/ sábado 2 de julio de 2022

Cuchillito de palo | ¿Apergollados? ¡Indignante!

Ofende por ofender, agrede por agredir y cada vez es más lastimoso para la sociedad, un presidente capaz de insultar sin ton ni son, como si fuera una forma de gobernar.

Ahora le tocó a la Iglesia Católica, frente a su reclamo y exigencia de una revisión de la estrategia de seguridad, en vista del río de sangre que corre por la República. También al amigo Carlos Alazraki, de lo que ya nos ocuparemos. Horrorizados por el homicidio de los dos jesuitas en Chihuahua, el Arzobispado de México, los rectores del sistema Jesuita y la Conferencia del Episcopado Mexicano, demandaron otras salidas, que la estupidez del “abrazos y no balazos”.

La respuesta de su parte fue indignante: “No siguen el ejemplo del Papa Francisco, porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana”. ¡Para lavarle la boca con jabón, como en la antigüedad, cuando un escuincle decía majaderías! Quizá no alcanzaría ni con toda el agua que se desperdicia, para limpiarle la lengua viperina, divisoria y enfermiza y ayudarle a lavar todos sus traumas.

¿Será tan inconsciente de creer que el Sumo Pontífice está de acuerdo con lo que sucede en este territorio o no lo escuchó cuando se refirió al homicidio de los dos sacerdotes? El colmo que intente utilizar al Vicario de Cristo para ofender a sus pastores, lo que, como católicos, por otra parte, nos agravia profundamente. ¿Hará favor de no meterse con el grueso de la población mexicana, que profesamos esa creencia? Es tan soberbio, que ni cuenta se da de la forma en la que se le puede revertir y así será.

El que, por una necedad impelida por su soberbia y su prepotencia, que se niega a ver la realidad, mueran diariamente la cantidad de mexicanos que lo hacen es materia para un juicio político sumario. Como sigue lidereando a millones de almas perdidas es imposible, pero la historia se encargará de poner en su lugar al individuo que dañó tanto a nuestro país.

En los últimos días la delincuencia no ha dado pausa, como ocurre desde que llegó al poder. Se vive a tal grado en la incertidumbre, que en Puebla, un par de tipejos que iban en motocicleta, disparó contra una fila de personas, -sobre todo niños-, que iban a vacunarse contra el Covid. El saldo fue de cuatro heridos de bala y una chiquita acaba de ser intervenida y su estado es muy delicado, entre los otros niños heridos. Si ya no se puede ni pararse en una fila -para lo que sea-, de qué demonios hablamos, en relación a la angustia y la intranquilidad de tener que salir a la calle, o que lo hagan nuestros cercanos.

Se vive en el temor, ante situaciones inéditas, propias de una guerra y la respuesta oficial es la parálisis y el silencio de quienes tendrían que salvaguardar y proteger la vida de las personas.

Lo más serio es el deterioro institucional al que nos ha llevado, con el consecuente debilitamiento de un Poder Judicial, que es esencial que se reestructure y se ponga a trabajar, a fin de recuperar el Estado de Derecho. Mientras no se juzgue a la delincuencia es en balde cualquier intento por modificar la tragedia que vivimos. Necesitamos a la justicia para llegar a la paz.

Urge reestablecer el imperio de la Ley, ésa que también le molesta y a la que no respeta. De otra manera seguiremos por esta vía de deterioro y decadencia, con la destrucción del tejido social y el triunfo de los “malosos”, sobre la que, en verdad, es “gente buena”: no sus amigos delincuentes.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq























Ofende por ofender, agrede por agredir y cada vez es más lastimoso para la sociedad, un presidente capaz de insultar sin ton ni son, como si fuera una forma de gobernar.

Ahora le tocó a la Iglesia Católica, frente a su reclamo y exigencia de una revisión de la estrategia de seguridad, en vista del río de sangre que corre por la República. También al amigo Carlos Alazraki, de lo que ya nos ocuparemos. Horrorizados por el homicidio de los dos jesuitas en Chihuahua, el Arzobispado de México, los rectores del sistema Jesuita y la Conferencia del Episcopado Mexicano, demandaron otras salidas, que la estupidez del “abrazos y no balazos”.

La respuesta de su parte fue indignante: “No siguen el ejemplo del Papa Francisco, porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana”. ¡Para lavarle la boca con jabón, como en la antigüedad, cuando un escuincle decía majaderías! Quizá no alcanzaría ni con toda el agua que se desperdicia, para limpiarle la lengua viperina, divisoria y enfermiza y ayudarle a lavar todos sus traumas.

¿Será tan inconsciente de creer que el Sumo Pontífice está de acuerdo con lo que sucede en este territorio o no lo escuchó cuando se refirió al homicidio de los dos sacerdotes? El colmo que intente utilizar al Vicario de Cristo para ofender a sus pastores, lo que, como católicos, por otra parte, nos agravia profundamente. ¿Hará favor de no meterse con el grueso de la población mexicana, que profesamos esa creencia? Es tan soberbio, que ni cuenta se da de la forma en la que se le puede revertir y así será.

El que, por una necedad impelida por su soberbia y su prepotencia, que se niega a ver la realidad, mueran diariamente la cantidad de mexicanos que lo hacen es materia para un juicio político sumario. Como sigue lidereando a millones de almas perdidas es imposible, pero la historia se encargará de poner en su lugar al individuo que dañó tanto a nuestro país.

En los últimos días la delincuencia no ha dado pausa, como ocurre desde que llegó al poder. Se vive a tal grado en la incertidumbre, que en Puebla, un par de tipejos que iban en motocicleta, disparó contra una fila de personas, -sobre todo niños-, que iban a vacunarse contra el Covid. El saldo fue de cuatro heridos de bala y una chiquita acaba de ser intervenida y su estado es muy delicado, entre los otros niños heridos. Si ya no se puede ni pararse en una fila -para lo que sea-, de qué demonios hablamos, en relación a la angustia y la intranquilidad de tener que salir a la calle, o que lo hagan nuestros cercanos.

Se vive en el temor, ante situaciones inéditas, propias de una guerra y la respuesta oficial es la parálisis y el silencio de quienes tendrían que salvaguardar y proteger la vida de las personas.

Lo más serio es el deterioro institucional al que nos ha llevado, con el consecuente debilitamiento de un Poder Judicial, que es esencial que se reestructure y se ponga a trabajar, a fin de recuperar el Estado de Derecho. Mientras no se juzgue a la delincuencia es en balde cualquier intento por modificar la tragedia que vivimos. Necesitamos a la justicia para llegar a la paz.

Urge reestablecer el imperio de la Ley, ésa que también le molesta y a la que no respeta. De otra manera seguiremos por esta vía de deterioro y decadencia, con la destrucción del tejido social y el triunfo de los “malosos”, sobre la que, en verdad, es “gente buena”: no sus amigos delincuentes.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq