/ domingo 11 de febrero de 2018

Cultura a la Mexicana

“En este mundo traidor nada es verdad ni mentira…todo es según el color del cristal con que se mira.” Ramón de Campoamor

Pues han pasado algunos años desde que durante mi niñez y adolescencia, con cierta frecuencia, asistía a la Casa de Guardias en el Castillo de Chapultepec, misma que por ese entonces albergaba a la que conocíamos como la “Casa de los Espejos” y que desde hace unos diez años es un espacio dedicado a exposiciones artísticas de carácter temporal.

En aquellos ayeres, a la palomilla de la escuela o de la colonia –según fuera el motivo de mi visita-, en verdad que nos divertía con una curiosidad morbosa el mirarnos en los espejos cóncavos y convexos que durante muchos años allí se encontraban y que nos convertían en verdaderos esperpentos; por las figuras grotescas y estrafalarias que siempre reflejaban de todo aquello que se les ponía enfrente. En ese sentido era común admirarnos convertidos en enanos o patizambos deformes que provocaban las burlas de nuestro vecino y de nosotros mismos. Creo que fue por ese entonces que asumí la conciencia de que la realidad puede ser deformada de manera significativa, dependiendo del medio utilizado para apreciarla.

Tal convicción hoy se hace presente al considerar lo que está sucediendo en el país en estos tiempos, que han llamado de precampaña con vistas a las elecciones que se verificarán en el año que iniciamos, pues vivimos invadidos de las ideas y opiniones que difunden abusivamente los partidos políticos con el objetivo principal de reflejar en el elector la peor imagen posible de sus adversarios, para influir en su favor en la futura contienda electoral.

En ese sentido nadie escatima recursos, pues si algo tienen para invertir en ello, son los caudales que por disposición legal les son proporcionados del erario público, es decir de sus propias “victimas”, que sin clemencia y sin descanso somos apabulladas con una copiosa publicidad que nos es transmitida sin descanso por todos los medios hasta ahora conocidos y qué como digo, están dirigidos a crearle mala publicidad a sus contendientes más que para dar a conocer sus programas de gobierno y las acciones concretas que prometen ejecutar en beneficio de la ciudadanía, claro, para el caso de ser elegidos.

De allí que la deformación sistemática de la realidad, la distorsión de los acontecimientos y la caricaturización de las personas sean el “pan de todos los días” en la contienda política, y si bien es cierto que todos tenemos, cuando menos, algo de “ropa sucia” que nos avergüenza, también lo es, sin importar su volumen real, que se trata de material dúctil para ser sometido a los siniestros espejos cóncavos y convexos de los acaudalados publicistas dedicados en “cuerpo y alma” hacer que su generoso cliente emerja como un santo, pero más aún, hacer verdaderos esperpentos de sus adversarios, a los ojos de sus potenciales electores.

En este caso, no hay ética que valga, sino aplicarle un nocaut fulminante al enemigo que nos ha tocado en suerte enfrentar en ese cuadrilátero al que pomposamente llamamos democracia a la mexicana, en la que por trillado que parezca y parafraseando a Maquiavelo:     

“El fin…justifica los medios”

napoleonef@hotmail.com

“En este mundo traidor nada es verdad ni mentira…todo es según el color del cristal con que se mira.” Ramón de Campoamor

Pues han pasado algunos años desde que durante mi niñez y adolescencia, con cierta frecuencia, asistía a la Casa de Guardias en el Castillo de Chapultepec, misma que por ese entonces albergaba a la que conocíamos como la “Casa de los Espejos” y que desde hace unos diez años es un espacio dedicado a exposiciones artísticas de carácter temporal.

En aquellos ayeres, a la palomilla de la escuela o de la colonia –según fuera el motivo de mi visita-, en verdad que nos divertía con una curiosidad morbosa el mirarnos en los espejos cóncavos y convexos que durante muchos años allí se encontraban y que nos convertían en verdaderos esperpentos; por las figuras grotescas y estrafalarias que siempre reflejaban de todo aquello que se les ponía enfrente. En ese sentido era común admirarnos convertidos en enanos o patizambos deformes que provocaban las burlas de nuestro vecino y de nosotros mismos. Creo que fue por ese entonces que asumí la conciencia de que la realidad puede ser deformada de manera significativa, dependiendo del medio utilizado para apreciarla.

Tal convicción hoy se hace presente al considerar lo que está sucediendo en el país en estos tiempos, que han llamado de precampaña con vistas a las elecciones que se verificarán en el año que iniciamos, pues vivimos invadidos de las ideas y opiniones que difunden abusivamente los partidos políticos con el objetivo principal de reflejar en el elector la peor imagen posible de sus adversarios, para influir en su favor en la futura contienda electoral.

En ese sentido nadie escatima recursos, pues si algo tienen para invertir en ello, son los caudales que por disposición legal les son proporcionados del erario público, es decir de sus propias “victimas”, que sin clemencia y sin descanso somos apabulladas con una copiosa publicidad que nos es transmitida sin descanso por todos los medios hasta ahora conocidos y qué como digo, están dirigidos a crearle mala publicidad a sus contendientes más que para dar a conocer sus programas de gobierno y las acciones concretas que prometen ejecutar en beneficio de la ciudadanía, claro, para el caso de ser elegidos.

De allí que la deformación sistemática de la realidad, la distorsión de los acontecimientos y la caricaturización de las personas sean el “pan de todos los días” en la contienda política, y si bien es cierto que todos tenemos, cuando menos, algo de “ropa sucia” que nos avergüenza, también lo es, sin importar su volumen real, que se trata de material dúctil para ser sometido a los siniestros espejos cóncavos y convexos de los acaudalados publicistas dedicados en “cuerpo y alma” hacer que su generoso cliente emerja como un santo, pero más aún, hacer verdaderos esperpentos de sus adversarios, a los ojos de sus potenciales electores.

En este caso, no hay ética que valga, sino aplicarle un nocaut fulminante al enemigo que nos ha tocado en suerte enfrentar en ese cuadrilátero al que pomposamente llamamos democracia a la mexicana, en la que por trillado que parezca y parafraseando a Maquiavelo:     

“El fin…justifica los medios”

napoleonef@hotmail.com

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