/ sábado 4 de julio de 2020

Cuchillito de palo | Corrupción

Saltándose las trancas, como acostumbra, AMLO decidió que se diera a conocer la grabación de la presunta corruptela de un juzgado mexiquense, que liberó a El Mochomo. Contrario al mandato legislativo, que ahora anula el telefonazo como prueba, quiso exhibir lo que según él, es la podredumbre del Poder Judicial.

Ni están todos los que son, ni son todos los que están. El número de juzgadores honrados, con mucho, debe superar a las manzanas podridas, aunque el deterioro en la impartición de Justicia ha sido notable, en los últimos años.

Acceder a un trato justo, en un tribunal, se volvió un asunto de pesos y centavos. Para un pobre, materia imposible. Para quien tenga la posibilidad de llegarle al “cajón de la secretaria”, absolución inmediata.

Los juicios más nimios se litigan en función de las dádivas. Influye la cantidad de expedientes que llegan, lo que rebasa la capacidad de estos servidores públicos, a pesar de las Reformas. Muchos otros factores inciden en la problemática.

El Poder Judicial se caracterizó por lo bajo de sus salarios. Con sueldos de pacotilla y expedientes al por mayor, la fórmula empezó a ser la de las “mordidas” a los empleados de menor rango, a fin de que movieran el caso a la parte superior del montón.

Vino una importante reforma y se incrementaron las percepciones de estos funcionarios, sobre todo ante el poderío económico de la delincuencia organizada, dispuesta a comprar lo comprable.

Sin embargo, caímos en la decadencia global de la pérdida de valores, categoría moral que duerme, a pesar de que haya quien piense que ahora son distintos y que el cambio tuvo buenos sustitutos.

Tan es falso, que la corrupción se generalizó a todos los sectores, a extremos de convertirse en una actitud común y corriente: lo mismo te libras de una multa de tránsito, que compras la exoneración y libertad de un delincuente.

El Consejo de la Judicatura se presume que surgió para contener el declive ético. Poco parece haber actuado en ocasiones en las que, algunos particulares presentaban denuncias contra jueces y magistrados que distorsionaban la aplicación de la ley.

Ha habido acusaciones contra varios consejeros, pero jamás se ha visto que se les sancione. Se convirtió en refugio de políticos que tuvieron chambas superiores y que llegaron a favorecer a probables culpables, manipulando desde ese órgano el resultado de una sentencia.

De poca ayuda fueron abogados incapaces de sacar adelante a sus defendidos, sin acudir a las “propinas”. El gremio, espejo del deterioro ético de la sociedad en su conjunto, encontró el camino más sencillo.

AMLO quiere acabar con la corrupción mediante sus mensajes místicos, mañaneros. De poco o nada sirven, cuando se había planteado en el pasado todo un sistema anticorrupción. Se quedó en agua de borrajas y no se pudo concretar lo que supondría un auténtico candado contra este mal.

Hay teóricos que lo pusieron claro, entre ellos Agustín Basave. El problema seguirá –como lo acaba de confirmar el INEGI con su encuesta que patentiza que la corrupción sigue en ascenso en esta administración-.

Urge una renovación desde la Suprema Corte de Justicia. Su Presidente, Zaldívar, ha hecho serias referencias al respecto, aunque, erradicar vicios incrustados hasta la médula, es tarea de romanos. Y se tiene que retomar el camino del apego a la norma, empezando por un tlatoani que la ignora y hace a un lado, con su serie de ocurrencias.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Saltándose las trancas, como acostumbra, AMLO decidió que se diera a conocer la grabación de la presunta corruptela de un juzgado mexiquense, que liberó a El Mochomo. Contrario al mandato legislativo, que ahora anula el telefonazo como prueba, quiso exhibir lo que según él, es la podredumbre del Poder Judicial.

Ni están todos los que son, ni son todos los que están. El número de juzgadores honrados, con mucho, debe superar a las manzanas podridas, aunque el deterioro en la impartición de Justicia ha sido notable, en los últimos años.

Acceder a un trato justo, en un tribunal, se volvió un asunto de pesos y centavos. Para un pobre, materia imposible. Para quien tenga la posibilidad de llegarle al “cajón de la secretaria”, absolución inmediata.

Los juicios más nimios se litigan en función de las dádivas. Influye la cantidad de expedientes que llegan, lo que rebasa la capacidad de estos servidores públicos, a pesar de las Reformas. Muchos otros factores inciden en la problemática.

El Poder Judicial se caracterizó por lo bajo de sus salarios. Con sueldos de pacotilla y expedientes al por mayor, la fórmula empezó a ser la de las “mordidas” a los empleados de menor rango, a fin de que movieran el caso a la parte superior del montón.

Vino una importante reforma y se incrementaron las percepciones de estos funcionarios, sobre todo ante el poderío económico de la delincuencia organizada, dispuesta a comprar lo comprable.

Sin embargo, caímos en la decadencia global de la pérdida de valores, categoría moral que duerme, a pesar de que haya quien piense que ahora son distintos y que el cambio tuvo buenos sustitutos.

Tan es falso, que la corrupción se generalizó a todos los sectores, a extremos de convertirse en una actitud común y corriente: lo mismo te libras de una multa de tránsito, que compras la exoneración y libertad de un delincuente.

El Consejo de la Judicatura se presume que surgió para contener el declive ético. Poco parece haber actuado en ocasiones en las que, algunos particulares presentaban denuncias contra jueces y magistrados que distorsionaban la aplicación de la ley.

Ha habido acusaciones contra varios consejeros, pero jamás se ha visto que se les sancione. Se convirtió en refugio de políticos que tuvieron chambas superiores y que llegaron a favorecer a probables culpables, manipulando desde ese órgano el resultado de una sentencia.

De poca ayuda fueron abogados incapaces de sacar adelante a sus defendidos, sin acudir a las “propinas”. El gremio, espejo del deterioro ético de la sociedad en su conjunto, encontró el camino más sencillo.

AMLO quiere acabar con la corrupción mediante sus mensajes místicos, mañaneros. De poco o nada sirven, cuando se había planteado en el pasado todo un sistema anticorrupción. Se quedó en agua de borrajas y no se pudo concretar lo que supondría un auténtico candado contra este mal.

Hay teóricos que lo pusieron claro, entre ellos Agustín Basave. El problema seguirá –como lo acaba de confirmar el INEGI con su encuesta que patentiza que la corrupción sigue en ascenso en esta administración-.

Urge una renovación desde la Suprema Corte de Justicia. Su Presidente, Zaldívar, ha hecho serias referencias al respecto, aunque, erradicar vicios incrustados hasta la médula, es tarea de romanos. Y se tiene que retomar el camino del apego a la norma, empezando por un tlatoani que la ignora y hace a un lado, con su serie de ocurrencias.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq