/ miércoles 13 de julio de 2022

Cuchillito de palo | Un sexenio amargo

Lo recuerdo como si fuera ayer. A poco tiempo de que tomó protesta Luis Echeverría, ¡bramábamos! porque el sexenio terminara. Fueron años tan aciagos que acabamos contando los minutos. Seis años de demagogia, del peor populismo y de tantos agravios para enormes sectores sociales.

Se diga lo que se quiera, igual que ahora. Echeverría fue un presidente, quizá más inteligente y preparado que AMLO, de mejor figura y consciente de unas formas que se remontaban a los principios normativos de aquellos años del tricolor.

La censura era implacable y así aprendimos a lo que tanto comentábamos, que era el escribir “entrelíneas”. Para poder criticar al Régimen usábamos metáforas, hablábamos de presidentes de otros países, les buscábamos errores similares y eran los cuentos del “Óyeme Juan que te hablo, Pedro”. El esfuerzo mental para poder expresar algunos de los horrores que veíamos en el panorama politiquero nacional, dejaba exhausto al más pintado.

Proliferaban las amenazas por cualquiera de tus escritos y se multiplicaban las llamadas a tu teléfono, amenazándote con todo lo habido y por haber. En esas negras advertencias te hacían saber que estaban al tanto de que tenías una hija y que la estabas poniendo en peligro.

Habrá quien opine que estos trances no eran responsabilidad directa de Echeverría sino de alguno de sus gatos: lo pongo en duda porque a él se le notaba a primera vista, en cualquiera de sus gestos y actitudes, el autoritarismo que lo caracterizaba.

¿Que fue un desastre? Desde luego nos dejó sumidos en una crisis económica endemoniada, después de que el país venía de unas décadas de claro crecimiento.

Puso un gabinete de “jóvenes genios”, que se dedicaron a hacer e inventar barbaridades y, en sus delirios narcisistas, aspiró -con mucho más talante y poderío-, a convertirse en el líder de las naciones tercermundistas.

Sus encontronazos con la Iniciativa Privada fueron de pronóstico reservado y culminaron con el asesinato del regiomontano, Eugenio Garza Sada, tragedia atribuible a la entonces guerrilla de la Liga 23 de septiembre.

Proliferaron los secuestros de conocidos hombres de negocios y, de lo poco bueno que dejó fue la creación de la Universidad Metropolitana, del Conacyt -que ahora agoniza bajo la férula de la Álvarez Buylla, además de varios otros organismos eficientes hasta la fecha, cuando la 4T los ha desmontado.

Nunca se le perdonó -y con razón- la matanza del Jueves de Corpus, en la que murieron tantos jóvenes, ni la represión que ejerció con mano de hierro. Patriotero e hiper nacionalista, él y su esposa María Esther se volcaban en lo autóctono y folclórico, a extremos de hacer el ridículo, a nivel internacional.

Años turbios, tanto como el actual mandato, que parecían cuestión del pasado. AMLO vino a revivir el estilo de gobierno unipersonal, autoritario y proclive a lo dictatorial. Herencias malditas, redivivas.

En tanto el tabasqueño va a Estados Unidos a dejarnos como un trópico bananero, en el que se admira a los tiranos de la actualidad y se rechaza a los pdemócratas. Fue con la bendición del espeluznante, Donald Trump, quien le aplaudió antes de su partida. El “Dime con quien andas y te diré quien eres” se aplica al pie de la letra a esta amistad entre el par de trogloditas. De aquí que, tener buenas relaciones con un político de verdad, como Joe Biden, sea imposible para quien ignora principios básicos de una democracia.

catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Lo recuerdo como si fuera ayer. A poco tiempo de que tomó protesta Luis Echeverría, ¡bramábamos! porque el sexenio terminara. Fueron años tan aciagos que acabamos contando los minutos. Seis años de demagogia, del peor populismo y de tantos agravios para enormes sectores sociales.

Se diga lo que se quiera, igual que ahora. Echeverría fue un presidente, quizá más inteligente y preparado que AMLO, de mejor figura y consciente de unas formas que se remontaban a los principios normativos de aquellos años del tricolor.

La censura era implacable y así aprendimos a lo que tanto comentábamos, que era el escribir “entrelíneas”. Para poder criticar al Régimen usábamos metáforas, hablábamos de presidentes de otros países, les buscábamos errores similares y eran los cuentos del “Óyeme Juan que te hablo, Pedro”. El esfuerzo mental para poder expresar algunos de los horrores que veíamos en el panorama politiquero nacional, dejaba exhausto al más pintado.

Proliferaban las amenazas por cualquiera de tus escritos y se multiplicaban las llamadas a tu teléfono, amenazándote con todo lo habido y por haber. En esas negras advertencias te hacían saber que estaban al tanto de que tenías una hija y que la estabas poniendo en peligro.

Habrá quien opine que estos trances no eran responsabilidad directa de Echeverría sino de alguno de sus gatos: lo pongo en duda porque a él se le notaba a primera vista, en cualquiera de sus gestos y actitudes, el autoritarismo que lo caracterizaba.

¿Que fue un desastre? Desde luego nos dejó sumidos en una crisis económica endemoniada, después de que el país venía de unas décadas de claro crecimiento.

Puso un gabinete de “jóvenes genios”, que se dedicaron a hacer e inventar barbaridades y, en sus delirios narcisistas, aspiró -con mucho más talante y poderío-, a convertirse en el líder de las naciones tercermundistas.

Sus encontronazos con la Iniciativa Privada fueron de pronóstico reservado y culminaron con el asesinato del regiomontano, Eugenio Garza Sada, tragedia atribuible a la entonces guerrilla de la Liga 23 de septiembre.

Proliferaron los secuestros de conocidos hombres de negocios y, de lo poco bueno que dejó fue la creación de la Universidad Metropolitana, del Conacyt -que ahora agoniza bajo la férula de la Álvarez Buylla, además de varios otros organismos eficientes hasta la fecha, cuando la 4T los ha desmontado.

Nunca se le perdonó -y con razón- la matanza del Jueves de Corpus, en la que murieron tantos jóvenes, ni la represión que ejerció con mano de hierro. Patriotero e hiper nacionalista, él y su esposa María Esther se volcaban en lo autóctono y folclórico, a extremos de hacer el ridículo, a nivel internacional.

Años turbios, tanto como el actual mandato, que parecían cuestión del pasado. AMLO vino a revivir el estilo de gobierno unipersonal, autoritario y proclive a lo dictatorial. Herencias malditas, redivivas.

En tanto el tabasqueño va a Estados Unidos a dejarnos como un trópico bananero, en el que se admira a los tiranos de la actualidad y se rechaza a los pdemócratas. Fue con la bendición del espeluznante, Donald Trump, quien le aplaudió antes de su partida. El “Dime con quien andas y te diré quien eres” se aplica al pie de la letra a esta amistad entre el par de trogloditas. De aquí que, tener buenas relaciones con un político de verdad, como Joe Biden, sea imposible para quien ignora principios básicos de una democracia.

catalinanq@hotmail.com @catalinanq