/ sábado 3 de julio de 2021

 Cuidado con la ultra derecha de los panistas 

La contienda pos electoral exhibió el altísimo nivel de ambición de toda la clase política que la conduce, inclusive, a cometer autofagia (devorarse a sí misma), como en la época más salvaje del ser humano.

Por más que desde la Presidencia de la República se pregone el combate a la corrupción y la impunidad, los ciudadanos saben de cierto que los gobernantes ahora no ambicionan hacerse de los recursos públicos, porque éstos han disminuido considerablemente.

Ahora lo que aspiran gobernadores, alcaldes, diputados y senadores, es repartir entre familiares y amigos jugosos negocios en obra pública y mantenimiento o exigir el “moche” por negociar más presupuesto.

Por ello, no es coincidencia que durante la pasada contienda hayan sido asesinados 102 políticos, de los cuales 36 era aspirantes a un cargo de elección popular, desglosados de la siguiente manera: 23 contendían por una alcaldía, siete a una regiduría y uno más a síndico, según el conteo de Etellekt hasta el 6 de junio.

Además, el 76 por ciento del total de políticos asesinatos eran opositores al gobierno de donde realizaban su campaña. Así de fría se volvió la ambición.

Para darnos una mejor idea de lo violento que se ha vuelto el país, Etellekt considera que: “Con 102 políticos asesinados, el proceso electoral 2020-2021 se convirtió en el segundo con más víctimas mortales desde el año 2000. Respecto al proceso de 2018, la cifra de víctimas mortales descendió 33%.”

Tan solo entre el 5 y el 6 de junio, este último día de elección, fueron asesinados ocho candidatos.

El pasado proceso intermedio, si bien fue uno de los más concurridos en la historia de la democracia contemporánea, es también uno de los más violentos.

Los muertos querrán achacárselos al gobierno federal, a los estatales o a los municipales. No importa quién sea el responsable, lo importante es que se está haciendo muy poco o nada para erradicar la violencia en todo el territorio nacional.

Para acrecentar aún más el encono social, los militantes de los partidos políticos se confrontan entre sí y pelean por controlar sus dirigencias nacionales.

El jueves pasado, Morena convocó a un acto popular (sí, en pleno repunte de contagios de covid 19) en el Auditorio Nacional, dizque para celebrar los tres años de haber triunfado en las urnas, así de inexistentes están sus logros en el proceso de este año.

Durante el “festejo”, hubo de todo. Gritos, golpes, empujones, felicitaciones, reclamos y hasta mariachis.

En cuanto apareció Mario Delgado, dirigente nacional morenista, los asistentes comenzaron a abuchearlo, a gritarle “fuera, fuera”; el resentimiento se debe a que el proceso interno para elegir candidatos fue de lo más opaco, lo que generó enormes divisiones al interior del partido, que ha sido incapaz de subsanar.

Además, la imposición de una “Juanita” en Guerrero, para encubrir a Félix Salgado Macedonio, provocó el total descrédito del partido en el poder, ante un grupo de feministas cada vez mayor y más activas en los últimos años.

En cambio, quien se llevó la noche fue la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Seguramente se trató de su destape como aspirante presidencial, aprovechando la ausencia del otro “presidenciable”, o sea Marcelo Ebrard, quien por cierto parecería casualidad que no estuvo en ninguno de los festejos importantes del Presidente López Obrador, porque no asistió ni al mensaje trimestral en Palacio Nacional ni al festejo de Morena.

Entre ambos aspirantes hay enormes diferencias, porque mientras que Claudia fue bien vista por resistirse a cambiar el color del semáforo epidemiológico como se lo exigía el subsecretario Hugo López Gatell, el pobre de Marcelo no ha podido dar una buena, pues el manejo del envío de vacunas fue de lo más errado.

El colapso de la Línea es, sin duda, una tragedia que marcó al país, pero especialmente a la carrera política de ambos y, muy probablemente, los saque de la contienda, Claudia por encubrir a la directora del Metro y Marcelo por permitir una pésima construcción.

Pero los priistas también dieron muestra de estar dispuestos a tragarse entre ellos, porque desde el pasado martes un grupo de militantes supuestamente encabezados por Ulises Ruiz y Nallely Gutiérrez, tienen tomada la sede nacional, en Insurgentes Norte de la Ciudad de México.

Con palos, piedras y hasta disparos, el bloque en plantón exige la renuncia de su dirigente, Alejandro Moreno, con justificada razón porque en el pasado proceso electoral no dio un solo triunfo por sí solo. Ganar con ayuda de otros, no es ganar.

Desde hace un par de años, Ulises Ruíz ha expresado su ambición por la dirigencia nacional del PRI, pero su poca presencia al interior del partido le ha impedido llegar. Hace 11 concluyó su gobierno en Oaxaca y desde entonces nada de trascendencia ha realizado.

Es urgente que el tricolor cambie de dirigencia o de lo contrario “Alito” se quedará con la candidatura presidencial del 2024, que realmente es su aspiración.

Entre la oposición, quienes están en el cadalso son los perredistas, ya nadan de “muertito”, están a poco tiempo de perder su registro; empero, los panistas parecen recuperar fuerza y ser los únicos con verdadera posibilidad de competir contra Morena en la sucesión presidencial.

Parece que aún falta tiempo, pero ya pasó la primera mitad del Presidente López Obrador lo que en México significa que arranca la carrera por ocupar la silla de Palacio Nacional, a la que aspiran más de 10 cada seis años.

Y hasta el próximo sábado, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com

La contienda pos electoral exhibió el altísimo nivel de ambición de toda la clase política que la conduce, inclusive, a cometer autofagia (devorarse a sí misma), como en la época más salvaje del ser humano.

Por más que desde la Presidencia de la República se pregone el combate a la corrupción y la impunidad, los ciudadanos saben de cierto que los gobernantes ahora no ambicionan hacerse de los recursos públicos, porque éstos han disminuido considerablemente.

Ahora lo que aspiran gobernadores, alcaldes, diputados y senadores, es repartir entre familiares y amigos jugosos negocios en obra pública y mantenimiento o exigir el “moche” por negociar más presupuesto.

Por ello, no es coincidencia que durante la pasada contienda hayan sido asesinados 102 políticos, de los cuales 36 era aspirantes a un cargo de elección popular, desglosados de la siguiente manera: 23 contendían por una alcaldía, siete a una regiduría y uno más a síndico, según el conteo de Etellekt hasta el 6 de junio.

Además, el 76 por ciento del total de políticos asesinatos eran opositores al gobierno de donde realizaban su campaña. Así de fría se volvió la ambición.

Para darnos una mejor idea de lo violento que se ha vuelto el país, Etellekt considera que: “Con 102 políticos asesinados, el proceso electoral 2020-2021 se convirtió en el segundo con más víctimas mortales desde el año 2000. Respecto al proceso de 2018, la cifra de víctimas mortales descendió 33%.”

Tan solo entre el 5 y el 6 de junio, este último día de elección, fueron asesinados ocho candidatos.

El pasado proceso intermedio, si bien fue uno de los más concurridos en la historia de la democracia contemporánea, es también uno de los más violentos.

Los muertos querrán achacárselos al gobierno federal, a los estatales o a los municipales. No importa quién sea el responsable, lo importante es que se está haciendo muy poco o nada para erradicar la violencia en todo el territorio nacional.

Para acrecentar aún más el encono social, los militantes de los partidos políticos se confrontan entre sí y pelean por controlar sus dirigencias nacionales.

El jueves pasado, Morena convocó a un acto popular (sí, en pleno repunte de contagios de covid 19) en el Auditorio Nacional, dizque para celebrar los tres años de haber triunfado en las urnas, así de inexistentes están sus logros en el proceso de este año.

Durante el “festejo”, hubo de todo. Gritos, golpes, empujones, felicitaciones, reclamos y hasta mariachis.

En cuanto apareció Mario Delgado, dirigente nacional morenista, los asistentes comenzaron a abuchearlo, a gritarle “fuera, fuera”; el resentimiento se debe a que el proceso interno para elegir candidatos fue de lo más opaco, lo que generó enormes divisiones al interior del partido, que ha sido incapaz de subsanar.

Además, la imposición de una “Juanita” en Guerrero, para encubrir a Félix Salgado Macedonio, provocó el total descrédito del partido en el poder, ante un grupo de feministas cada vez mayor y más activas en los últimos años.

En cambio, quien se llevó la noche fue la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Seguramente se trató de su destape como aspirante presidencial, aprovechando la ausencia del otro “presidenciable”, o sea Marcelo Ebrard, quien por cierto parecería casualidad que no estuvo en ninguno de los festejos importantes del Presidente López Obrador, porque no asistió ni al mensaje trimestral en Palacio Nacional ni al festejo de Morena.

Entre ambos aspirantes hay enormes diferencias, porque mientras que Claudia fue bien vista por resistirse a cambiar el color del semáforo epidemiológico como se lo exigía el subsecretario Hugo López Gatell, el pobre de Marcelo no ha podido dar una buena, pues el manejo del envío de vacunas fue de lo más errado.

El colapso de la Línea es, sin duda, una tragedia que marcó al país, pero especialmente a la carrera política de ambos y, muy probablemente, los saque de la contienda, Claudia por encubrir a la directora del Metro y Marcelo por permitir una pésima construcción.

Pero los priistas también dieron muestra de estar dispuestos a tragarse entre ellos, porque desde el pasado martes un grupo de militantes supuestamente encabezados por Ulises Ruiz y Nallely Gutiérrez, tienen tomada la sede nacional, en Insurgentes Norte de la Ciudad de México.

Con palos, piedras y hasta disparos, el bloque en plantón exige la renuncia de su dirigente, Alejandro Moreno, con justificada razón porque en el pasado proceso electoral no dio un solo triunfo por sí solo. Ganar con ayuda de otros, no es ganar.

Desde hace un par de años, Ulises Ruíz ha expresado su ambición por la dirigencia nacional del PRI, pero su poca presencia al interior del partido le ha impedido llegar. Hace 11 concluyó su gobierno en Oaxaca y desde entonces nada de trascendencia ha realizado.

Es urgente que el tricolor cambie de dirigencia o de lo contrario “Alito” se quedará con la candidatura presidencial del 2024, que realmente es su aspiración.

Entre la oposición, quienes están en el cadalso son los perredistas, ya nadan de “muertito”, están a poco tiempo de perder su registro; empero, los panistas parecen recuperar fuerza y ser los únicos con verdadera posibilidad de competir contra Morena en la sucesión presidencial.

Parece que aún falta tiempo, pero ya pasó la primera mitad del Presidente López Obrador lo que en México significa que arranca la carrera por ocupar la silla de Palacio Nacional, a la que aspiran más de 10 cada seis años.

Y hasta el próximo sábado, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com