/ sábado 6 de abril de 2019

Cuchillito de palo | “Ya me hicieron polvo”

“Aunque se supiera la verdad, se aclarara incluso, ya me hicieron polvo”. Así habló el músico, escritor y fotógrafo, Armando Vega Gil, poco antes de suicidarse. El fundador del grupo Botellita de Jerez, le envió el audio a un amigo, quien lo dio a conocer.

Hará cuestión de un par de años-, a raíz del destape de los abusos sexuales contra reconocidas actrices de Hollywood, a cargo de uno de sus productores de más renombre, Harry Westein, se armó un gran escándalo. El personaje todavía no pisa la cárcel, gracias a sus abogados, pero cayó en la absoluta desgracia y la sentencia le puede ser desfavorable.

A la primera mujer que denunció se siguió un rosario y así se hizo visible el movimiento que se conoce como #Me Too (Yo también), en particular en el Internet. En el sitio se denuncian acosos, aunque la condición –En Estados Unidos-, es que sea con pruebas de por medio y la perjudicada diga su nombre completo.

México es uno de los países con mayor índice de maltrato, de desigualdad, de inequidad. Las estadísticas indican que de cada diez, siete han sufrido algún tipo de abuso; hay otros datos que hablan hasta de nueve. El machismo imperante hace casi imposible el llegar a un Ministerio Público, en vista de que se suele revictimizar a la mujer y el expediente, a la basura.

La agresión va, desde la que se ejerce en la propia familia –violaciones a cargo de parientes e incluso, del mismo padre-, hasta el campo laboral, o el círculo de amistades. En cualquier lugar y, bajo cualquier circunstancia se le ataca. En el transporte público, en la calle, en un local comercial, nunca falta el tipejo que se acerca y manosea, sin que, en general si otras personas se dan cuenta, ayuden a la agraviada.

De aquí que, lo ocurrido con Westein propiciara el que una que otra en el país, se atreviera a apuntar con el dedo a su verdugo. Los grupos feministas han hecho públicas las condiciones de vulnerabilidad y en las redes apareció el Me Too mexicano, dividido por clasificaciones.

Al fundador de Botellita de Jerez lo denunció una joven, que aseguró que la había abusado cuando tenía 13 años. Con una diferencia: la demanda fue anónima. ¿Se vale? Por supuesto que no. Este hombre, que fue un gran creativo, insistió en que era una calumnia.

El anonimato de las redes ha dado pauta a un sinfín de aberraciones. Quita famas, con la mano en la cintura, sin dar la cara, sin pruebas y condena, como lo dijo Armando Vega Gil, a perder toda credibilidad.

Los extremos se tocan y hay un feminismo, conocido como mujerismo, que supone un ataque frontal al género masculino. Se cae en el absurdo de condenar el piropo más banal, el mini apapacho de un amigo, en forma irracional y además, produce el efecto contrario: exacerba el machismo.

El anonimato de una denuncia, facilita el cobro de venganzas, la intriga por envidias, por celos. Por completo, inadmisible. Recuerdo el caso, hace ya años cuando no había redes, de un jovencito al que se acusó de haber violado a una vecina. Era inocente, pero estuvo más de un año en prisión y el costo económico del juicio fue el Waterloo económico de sus padres. La interfecta acabó reconociendo que lo había denunciado porque estaba “ardida”, porque él la rechazó.

Me Too Músicos, cerró el sitio. Habría que entender lo que es el auténtico feminismo, hacer a un lado el mujerismo y pelear por el reconocimiento de nuestros derechos, por encima de fobias y filias.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq


“Aunque se supiera la verdad, se aclarara incluso, ya me hicieron polvo”. Así habló el músico, escritor y fotógrafo, Armando Vega Gil, poco antes de suicidarse. El fundador del grupo Botellita de Jerez, le envió el audio a un amigo, quien lo dio a conocer.

Hará cuestión de un par de años-, a raíz del destape de los abusos sexuales contra reconocidas actrices de Hollywood, a cargo de uno de sus productores de más renombre, Harry Westein, se armó un gran escándalo. El personaje todavía no pisa la cárcel, gracias a sus abogados, pero cayó en la absoluta desgracia y la sentencia le puede ser desfavorable.

A la primera mujer que denunció se siguió un rosario y así se hizo visible el movimiento que se conoce como #Me Too (Yo también), en particular en el Internet. En el sitio se denuncian acosos, aunque la condición –En Estados Unidos-, es que sea con pruebas de por medio y la perjudicada diga su nombre completo.

México es uno de los países con mayor índice de maltrato, de desigualdad, de inequidad. Las estadísticas indican que de cada diez, siete han sufrido algún tipo de abuso; hay otros datos que hablan hasta de nueve. El machismo imperante hace casi imposible el llegar a un Ministerio Público, en vista de que se suele revictimizar a la mujer y el expediente, a la basura.

La agresión va, desde la que se ejerce en la propia familia –violaciones a cargo de parientes e incluso, del mismo padre-, hasta el campo laboral, o el círculo de amistades. En cualquier lugar y, bajo cualquier circunstancia se le ataca. En el transporte público, en la calle, en un local comercial, nunca falta el tipejo que se acerca y manosea, sin que, en general si otras personas se dan cuenta, ayuden a la agraviada.

De aquí que, lo ocurrido con Westein propiciara el que una que otra en el país, se atreviera a apuntar con el dedo a su verdugo. Los grupos feministas han hecho públicas las condiciones de vulnerabilidad y en las redes apareció el Me Too mexicano, dividido por clasificaciones.

Al fundador de Botellita de Jerez lo denunció una joven, que aseguró que la había abusado cuando tenía 13 años. Con una diferencia: la demanda fue anónima. ¿Se vale? Por supuesto que no. Este hombre, que fue un gran creativo, insistió en que era una calumnia.

El anonimato de las redes ha dado pauta a un sinfín de aberraciones. Quita famas, con la mano en la cintura, sin dar la cara, sin pruebas y condena, como lo dijo Armando Vega Gil, a perder toda credibilidad.

Los extremos se tocan y hay un feminismo, conocido como mujerismo, que supone un ataque frontal al género masculino. Se cae en el absurdo de condenar el piropo más banal, el mini apapacho de un amigo, en forma irracional y además, produce el efecto contrario: exacerba el machismo.

El anonimato de una denuncia, facilita el cobro de venganzas, la intriga por envidias, por celos. Por completo, inadmisible. Recuerdo el caso, hace ya años cuando no había redes, de un jovencito al que se acusó de haber violado a una vecina. Era inocente, pero estuvo más de un año en prisión y el costo económico del juicio fue el Waterloo económico de sus padres. La interfecta acabó reconociendo que lo había denunciado porque estaba “ardida”, porque él la rechazó.

Me Too Músicos, cerró el sitio. Habría que entender lo que es el auténtico feminismo, hacer a un lado el mujerismo y pelear por el reconocimiento de nuestros derechos, por encima de fobias y filias.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq