/ sábado 28 de agosto de 2021

Cuchillito de palo | Padres atemorizados

¡Como es lógico! El próximo regreso a clases presenciales, en plena pandemia, aterroriza al solo pensar que tu hijo pueda contagiarse del virus, lo cual es bastante probable.

Probable, porque el número de casos al alza se incrementa, mientras un gobierno omiso y cínico, sostiene que la curva va hacia abajo. ¿Habrá que ponerle nueva graduación a los lentes del horror de López Gatell?

El jueves amanecimos con más de 28 mil contagios y más de 900 muertes, cifras equiparables a las del máximo pico. Peor aún la revelación del INEGI.

Declaró que en el primer trimestre del año murieron 368 mil mexicanos, dato que coincide con la segunda ola. Lo curioso es que nada que ver este número con las cifras oficiales de muertes por Covid, inexplicable para el propio Instituto, pero que, estoy segura, no lo es para la Secretaría de Salud.

O nos engañan, o ni siquiera tienen una contabilidad real. Para la gente de la calle no es sorpresa: A pocas personas no les ha tocado un caso cercano y la percepción es que se trata de una maldición.

Y es una maldición, porque quienes han sufrido la enfermedad y han tenido la fortuna de salir adelante la recuerdan con horror. Malestares fuertes que duran hasta dos semanas y secuelas –como la falta de olfato y gusto, que permanecen incluso meses, entre otras todavía más delicadas.

Hay un empeño oficialista por volver a una “normalidad” que suena peligrosa. Se resta importancia y, desde la tribuna mañanera se insta a que los niños vuelvan a la escuela, porque son seguras.

Es cierto que estamos hartos del encierro, como también que los chicos han perdido –alto porcentaje- un año completo de estudios y, sobre todo, el aislamiento provoca consecuencias psicológicas nefastas.

Lo grave son las condiciones de tantísimos planteles públicos, en los que ni siquiera hay agua. Poco se preocuparon las autoridades por cuidarlos mientras estuvieron cerrados y ahora se les hizo fácil comisionar a los padres de familia a remozarlos y sanitizar.

Ignoran las condiciones económicas de la mayoría, exigiéndoles un gasto que no pueden sufragar.

La CNTE (Corriente contestataria del magisterio) se niega a volver a las aulas, para lo que hizo una encuesta que tuvo resultados negativos: 8 de cada 10 padres rechazan el regreso presencial. La mitad, de los 60 mil encuestados, respondieron que no hay materiales de sanitización, personal para una higiene permanente y la infraestructura adecuada. Un 90.3 por ciento dijo que hay riesgo de contagio de maestros y alumnos.

La CDMX emitió algunas reglas, como la obligatoriedad del cubrebocas, la sana distancia, el evitar reuniones masivas, el crear comités de salud participativos, el lavado de manos y el gel; avisar si se detecta o sospecha de un caso y procurar a docentes y educandos apoyo socioemocional.

Suena bien, pero, ¿hay alguien que pueda evitar que los niños compartan lo que están comiendo, o enseñarles a lavarse las manos correctamente –en el caso de que en su plantel haya agua-, o que no se abracen? Los maestros tendrían que estar encima, evitando cualquier acción de riesgo, lo cual se ve difícil.

Una encrucijada a la que tendrán que enfrentarse las familias, con la mejor disposición y entrenamiento de los hijos, a fin de amainar lo que podría ser una explosión del virus.

Si el gobierno quiere tapar el sol de la pandemia con un dedo, no queda de otra que, de manera personal, darle la cara al enorme reto.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq


¡Como es lógico! El próximo regreso a clases presenciales, en plena pandemia, aterroriza al solo pensar que tu hijo pueda contagiarse del virus, lo cual es bastante probable.

Probable, porque el número de casos al alza se incrementa, mientras un gobierno omiso y cínico, sostiene que la curva va hacia abajo. ¿Habrá que ponerle nueva graduación a los lentes del horror de López Gatell?

El jueves amanecimos con más de 28 mil contagios y más de 900 muertes, cifras equiparables a las del máximo pico. Peor aún la revelación del INEGI.

Declaró que en el primer trimestre del año murieron 368 mil mexicanos, dato que coincide con la segunda ola. Lo curioso es que nada que ver este número con las cifras oficiales de muertes por Covid, inexplicable para el propio Instituto, pero que, estoy segura, no lo es para la Secretaría de Salud.

O nos engañan, o ni siquiera tienen una contabilidad real. Para la gente de la calle no es sorpresa: A pocas personas no les ha tocado un caso cercano y la percepción es que se trata de una maldición.

Y es una maldición, porque quienes han sufrido la enfermedad y han tenido la fortuna de salir adelante la recuerdan con horror. Malestares fuertes que duran hasta dos semanas y secuelas –como la falta de olfato y gusto, que permanecen incluso meses, entre otras todavía más delicadas.

Hay un empeño oficialista por volver a una “normalidad” que suena peligrosa. Se resta importancia y, desde la tribuna mañanera se insta a que los niños vuelvan a la escuela, porque son seguras.

Es cierto que estamos hartos del encierro, como también que los chicos han perdido –alto porcentaje- un año completo de estudios y, sobre todo, el aislamiento provoca consecuencias psicológicas nefastas.

Lo grave son las condiciones de tantísimos planteles públicos, en los que ni siquiera hay agua. Poco se preocuparon las autoridades por cuidarlos mientras estuvieron cerrados y ahora se les hizo fácil comisionar a los padres de familia a remozarlos y sanitizar.

Ignoran las condiciones económicas de la mayoría, exigiéndoles un gasto que no pueden sufragar.

La CNTE (Corriente contestataria del magisterio) se niega a volver a las aulas, para lo que hizo una encuesta que tuvo resultados negativos: 8 de cada 10 padres rechazan el regreso presencial. La mitad, de los 60 mil encuestados, respondieron que no hay materiales de sanitización, personal para una higiene permanente y la infraestructura adecuada. Un 90.3 por ciento dijo que hay riesgo de contagio de maestros y alumnos.

La CDMX emitió algunas reglas, como la obligatoriedad del cubrebocas, la sana distancia, el evitar reuniones masivas, el crear comités de salud participativos, el lavado de manos y el gel; avisar si se detecta o sospecha de un caso y procurar a docentes y educandos apoyo socioemocional.

Suena bien, pero, ¿hay alguien que pueda evitar que los niños compartan lo que están comiendo, o enseñarles a lavarse las manos correctamente –en el caso de que en su plantel haya agua-, o que no se abracen? Los maestros tendrían que estar encima, evitando cualquier acción de riesgo, lo cual se ve difícil.

Una encrucijada a la que tendrán que enfrentarse las familias, con la mejor disposición y entrenamiento de los hijos, a fin de amainar lo que podría ser una explosión del virus.

Si el gobierno quiere tapar el sol de la pandemia con un dedo, no queda de otra que, de manera personal, darle la cara al enorme reto.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq