/ miércoles 2 de mayo de 2018

Cuchillito de palo | Del "pozolero" al "rapero"

El homicidio de tres jóvenes cineastas en Jalisco, conmocionó a una sociedad que se presume apática, pero aún sensible a la tragedia. Como con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la culpa fue a dar a las autoridades de todos los niveles, incapaces de dar seguridad.

Fue cruel, aberrante, terrorífica la forma en la que murieron estos chicos. El despertar a una barbarie semejante, obliga a cuestionarse sobre los extremos de incivilidad alcanzados.

Los disolvieron en ácido, salvajismo del que ya se tenían antecedentes, cuando en el 2009 se aprehendió al conocido como “El Pozolero”. El individuo de Marras, albañil de oficio, trabajaba para el Cártel de Tijuana y, mediante la inmersión en sosa cáustica y agua, desapareció más de 300 cuerpos, de quienes habían sufrido un “levantón” a cargo de algún sicario.

En Tonalá, municipio conurbado con Guadalajara, se llevaron a Jesús Díaz, Javier Salomón Aceves y Marco García. A ellos los sumió en los toneles de clorhídrico, un colega de su edad: El “Rapero”. Conocido por sus apariciones musicales en YouTube, con letras de canciones que anticipaban su enfermo comportamiento, cobraba unos cuantos miles al mes, cantidad minúscula si tenemos en cuenta las ganancias del narco.

Un escuincle, como tantos otros, que cayó al servicio de la mafia. Y vuelven a ser los tentáculos del enorme negocio, los que son responsables de que México se convierta en un cementerio, con antesala del infierno.

Si hay un grupo delictivo atroz es el Cártel Jalisco Nueva Generación, que apareció hará una década. Le bastó ese tiempo para hacerse de un inmenso territorio, en base a la violencia exacerbada. Exterminan a sus enemigos, atacan sin piedad a inocentes, ganan terreno a base de la brutalidad.

Como ocurre con estas organizaciones demenciales, tuvieron una escisión (“Nueva Plaza”) y ahora se confrontan. A estos últimos los lidera un tal “Cholo”, suegro de la tía de uno de los cineastas, la que les prestó una casa de seguridad, para que los jóvenes hicieran un trabajo. Ajenos al antecedente, ni imaginarse que, los enemigos del Cártel los confundirían con miembros de la banda antagónica.

Las últimas encuestas de percepción de inseguridad, alarman. Un 76.8 por ciento la siente. Salvo excepciones puntuales, en la mayoría de las ciudades de la República se vive con temor. Se suman otras, como Guanajuato, en donde se dispara el número de muertes y las personas te comentan afligidas, “a ese cerro ya no se puede ir: están los narcos”.

En pleno proceso electorero y sin que los candidatos ofrezcan estrategias sólidas, el tema se politiza, se aprovecha para el ataque entre partidos o postulantes –además de al gobierno en turno-, sin el menor asomo de que pueda darse un cambio real.

Se confirma que lo hecho hasta ahora, ha sido inútil. Que debió modificarse antes de la escalada que coloca al primer trimestre del año, como el de mayor número de homicidios, desde que inició el conteo.

Los malhechores se reproducen y se adhieren como la hiedra, sin que se vean autoridades dando una batalla frontal. La tecnología avanzó y Hacienda tiene un control férreo sobre los causantes. ¿Por qué entonces, no se va sobre sus dineros?

A las mafias hay que despojarlas y secarles la posibilidad de lavar las cantidades exorbitantes que mueven. O hubo negligencia o contubernio, pero la realidad es que vivimos al filo de la navaja y peor los jóvenes.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

El homicidio de tres jóvenes cineastas en Jalisco, conmocionó a una sociedad que se presume apática, pero aún sensible a la tragedia. Como con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la culpa fue a dar a las autoridades de todos los niveles, incapaces de dar seguridad.

Fue cruel, aberrante, terrorífica la forma en la que murieron estos chicos. El despertar a una barbarie semejante, obliga a cuestionarse sobre los extremos de incivilidad alcanzados.

Los disolvieron en ácido, salvajismo del que ya se tenían antecedentes, cuando en el 2009 se aprehendió al conocido como “El Pozolero”. El individuo de Marras, albañil de oficio, trabajaba para el Cártel de Tijuana y, mediante la inmersión en sosa cáustica y agua, desapareció más de 300 cuerpos, de quienes habían sufrido un “levantón” a cargo de algún sicario.

En Tonalá, municipio conurbado con Guadalajara, se llevaron a Jesús Díaz, Javier Salomón Aceves y Marco García. A ellos los sumió en los toneles de clorhídrico, un colega de su edad: El “Rapero”. Conocido por sus apariciones musicales en YouTube, con letras de canciones que anticipaban su enfermo comportamiento, cobraba unos cuantos miles al mes, cantidad minúscula si tenemos en cuenta las ganancias del narco.

Un escuincle, como tantos otros, que cayó al servicio de la mafia. Y vuelven a ser los tentáculos del enorme negocio, los que son responsables de que México se convierta en un cementerio, con antesala del infierno.

Si hay un grupo delictivo atroz es el Cártel Jalisco Nueva Generación, que apareció hará una década. Le bastó ese tiempo para hacerse de un inmenso territorio, en base a la violencia exacerbada. Exterminan a sus enemigos, atacan sin piedad a inocentes, ganan terreno a base de la brutalidad.

Como ocurre con estas organizaciones demenciales, tuvieron una escisión (“Nueva Plaza”) y ahora se confrontan. A estos últimos los lidera un tal “Cholo”, suegro de la tía de uno de los cineastas, la que les prestó una casa de seguridad, para que los jóvenes hicieran un trabajo. Ajenos al antecedente, ni imaginarse que, los enemigos del Cártel los confundirían con miembros de la banda antagónica.

Las últimas encuestas de percepción de inseguridad, alarman. Un 76.8 por ciento la siente. Salvo excepciones puntuales, en la mayoría de las ciudades de la República se vive con temor. Se suman otras, como Guanajuato, en donde se dispara el número de muertes y las personas te comentan afligidas, “a ese cerro ya no se puede ir: están los narcos”.

En pleno proceso electorero y sin que los candidatos ofrezcan estrategias sólidas, el tema se politiza, se aprovecha para el ataque entre partidos o postulantes –además de al gobierno en turno-, sin el menor asomo de que pueda darse un cambio real.

Se confirma que lo hecho hasta ahora, ha sido inútil. Que debió modificarse antes de la escalada que coloca al primer trimestre del año, como el de mayor número de homicidios, desde que inició el conteo.

Los malhechores se reproducen y se adhieren como la hiedra, sin que se vean autoridades dando una batalla frontal. La tecnología avanzó y Hacienda tiene un control férreo sobre los causantes. ¿Por qué entonces, no se va sobre sus dineros?

A las mafias hay que despojarlas y secarles la posibilidad de lavar las cantidades exorbitantes que mueven. O hubo negligencia o contubernio, pero la realidad es que vivimos al filo de la navaja y peor los jóvenes.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq