/ sábado 4 de julio de 2020

Cultura: La única opción

Es bien sabido que todo arte tiene su raíz en la comunidad social. En ella nace, impulsa o se contradice; pero aún por su propio nombre, el arte popular, la cultura, constituyen el arte social por excelencia.

Comprender la cultura es más que un pasatiempo; es un compromiso moral, sobre todo si entendemos que es la raíz primera y la más honda de la identidad nacional. La historia nos ha demostrado que sólo los pueblos que han sabido preservar y tonificar su cultura pueden librar el aislamiento para acceder al futuro. Por ello es imprescindible que los mexicanos, principalmente los gobernantes entiendan y quieran a México. Decía don Alfonso Reyes que “el presidente debe ser el mexicano que más quiera a México”.

La cultura es, por tanto, una compleja gama de símbolos y valores que la comunidad gesta y desarrolla, recrea, preserva y enriquece y con la cual se identifica y se vincula incorporándola, integrándola a su modelo social de vida.

La cultura quiere decir el sueño compartido, la inagotable energía, el poder de la creación estética, el milagro de la belleza. La cultura popular ha sobrevivido a todas las tempestades, porque el proceso de recreación le devuelve a cada instante la posibilidad del florecimiento.

México, nuestro país, es uno de los ejemplos más claros del impulso de los herederos de la grandeza humana y la perfección estética: mosaico plural y diverso de expresiones minúsculas y de mentalidad cósmica, de creencias y búsquedas, de diferencias y acercamientos que se funden cada día en un sólo crisol que continúa vivo para robustecer nuestro destino como nación madura, plena de posibilidades.

Alguien se preguntaba: ¿seremos capaces de asumir, como seres humanos civilizados, la responsabilidad social de fortalecer y de proteger el arte popular, la raíz profunda de la identidad nacional?

Por supuesto que sí. Y no solo eso. En los recientes días tuvimos sendos movimientos telúricos que nos sacudieron el alma y todos los sentidos. Inmediatamente surgieron las voces y las manos para auxiliar, ayudar, convocar. Eso significa cultura; somos un pueblo que, a pesar de nuestras otras calamidades, tenemos una cultura ancestral y única, y que nos mantiene unidos en momentos ríspidos.

Para definir nuestro perfil de mexicanos tenemos que mantener vivo el espíritu vigoroso y fecundo de la tierra múltiple; debemos preservar y consolidar la expresión auténtica, la dignidad del lenguaje, el trazo firme, la comunicación directa, el tono del color y el ritmo de la melodía que queremos. Por supuesto que hablo de la Cultura, con mayúscula.

Si acudo al diccionario de Conceptos, me explica claramente que “la cultura mexicana es el resultado tanto de la tradición indígena como de la cultura española impuesta por la colonización. Un poco menor (en comparación) fue el aporte de la cultura africana traída por los esclavos que los propios europeos incorporaron a la naciente sociedad latinoamericana”.

Entre las culturas originarias americanas que le dieron origen, se destacan la maya, la mexica y la tolteca, entre otras. Por su parte, la influencia española se hizo sentir durante los 500 años que duró la época colonial hispanoamericana, luego de la llegada de los conquistadores españoles a tierras americanas en el siglo XV.

La riqueza singular de la cultura mexicana se debe, en gran medida, a su mezcla de elementos modernos y su legado indígena. Aún persisten 52 pueblos nativos distintos, herederos de las naciones prehispánicas diezmadas por la conquista europea, dotadas de su propia lengua, mitología y tradiciones.

En otra parte, el Diccionario explica que “De este modo, en México se dan la mano una sociedad similar a la europea y estadounidense, con un importante legado aborigen en las artes, la cultura y la etnicidad. Entre esos aspectos destaca la gastronomía, considerada por Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, reflejo de la historia pre y post colonial de esta nación sudamericana”.

También son importantes a nivel mundial las artes visuales, especialmente la pintura, contando con nombres de prestigio internacional como Diego de Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

Otro tanto ocurre con nuestra literatura, rica y dotada de un Premio Nobel, otorgado al poeta y ensayista Octavio Paz en 1990, y su cine, cuya “época de oro” tuvo lugar entre 1930 y 1950, cuando la producción fílmica local fue la más importante de toda América Latina.

La cultura mexicana goza de un enorme prestigio a nivel mundial, que se traduce entre otras cosas en una actividad turística muy importante, que hacen de esta nación uno de los destinos más visitados del mundo entero.

Tenemos que acudir a la cultura, que es nuestra única opción. Sólo con esa mira lograremos conservar lo perdurable y trascendente, el mensaje que, en el decurso de la historia, paso a paso, nuestros antepasados han logrado transmitir para que las nuevas generaciones lo repitan y renueven.

pacofonn@yahoo.com.mx


Es bien sabido que todo arte tiene su raíz en la comunidad social. En ella nace, impulsa o se contradice; pero aún por su propio nombre, el arte popular, la cultura, constituyen el arte social por excelencia.

Comprender la cultura es más que un pasatiempo; es un compromiso moral, sobre todo si entendemos que es la raíz primera y la más honda de la identidad nacional. La historia nos ha demostrado que sólo los pueblos que han sabido preservar y tonificar su cultura pueden librar el aislamiento para acceder al futuro. Por ello es imprescindible que los mexicanos, principalmente los gobernantes entiendan y quieran a México. Decía don Alfonso Reyes que “el presidente debe ser el mexicano que más quiera a México”.

La cultura es, por tanto, una compleja gama de símbolos y valores que la comunidad gesta y desarrolla, recrea, preserva y enriquece y con la cual se identifica y se vincula incorporándola, integrándola a su modelo social de vida.

La cultura quiere decir el sueño compartido, la inagotable energía, el poder de la creación estética, el milagro de la belleza. La cultura popular ha sobrevivido a todas las tempestades, porque el proceso de recreación le devuelve a cada instante la posibilidad del florecimiento.

México, nuestro país, es uno de los ejemplos más claros del impulso de los herederos de la grandeza humana y la perfección estética: mosaico plural y diverso de expresiones minúsculas y de mentalidad cósmica, de creencias y búsquedas, de diferencias y acercamientos que se funden cada día en un sólo crisol que continúa vivo para robustecer nuestro destino como nación madura, plena de posibilidades.

Alguien se preguntaba: ¿seremos capaces de asumir, como seres humanos civilizados, la responsabilidad social de fortalecer y de proteger el arte popular, la raíz profunda de la identidad nacional?

Por supuesto que sí. Y no solo eso. En los recientes días tuvimos sendos movimientos telúricos que nos sacudieron el alma y todos los sentidos. Inmediatamente surgieron las voces y las manos para auxiliar, ayudar, convocar. Eso significa cultura; somos un pueblo que, a pesar de nuestras otras calamidades, tenemos una cultura ancestral y única, y que nos mantiene unidos en momentos ríspidos.

Para definir nuestro perfil de mexicanos tenemos que mantener vivo el espíritu vigoroso y fecundo de la tierra múltiple; debemos preservar y consolidar la expresión auténtica, la dignidad del lenguaje, el trazo firme, la comunicación directa, el tono del color y el ritmo de la melodía que queremos. Por supuesto que hablo de la Cultura, con mayúscula.

Si acudo al diccionario de Conceptos, me explica claramente que “la cultura mexicana es el resultado tanto de la tradición indígena como de la cultura española impuesta por la colonización. Un poco menor (en comparación) fue el aporte de la cultura africana traída por los esclavos que los propios europeos incorporaron a la naciente sociedad latinoamericana”.

Entre las culturas originarias americanas que le dieron origen, se destacan la maya, la mexica y la tolteca, entre otras. Por su parte, la influencia española se hizo sentir durante los 500 años que duró la época colonial hispanoamericana, luego de la llegada de los conquistadores españoles a tierras americanas en el siglo XV.

La riqueza singular de la cultura mexicana se debe, en gran medida, a su mezcla de elementos modernos y su legado indígena. Aún persisten 52 pueblos nativos distintos, herederos de las naciones prehispánicas diezmadas por la conquista europea, dotadas de su propia lengua, mitología y tradiciones.

En otra parte, el Diccionario explica que “De este modo, en México se dan la mano una sociedad similar a la europea y estadounidense, con un importante legado aborigen en las artes, la cultura y la etnicidad. Entre esos aspectos destaca la gastronomía, considerada por Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, reflejo de la historia pre y post colonial de esta nación sudamericana”.

También son importantes a nivel mundial las artes visuales, especialmente la pintura, contando con nombres de prestigio internacional como Diego de Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

Otro tanto ocurre con nuestra literatura, rica y dotada de un Premio Nobel, otorgado al poeta y ensayista Octavio Paz en 1990, y su cine, cuya “época de oro” tuvo lugar entre 1930 y 1950, cuando la producción fílmica local fue la más importante de toda América Latina.

La cultura mexicana goza de un enorme prestigio a nivel mundial, que se traduce entre otras cosas en una actividad turística muy importante, que hacen de esta nación uno de los destinos más visitados del mundo entero.

Tenemos que acudir a la cultura, que es nuestra única opción. Sólo con esa mira lograremos conservar lo perdurable y trascendente, el mensaje que, en el decurso de la historia, paso a paso, nuestros antepasados han logrado transmitir para que las nuevas generaciones lo repitan y renueven.

pacofonn@yahoo.com.mx