/ miércoles 13 de diciembre de 2017

Cuchillito de palo | ¿Y dónde queda el PAN?

En la lona. Ricardo Anaya determinó ser candidato presidencial, traicionó, atropelló y se salió con la suya. De Gómez Morín ni el recuerdo. De quienes hicieron el Partido, a fuerza de picar piedra, tampoco. Después de este esperpento politiquero, la nada.

Imposible olvidar el papel que, Acción Nacional, jugó en el avance democrático. Años de “dictablanda”, en los que, opinar en contra del autoritario régimen era ponerse la soga al cuello. Las represalias llegaban por todas partes. Igual en forma de auditorías hacendarias constantes, que mediante amenazas.

La presión obligó a cientos de militantes a actuar con precaución, a pesar del espíritu bravío e indoblegable. Se daban a conocer recorriendo las ciudades a pie, calle por calle y algunos utilizaban megáfonos, subidos en el techo de sus autos.

Hay quien fija el declive del organismo en 1988. Los ataques de Luis Echeverría al empresariado, los llevaron a organizarse y a su afiliación en masa al blanquiazul. Se perdió parte de la mística, de los principios de justicia social de su plataforma, pero logró sobrevivir y llegar a la presidencia, con Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón.

Se dieron en el ínterin, muchos bandazos. A Diego Fernández de Cevallos se le conocía como “la ardilla de Los Pinos”, por su cercanía con Carlos Salinas de Gortari. Hubo éxodo de ideólogos, como Carlos Castillo Peraza y de miembros fundadores, hartos de sus cúpulas.

Definitorios de la dirección partidista, los Delegados siempre fueron manjar de dioses para conseguir el ascenso y la nominación a candidaturas. Quien conseguía el control de esa mayoría, podía acceder a la boleta.

Tanto Fox, como Calderón, se allegaron a ese grupo de personajes estatales, representantes de la voz de la militancia. Gracias a ellos consiguieron ocupar la “silla embrujada” y echar fuera al PRI durante dos sexenios.

El Panismo, algo inaudito, siguió avanzando, no obstante la decepción de una alternancia, incapaz de dar el cambio al que aspirábamos los mexicanos. En estos años creció la cultura política (Cuando menos una mayor inquietud social) y apareció en el horizonte el PRD, con lo que quedó representada la Izquierda.

Vinieron las consabidas alianzas –PAN, PRD- y, mientras más se ampliaba la baraja de las siglas, más se empezó a escuchar de corrupción, ¡generalizada! En la Ciudad de México, la delegación Benito Juárez se volvió patrimonio personal del blanquiazul. Proliferan las quejas por la permisibilidad en las licencias de construcción –jugoso negocio para las autoridades- y se le sigue favoreciendo con el sufragio.

En las entidades, bajo su mando, algo similar. Querétaro, cuna del exjoven maravilla, sufrió la gota gorda con el desgobernador Manuel Garrido. La corrupción fue pública y notoria, en una administración de la que formó parte Ricardo Anaya, de pésima calificación en el estado.

El sonorense, Guillermo Padrés, de la misma filiación, está bajo proceso y su robadera fue de escándalo (Además de burda y cínica).

En Oaxaca, el desgobierno de Gabino Cué (también producto de una alianza), además de incompetente,a extremos pocas veces vistos, dejó “faltantes” que se calculan en miles de millones de pesos.

Anaya consiguió lo impensable: la unión PRD, Movimiento Ciudadano y PAN. Aprovechó los spots de su partido para promocionarse, sin el mínimo decoro. Echó fuera del organismo político, a quien pudiera hacerle sombra o estorbarle y aparecerá en la boleta. Aunque de Acción Nacional sólo quede el recuerdo.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

En la lona. Ricardo Anaya determinó ser candidato presidencial, traicionó, atropelló y se salió con la suya. De Gómez Morín ni el recuerdo. De quienes hicieron el Partido, a fuerza de picar piedra, tampoco. Después de este esperpento politiquero, la nada.

Imposible olvidar el papel que, Acción Nacional, jugó en el avance democrático. Años de “dictablanda”, en los que, opinar en contra del autoritario régimen era ponerse la soga al cuello. Las represalias llegaban por todas partes. Igual en forma de auditorías hacendarias constantes, que mediante amenazas.

La presión obligó a cientos de militantes a actuar con precaución, a pesar del espíritu bravío e indoblegable. Se daban a conocer recorriendo las ciudades a pie, calle por calle y algunos utilizaban megáfonos, subidos en el techo de sus autos.

Hay quien fija el declive del organismo en 1988. Los ataques de Luis Echeverría al empresariado, los llevaron a organizarse y a su afiliación en masa al blanquiazul. Se perdió parte de la mística, de los principios de justicia social de su plataforma, pero logró sobrevivir y llegar a la presidencia, con Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón.

Se dieron en el ínterin, muchos bandazos. A Diego Fernández de Cevallos se le conocía como “la ardilla de Los Pinos”, por su cercanía con Carlos Salinas de Gortari. Hubo éxodo de ideólogos, como Carlos Castillo Peraza y de miembros fundadores, hartos de sus cúpulas.

Definitorios de la dirección partidista, los Delegados siempre fueron manjar de dioses para conseguir el ascenso y la nominación a candidaturas. Quien conseguía el control de esa mayoría, podía acceder a la boleta.

Tanto Fox, como Calderón, se allegaron a ese grupo de personajes estatales, representantes de la voz de la militancia. Gracias a ellos consiguieron ocupar la “silla embrujada” y echar fuera al PRI durante dos sexenios.

El Panismo, algo inaudito, siguió avanzando, no obstante la decepción de una alternancia, incapaz de dar el cambio al que aspirábamos los mexicanos. En estos años creció la cultura política (Cuando menos una mayor inquietud social) y apareció en el horizonte el PRD, con lo que quedó representada la Izquierda.

Vinieron las consabidas alianzas –PAN, PRD- y, mientras más se ampliaba la baraja de las siglas, más se empezó a escuchar de corrupción, ¡generalizada! En la Ciudad de México, la delegación Benito Juárez se volvió patrimonio personal del blanquiazul. Proliferan las quejas por la permisibilidad en las licencias de construcción –jugoso negocio para las autoridades- y se le sigue favoreciendo con el sufragio.

En las entidades, bajo su mando, algo similar. Querétaro, cuna del exjoven maravilla, sufrió la gota gorda con el desgobernador Manuel Garrido. La corrupción fue pública y notoria, en una administración de la que formó parte Ricardo Anaya, de pésima calificación en el estado.

El sonorense, Guillermo Padrés, de la misma filiación, está bajo proceso y su robadera fue de escándalo (Además de burda y cínica).

En Oaxaca, el desgobierno de Gabino Cué (también producto de una alianza), además de incompetente,a extremos pocas veces vistos, dejó “faltantes” que se calculan en miles de millones de pesos.

Anaya consiguió lo impensable: la unión PRD, Movimiento Ciudadano y PAN. Aprovechó los spots de su partido para promocionarse, sin el mínimo decoro. Echó fuera del organismo político, a quien pudiera hacerle sombra o estorbarle y aparecerá en la boleta. Aunque de Acción Nacional sólo quede el recuerdo.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq