/ domingo 9 de enero de 2022

De la dependencia al desmantelamiento científico (I)

Ciencia, tecnología, estado y política son entes que a lo largo de la historia se han caracterizado por su extremo dinamismo; por estar determinados en su conformación y desarrollo por el devenir del contexto social, económico, político, ideológico y cultural del que son parte, y por existir entre ellos una estrecha e intrincada red de relaciones. De tal modo que no es posible hablar de ciencia y tecnología sin hacer referencia al Estado del que son parte y a su respectiva política, pues como bien lo ha reconocido Marcos Kaplan, al ser todo conocimiento científico un poder potencial y estar determinada toda decisión sobre ciencia o tecnología por la estructura y dinámica del sistema político, desde ese momento ciencia y tecnología son asuntos de Estado. Y es que la convergencia de los intereses del saber y del poder, como lo reconoció el gran teórico Jean Jacques Salomon, está inscrita en la naturaleza de la ciencia moderna (en la que el saber es poder) y en los objetivos del Estado (donde el poder deviene en saber).

Al mismo tiempo, no podemos dejar de reconocer que el avance científico requiere tanto del apoyo de los sectores sociales más informados como de la política científica a cargo del Estado, al establecer ésta la prioridad de objetivos socioeconómicsos, lo que convierte al discurso teórico en un discurso político. Política científica que, si bien desde la revolución industrial comenzó a gestarse, fue hasta el inicio del siglo XX cuando pasó a formar parte de la política estatal, principalmente por su conexidad con la guerra, primero en las grandes potencias y, a partir de los años 50, en el resto de los países, en gran parte gracias al impulso de los organismos internacionales creados a raíz de la Segunda Guerra Mundial, contribuyendo con ello a la consolidación de los nexos entre la ciencia y la tecnología con el Estado y la política.

En el caso de México, autores como María Teresa Márquez y Edmundo Flores han destacado que prácticamente hasta antes de los años 70 no hubo una plena conciencia en torno a la importancia que revestía el impulso a la ciencia y la tecnología para el desarrollo del país. Otros, como Rosalba Casas, refiere que hacia 1935 el cardenismo, tal vez bajo influencia de la URSS, estimuló la investigación científico-teconlógica a fin de integrarla a los programas de desarrollo socioeconómico, derivado de lo cual habría de surgir el primer organismo técnico de consulta, el Consejo Nacional de Educación Superior y de la Investigación Científica (CONESIC), que evidenció la necesidad de vincular la tecnología con la praxis. Validez de este primer intento que también reconoce el ameritado catedrático universitario Juan José Saldaña, forjador pionero de grandes generaciones de estudiosos de la ciencia en nuestro país, así como los esfuerzos sucesivos que realizaron tanto la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica (CICIC) como el Instituto Nacional de la Investigación Científica (INIC), pero de cuyos resultados se muestra escéptico, y evidentemente la razón le asiste.

Hacia los 60, previo acuerdo de los llamados países industrializados, avanzados o desarrollados, organismos como la OEA, CEPAL, SELA, UNCTAD, UNESCO, BIRF, BID, buscaron impulsar una política a futuro en el llamado Tercer Mundo que promoviera la actividad científico-tecnológica como un elemento importante para su desarrollo. Producto de ello fueron los diversos Consejos Nacionales de Ciencia y Tenología en Latinoamérica, pero su éxito fue magro: no tenían plena conciencia de las características sociestructurales de su región y menos de las razones de dependencia de sus respectivas naciones. Ni siquiera el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) fue eficaz para implantar una verdadera política de la ciencia en México. A principios de los 80, Saldaña afirmaba: “el Sitema Científico Mexicano jamás ha dejado el nivel de las intenciones, … la actividad científica y tecnológica en México no obedece a ningún plan y por consecuencia es anárquica y … tal sistema, menos aún, es mexicano”.

Sí. Desde las primeras décadas del siglo XX, personajes corno Enrique Beltrán lucharon por crear conciencia de que en México era necesario que se impulsaran las actividades científicas, pero las acciones tomadas desde 1935 no consideraron de manera prioritaria las condiciones materiales del país. A partir de los años 40, México -como otros países de Latinoamérica- tuvo la oportunidad de entrar a un proceso de idustrialización, pero este “despegue” se enfocó de manera errónea: no se sustentó sobre una verdadera base de avances científicos y de innovaciones tecnológicas. Para el Estado fue más redituable importar tecnología extranjera y bienes de consumo, en vez de impulsar la investigación y el desarrollo experimentales. Derivado de ello, se detonó una larga dependencia que hasta la fecha no ha habido política científica que haya logrado erradicar, y bien sabemos que no hay más fina y sutil dependencia que la dependencia del conocimiento. (Seguirá).


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

Ciencia, tecnología, estado y política son entes que a lo largo de la historia se han caracterizado por su extremo dinamismo; por estar determinados en su conformación y desarrollo por el devenir del contexto social, económico, político, ideológico y cultural del que son parte, y por existir entre ellos una estrecha e intrincada red de relaciones. De tal modo que no es posible hablar de ciencia y tecnología sin hacer referencia al Estado del que son parte y a su respectiva política, pues como bien lo ha reconocido Marcos Kaplan, al ser todo conocimiento científico un poder potencial y estar determinada toda decisión sobre ciencia o tecnología por la estructura y dinámica del sistema político, desde ese momento ciencia y tecnología son asuntos de Estado. Y es que la convergencia de los intereses del saber y del poder, como lo reconoció el gran teórico Jean Jacques Salomon, está inscrita en la naturaleza de la ciencia moderna (en la que el saber es poder) y en los objetivos del Estado (donde el poder deviene en saber).

Al mismo tiempo, no podemos dejar de reconocer que el avance científico requiere tanto del apoyo de los sectores sociales más informados como de la política científica a cargo del Estado, al establecer ésta la prioridad de objetivos socioeconómicsos, lo que convierte al discurso teórico en un discurso político. Política científica que, si bien desde la revolución industrial comenzó a gestarse, fue hasta el inicio del siglo XX cuando pasó a formar parte de la política estatal, principalmente por su conexidad con la guerra, primero en las grandes potencias y, a partir de los años 50, en el resto de los países, en gran parte gracias al impulso de los organismos internacionales creados a raíz de la Segunda Guerra Mundial, contribuyendo con ello a la consolidación de los nexos entre la ciencia y la tecnología con el Estado y la política.

En el caso de México, autores como María Teresa Márquez y Edmundo Flores han destacado que prácticamente hasta antes de los años 70 no hubo una plena conciencia en torno a la importancia que revestía el impulso a la ciencia y la tecnología para el desarrollo del país. Otros, como Rosalba Casas, refiere que hacia 1935 el cardenismo, tal vez bajo influencia de la URSS, estimuló la investigación científico-teconlógica a fin de integrarla a los programas de desarrollo socioeconómico, derivado de lo cual habría de surgir el primer organismo técnico de consulta, el Consejo Nacional de Educación Superior y de la Investigación Científica (CONESIC), que evidenció la necesidad de vincular la tecnología con la praxis. Validez de este primer intento que también reconoce el ameritado catedrático universitario Juan José Saldaña, forjador pionero de grandes generaciones de estudiosos de la ciencia en nuestro país, así como los esfuerzos sucesivos que realizaron tanto la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica (CICIC) como el Instituto Nacional de la Investigación Científica (INIC), pero de cuyos resultados se muestra escéptico, y evidentemente la razón le asiste.

Hacia los 60, previo acuerdo de los llamados países industrializados, avanzados o desarrollados, organismos como la OEA, CEPAL, SELA, UNCTAD, UNESCO, BIRF, BID, buscaron impulsar una política a futuro en el llamado Tercer Mundo que promoviera la actividad científico-tecnológica como un elemento importante para su desarrollo. Producto de ello fueron los diversos Consejos Nacionales de Ciencia y Tenología en Latinoamérica, pero su éxito fue magro: no tenían plena conciencia de las características sociestructurales de su región y menos de las razones de dependencia de sus respectivas naciones. Ni siquiera el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) fue eficaz para implantar una verdadera política de la ciencia en México. A principios de los 80, Saldaña afirmaba: “el Sitema Científico Mexicano jamás ha dejado el nivel de las intenciones, … la actividad científica y tecnológica en México no obedece a ningún plan y por consecuencia es anárquica y … tal sistema, menos aún, es mexicano”.

Sí. Desde las primeras décadas del siglo XX, personajes corno Enrique Beltrán lucharon por crear conciencia de que en México era necesario que se impulsaran las actividades científicas, pero las acciones tomadas desde 1935 no consideraron de manera prioritaria las condiciones materiales del país. A partir de los años 40, México -como otros países de Latinoamérica- tuvo la oportunidad de entrar a un proceso de idustrialización, pero este “despegue” se enfocó de manera errónea: no se sustentó sobre una verdadera base de avances científicos y de innovaciones tecnológicas. Para el Estado fue más redituable importar tecnología extranjera y bienes de consumo, en vez de impulsar la investigación y el desarrollo experimentales. Derivado de ello, se detonó una larga dependencia que hasta la fecha no ha habido política científica que haya logrado erradicar, y bien sabemos que no hay más fina y sutil dependencia que la dependencia del conocimiento. (Seguirá).


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli