/ sábado 23 de abril de 2022

Cuchillito de palo | ¡Hartos de violencia!

Agobia y agota el vivir en un país con un persistente clima de violencia. Como sociedad lo que se pide es respirar un ambiente de tranquilidad, de paz, en el que las personas se puedan expresar y mover a sus anchas, sin la aflicción de sentirse oprimidas por una losa que atenta contra cualquier equilibrio emocional. Lo más deplorable es ver que esta crisis, que se agudiza cada vez más, fluye del máximo poder, el que parece que goza con dividir a la población y sumirla en un estado depresivo.

La reciente campaña de Mario Delgado y Citláli Hernández, presidente y vicepresidenta de Morena, contra los diputados que votaron en contra de la Reforma amloísta eléctrica, pone la piel chinita. Decidieron, por supuesto con el aval del tabasqueño, exhibir en carteles a los legisladores de oposición, tachándolos de “traidores a la patria”. ¡Auténticamente inconcebible, salvo en enclaves cien por ciento fascistas!

A partir de la “genial idea”, empiezan a sucederse eventos delictivos en contra de estos diputados. En Guanajuato vandalizaron varias casas de enlace de legisladores panistas y en la Ciudad de México “asaltaron” a una diputada, cuando salió de un céntrico hotel cercano a las instalaciones del Congreso, a las que se dirigía. Ella sostiene que no fue un robo al azar, sino que fue una operación maquinada.

El líder de la fracción blanquiazul ha hecho públicas la cantidad de amenazas, insultos, presiones y agresiones que les llegan por cientos, a sabiendas de que, la violencia verbal termina en física.

La respuesta de AMLO es trágica, sobre todo si se piensa en que es, presuntamente, el presidente de todos los mexicanos. Dijo que esperaba que la campaña “no tuviera consecuencias”, pero que había que exhibir a quienes habían votado en contra. El carácter dictatorial de esta declaración debería abrirles los ojos a quienes consideran que es un ¡demócrata!

No sólo no tiene idea de lo que supone la democracia, sino que encima viola la ley con todo descaro, como si no fungiera también para su persona. El Artículo 61 Constitucional es claro al respecto: no se molestará ni perseguirá a ningún diputado por sus afirmaciones ni sufragios ni ninguna expresión que salga de su boca. A un tlatoani absolutista y enajenado con la posibilidad de hacer lo que le viene en gana, le sale sobrando la Carta Magna.

La barbarie de Delgado y Hernández rebasa cualquier límite de la civilidad, además de constituirse en un delito. Se intenta, a toda costa, amedrentar a la oposición y colocarla contra las cuerdas. Se percibe en los morenacos, miedo a perder el estatus al que rápidamente se acostumbraron. Jamás se las habían visto en mejores, con sueldazos a la altura de ejecutivos trasnacionales y personas preparadas, cosa de la que, en su mayoría, adolecen. Escupen un veneno resultado de resentimientos y venganzas propias de quienes están urgidos de acudir a un psiquiatra y, lo grave es que ni cuenta se dan de ello. Contagian su enfermedad mental a un sector que tiene el mismo cuarto oscuro de sentimientos negativos.

Los legisladores están en su derecho de cuestionar las iniciativas y votar conforme a su ideología y sus convicciones.

Este ambiente nefasto empieza a impregnar hasta el aire que respiramos. ¡Basta de odio, de violencia, de agresión! Exigimos que, desde el máximo poder hasta el último de sus secuaces, detengan este veneno que tanto daña a una sociedad que no lo merece.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq




Agobia y agota el vivir en un país con un persistente clima de violencia. Como sociedad lo que se pide es respirar un ambiente de tranquilidad, de paz, en el que las personas se puedan expresar y mover a sus anchas, sin la aflicción de sentirse oprimidas por una losa que atenta contra cualquier equilibrio emocional. Lo más deplorable es ver que esta crisis, que se agudiza cada vez más, fluye del máximo poder, el que parece que goza con dividir a la población y sumirla en un estado depresivo.

La reciente campaña de Mario Delgado y Citláli Hernández, presidente y vicepresidenta de Morena, contra los diputados que votaron en contra de la Reforma amloísta eléctrica, pone la piel chinita. Decidieron, por supuesto con el aval del tabasqueño, exhibir en carteles a los legisladores de oposición, tachándolos de “traidores a la patria”. ¡Auténticamente inconcebible, salvo en enclaves cien por ciento fascistas!

A partir de la “genial idea”, empiezan a sucederse eventos delictivos en contra de estos diputados. En Guanajuato vandalizaron varias casas de enlace de legisladores panistas y en la Ciudad de México “asaltaron” a una diputada, cuando salió de un céntrico hotel cercano a las instalaciones del Congreso, a las que se dirigía. Ella sostiene que no fue un robo al azar, sino que fue una operación maquinada.

El líder de la fracción blanquiazul ha hecho públicas la cantidad de amenazas, insultos, presiones y agresiones que les llegan por cientos, a sabiendas de que, la violencia verbal termina en física.

La respuesta de AMLO es trágica, sobre todo si se piensa en que es, presuntamente, el presidente de todos los mexicanos. Dijo que esperaba que la campaña “no tuviera consecuencias”, pero que había que exhibir a quienes habían votado en contra. El carácter dictatorial de esta declaración debería abrirles los ojos a quienes consideran que es un ¡demócrata!

No sólo no tiene idea de lo que supone la democracia, sino que encima viola la ley con todo descaro, como si no fungiera también para su persona. El Artículo 61 Constitucional es claro al respecto: no se molestará ni perseguirá a ningún diputado por sus afirmaciones ni sufragios ni ninguna expresión que salga de su boca. A un tlatoani absolutista y enajenado con la posibilidad de hacer lo que le viene en gana, le sale sobrando la Carta Magna.

La barbarie de Delgado y Hernández rebasa cualquier límite de la civilidad, además de constituirse en un delito. Se intenta, a toda costa, amedrentar a la oposición y colocarla contra las cuerdas. Se percibe en los morenacos, miedo a perder el estatus al que rápidamente se acostumbraron. Jamás se las habían visto en mejores, con sueldazos a la altura de ejecutivos trasnacionales y personas preparadas, cosa de la que, en su mayoría, adolecen. Escupen un veneno resultado de resentimientos y venganzas propias de quienes están urgidos de acudir a un psiquiatra y, lo grave es que ni cuenta se dan de ello. Contagian su enfermedad mental a un sector que tiene el mismo cuarto oscuro de sentimientos negativos.

Los legisladores están en su derecho de cuestionar las iniciativas y votar conforme a su ideología y sus convicciones.

Este ambiente nefasto empieza a impregnar hasta el aire que respiramos. ¡Basta de odio, de violencia, de agresión! Exigimos que, desde el máximo poder hasta el último de sus secuaces, detengan este veneno que tanto daña a una sociedad que no lo merece.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq