

López Obrador quiso convencerlos de que, en nada actuaría como un dictador: ni nacionalizaría instituciones ni se reelegiría. Trató de dar tranquilidad y certidumbre, aunque deslizó dos o tres propuestas, que hicieron que más de uno levantara las cejas.

Su empecinamiento en acabar con la obra del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, para construirlo por los rumbos de Santa Lucía, se percibe como una aberración. Hay contratos firmados con empresas nacionales y extranjeras, que perderían hasta la camisa. Miles de trabajadores irían al desempleo y volver a crear un proyecto de semejante tamaño, tomaría tiempo. Las actuales instalaciones no dan para más y se necesita con urgencia, contar con las redes de comunicación acordes a nuestro desarrollo.

Quiso dorarles la píldora, pero el colofón de su discurso, con su amenaza, dio al traste con la cantaleta de que ha cambiado. Si hay fraude electoral, él no amarrará al tigre suelto. ¿Y cuándo ha aceptado los resultados electorales, o que el proceso fue medianamentelimpio? Pone en duda a las instituciones, cuando no las manda al diablo.

Lo importante fue el ejercicio democrático, para posibilitar el que se dé un voto razonado.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq