/ jueves 29 de marzo de 2018

De expresidiario a conservador

En 2010, una explosión en una mina de carbón que operaba Massey Energy mató a 29 hombres. En 2015, Don Blankenship, exdirector general de la empresa, fue encarcelado por conspirar para violar las normas de seguridad de las minas. En 2018, Blankenship parece tener posibilidades reales de convertirse en candidato republicano a senador de Virginia Occidental.

Blankenship es uno de los cuatro republicanos con condenas penales que quieren ocupar un cargo público este año y varios de ellos podrían ganar las candidaturas de su partido. Además, hay una lista más amplia de políticos republicanos que enfrentan acusaciones creíbles de enormes fallas éticas que sin embargo salieron victoriosos en las elecciones primarias del Partido Republicano, desde Roy Moore hasta… Donald Trump.

Es cierto, ha habido muchos demócratas fraudulentos, pero por lo general la revelación de su deshonestidad acabó con sus carreras democráticas. Lo sorprendente del paisaje republicano de hoy es que las personas que son a todas luces fraudulentas, estafadores o algo peor siguen contando con el fuerte apoyo de las bases del partido. Moore perdió la elección especial de Alabama por un margen pequeño, pero recibió un 91% de los votos de electores que se identificaron a sí mismos como republicanos.

Por su parte, aunque a estas alturas de su periodo Trump tiene una impopularidad sin precedentes para un presidente, sigue recibiendo un apoyo abrumador de la base del Partido Republicano. Algunos políticos republicanos han admitido abiertamente que esto hace que el ala congresual del partido esté menos dispuesta a hacer que rinda cuentas por incluso la infracción más espectacular, hasta incluyendo la posible colusión con una potencia extranjera hostil.

¿Qué sucede? No me parece que sea un accidente que el Partido Republicano moderno incluya a tantos malhechores y que estos parezcan progresar en la política intrapartido. Al contrario, el éxito de personas como Blankenship —o Trump— era una consecuencia inevitable de la estrategia política que los republicanos han seguido durante décadas, puesto que la sencilla verdad es que, desde Reagan, los republicanos básicamente han estafado a los electores estadounidenses.

Su agenda sostenida e invariable ha sido la redistribución ascendente del ingreso: recortar impuestos a los ricos mientras debilitan la red de seguridad social. Esta agenda es impopular: solo una pequeña minoría de los estadounidenses quiere que recorten los impuestos a los ricos, y una minoría todavía menor quiere recortes en los principales programas sociales. Sin embargo, los republicanos han ganado elecciones, en parte, negando la realidad de su agenda política, pero básicamente haciéndose pasar por defensores de los valores sociales tradicionales y, por encima de todo, de la más grande de las tradiciones estadounidenses, el racismo.

Con el tiempo, esta dependencia sostenida en la gran estafa ha tenido un fuerte efecto de selección tanto en el liderazgo como en las bases del partido. Los políticos del Partido Republicano tienden a ser estafadores de manera desproporcionada, porque jugar el juego político del partido requiere tanto la disposición como el talento para decir una cosa mientras se hace otra.

En 2010, una explosión en una mina de carbón que operaba Massey Energy mató a 29 hombres. En 2015, Don Blankenship, exdirector general de la empresa, fue encarcelado por conspirar para violar las normas de seguridad de las minas. En 2018, Blankenship parece tener posibilidades reales de convertirse en candidato republicano a senador de Virginia Occidental.

Blankenship es uno de los cuatro republicanos con condenas penales que quieren ocupar un cargo público este año y varios de ellos podrían ganar las candidaturas de su partido. Además, hay una lista más amplia de políticos republicanos que enfrentan acusaciones creíbles de enormes fallas éticas que sin embargo salieron victoriosos en las elecciones primarias del Partido Republicano, desde Roy Moore hasta… Donald Trump.

Es cierto, ha habido muchos demócratas fraudulentos, pero por lo general la revelación de su deshonestidad acabó con sus carreras democráticas. Lo sorprendente del paisaje republicano de hoy es que las personas que son a todas luces fraudulentas, estafadores o algo peor siguen contando con el fuerte apoyo de las bases del partido. Moore perdió la elección especial de Alabama por un margen pequeño, pero recibió un 91% de los votos de electores que se identificaron a sí mismos como republicanos.

Por su parte, aunque a estas alturas de su periodo Trump tiene una impopularidad sin precedentes para un presidente, sigue recibiendo un apoyo abrumador de la base del Partido Republicano. Algunos políticos republicanos han admitido abiertamente que esto hace que el ala congresual del partido esté menos dispuesta a hacer que rinda cuentas por incluso la infracción más espectacular, hasta incluyendo la posible colusión con una potencia extranjera hostil.

¿Qué sucede? No me parece que sea un accidente que el Partido Republicano moderno incluya a tantos malhechores y que estos parezcan progresar en la política intrapartido. Al contrario, el éxito de personas como Blankenship —o Trump— era una consecuencia inevitable de la estrategia política que los republicanos han seguido durante décadas, puesto que la sencilla verdad es que, desde Reagan, los republicanos básicamente han estafado a los electores estadounidenses.

Su agenda sostenida e invariable ha sido la redistribución ascendente del ingreso: recortar impuestos a los ricos mientras debilitan la red de seguridad social. Esta agenda es impopular: solo una pequeña minoría de los estadounidenses quiere que recorten los impuestos a los ricos, y una minoría todavía menor quiere recortes en los principales programas sociales. Sin embargo, los republicanos han ganado elecciones, en parte, negando la realidad de su agenda política, pero básicamente haciéndose pasar por defensores de los valores sociales tradicionales y, por encima de todo, de la más grande de las tradiciones estadounidenses, el racismo.

Con el tiempo, esta dependencia sostenida en la gran estafa ha tenido un fuerte efecto de selección tanto en el liderazgo como en las bases del partido. Los políticos del Partido Republicano tienden a ser estafadores de manera desproporcionada, porque jugar el juego político del partido requiere tanto la disposición como el talento para decir una cosa mientras se hace otra.