/ lunes 21 de octubre de 2019

Culiacán

Detienen al hijo del Chapo Guzmán y en un santiamén se reanuda la guerra en Culiacán, Sinaloa. Una película de terror, captada con teléfonos celulares, mostrando la angustia de la población ante los disparos de las armas de los malosos y de las fuerzas públicas que los repelieron como pudieron. El temor y la sorpresa inundaron al país mientras observábamos en redes una ofensiva imparable de capos armados hasta los dientes.

No se necesita ser policía experta en desmantelamientos de grupos criminales para entender que lo sucedido el jueves pasado en Culiacán careció de estrategia para enfrentarles con valoración objetiva de la capacidad de respuesta del objetivo, dando como resultado un desatino.

Son inaceptables las contradicciones del Secretario Durazo; el jueves dijo fue fortuito encontrarse con el hijo del Chapo, y el viernes dijo que iban por él con una orden de aprehensión con fines de extradición, en verdad es incomprensible siga en ese encargo.

Se informa tomaron a militares y familias como rehenes y los responsables del operativo enfrentaron un ultimátum: o soltaban a Ovidio Guzmán o los mataban; frente a esa disyuntiva se entiende que el Presidente haya ordenado la retirada y el hijo del Chapo no haya sido extraditado como lo tenían planeado y ofrecido a EU. Este hecho deja muy mal parado a López Obrador por más que presuma recibió solidaridad de Trump, cosa atípica por cierto. Pero también afecta a las fuerzas armadas y a la Guardia Nacional porque hoy fueron doblegadas resultado de un número superior de la delincuencia.

El Presidente tiene el deber de poner en blanco y negro lo que pasó e informar con responsabilidad a la opinión pública. Démonos cuenta que la guerra contra las drogas sigue, por más que lo niegue el Presidente, y lo que observamos es que esta batalla en Culiacán la perdió. Nada ha cambiado. Lo visto en Culiacán constata que nada ha cambiado. He aquí algunas propuestas:

Se debe discutir formalmente la despenalización de las drogas para lo cual el Congreso debe convocar parlamento abierto con las y los especialistas y diseñar un marco jurídico con ese propósito; legalizar la mariguana, y despenalizar uso de todas las drogas. Hay que sumarnos a esta discusión con otros países.

Debemos dejar de ser ya el patio trasero de Estados Unidos. La droga que se produce o pasa por México tiene destino Estados Unidos. Y las mafias mexicanas están armadas porque EU es un buen proveedor, son precisamente esas armas las que aterrorizaron Culiacán.

Hay que castigar el blanqueo de recursos de la delincuencia organizada, las que provienen del narco, y también de la de trata de personas, de la compra y venta de armas ilegales y otras delincuencias. Hay buenos ejemplos de cómo hacerlo.

Aplicar las leyes que hoy no aplica, una de ellas la Ley Nacional de Ejecución Penal, que pone orden en centros de privación de la libertad y obliga a la reinserción social y la justicia terapéutica. Hay materia y muy buenas prácticas en otros países, incluido EU. Se puede construir otro estado de cosas.

Discutir en serio rutas hacia la paz y control de las delincuencias; Colombia y otros países nos enseñan qué hacer, colocando siempre la LEY y los derechos humanos por delante.

Desde Palacio se dirá lo que sea; en la realidad los capos le tomaron la medida al gobierno, no lo constatemos nuevamente. Urge un cambio de timón por el bien del país.

Detienen al hijo del Chapo Guzmán y en un santiamén se reanuda la guerra en Culiacán, Sinaloa. Una película de terror, captada con teléfonos celulares, mostrando la angustia de la población ante los disparos de las armas de los malosos y de las fuerzas públicas que los repelieron como pudieron. El temor y la sorpresa inundaron al país mientras observábamos en redes una ofensiva imparable de capos armados hasta los dientes.

No se necesita ser policía experta en desmantelamientos de grupos criminales para entender que lo sucedido el jueves pasado en Culiacán careció de estrategia para enfrentarles con valoración objetiva de la capacidad de respuesta del objetivo, dando como resultado un desatino.

Son inaceptables las contradicciones del Secretario Durazo; el jueves dijo fue fortuito encontrarse con el hijo del Chapo, y el viernes dijo que iban por él con una orden de aprehensión con fines de extradición, en verdad es incomprensible siga en ese encargo.

Se informa tomaron a militares y familias como rehenes y los responsables del operativo enfrentaron un ultimátum: o soltaban a Ovidio Guzmán o los mataban; frente a esa disyuntiva se entiende que el Presidente haya ordenado la retirada y el hijo del Chapo no haya sido extraditado como lo tenían planeado y ofrecido a EU. Este hecho deja muy mal parado a López Obrador por más que presuma recibió solidaridad de Trump, cosa atípica por cierto. Pero también afecta a las fuerzas armadas y a la Guardia Nacional porque hoy fueron doblegadas resultado de un número superior de la delincuencia.

El Presidente tiene el deber de poner en blanco y negro lo que pasó e informar con responsabilidad a la opinión pública. Démonos cuenta que la guerra contra las drogas sigue, por más que lo niegue el Presidente, y lo que observamos es que esta batalla en Culiacán la perdió. Nada ha cambiado. Lo visto en Culiacán constata que nada ha cambiado. He aquí algunas propuestas:

Se debe discutir formalmente la despenalización de las drogas para lo cual el Congreso debe convocar parlamento abierto con las y los especialistas y diseñar un marco jurídico con ese propósito; legalizar la mariguana, y despenalizar uso de todas las drogas. Hay que sumarnos a esta discusión con otros países.

Debemos dejar de ser ya el patio trasero de Estados Unidos. La droga que se produce o pasa por México tiene destino Estados Unidos. Y las mafias mexicanas están armadas porque EU es un buen proveedor, son precisamente esas armas las que aterrorizaron Culiacán.

Hay que castigar el blanqueo de recursos de la delincuencia organizada, las que provienen del narco, y también de la de trata de personas, de la compra y venta de armas ilegales y otras delincuencias. Hay buenos ejemplos de cómo hacerlo.

Aplicar las leyes que hoy no aplica, una de ellas la Ley Nacional de Ejecución Penal, que pone orden en centros de privación de la libertad y obliga a la reinserción social y la justicia terapéutica. Hay materia y muy buenas prácticas en otros países, incluido EU. Se puede construir otro estado de cosas.

Discutir en serio rutas hacia la paz y control de las delincuencias; Colombia y otros países nos enseñan qué hacer, colocando siempre la LEY y los derechos humanos por delante.

Desde Palacio se dirá lo que sea; en la realidad los capos le tomaron la medida al gobierno, no lo constatemos nuevamente. Urge un cambio de timón por el bien del país.