A principios del año 1952 el campeón nacional de peso gallo Edel Ojeda decidió concluir su tránsito por el ring . Quedó vacante el título. Edel era un brillante alumno de la carrera de Ingeniería , miembro de una distinguida familia que no veía con buenos ojos que el joven de brillante porvenir se expusiera a una lesión o prefiriese el gimnasio al “restirador” donde perfeccionaba planos y bocetaba fábricas y conjuntos residenciales.
Disciplinado y de mente bien organizada Edel Ojeda prosperaba en su estudio. “Ya tenía en mente negocios de refrigeración”, recordarían condiscípulos . Pero ya ganaba buenos miles de pesos en funciones sabatinas estelares. “La lana” nunca cae mal”, concluía, y se preparaba a conciencia. Con un poco de suerte y la ayuda del griego George Parnassus, hasta podría ganar un título mundial.
Sería magnífico pelear con el australiano Carruthers. Pero llegar a la esfera del envidiado y temido griego, no era tarea fácil. George Parnassus era la élite , el círculo de los exclusivos hacedores de famas pugilísticas. Que cada pelea significara negocio redondo. Moderado pero fiel bebedor de whisky canadiense, Parnassus daba lugar de privilegio en su equipaje a su marca predilecta. Botella en saquito de terciopelo azul. Promotores y managers ansiaban su amistad. Sabían sus duras condiciones; severas exigencias. Despertaba recelo. Lo disipaba su amistad con los promotores de boxeo de Los Ángeles, Londres. Su dilatada amistad con el poderoso Nat Fleischer, editor-propietario de la revista “The Ring”. Ahí se clasificaba, calificaba la calidad de cada boxeador. Escalafón que el universo del boxeo observaba. En sus páginas se determinaba qué peleador podía retar y combatir con el campeón mundial de su categoría. Carruthers, australiano, no tenía muchas ganas de exponer su título de campeón mundial de peso gallo. Pocos años después su indiscutible retador, Raúl Macías, “El Ratón”, lo sufriría.
Le apodaban “Güero” a Edel Ojeda. A su alrededor Beto Couary, Lino Botello, Fili Nava, el “patitas chuecas” García , Roberto Ramírez Costales, el “ Xochimilca”, la “Zorrita” González y un chamaquito flacucho al que daban el mote de “Ratón”. Salía del boxeo amateur. Quería seguir el ejemplo de sus hermanos mayores que ya comenzaban a destacar como preliminaristas y en la pelea semifinal - la anterior a la “estrella”.
Boxeo de los años cincuenta. Se disipaba el efecto Rodolfo Casanova, el nevero de la Lagunilla cuyas formidables facultades, –“un punch de cloroformo”, describe Fray Nano en su diario “ La Afición”--, se perdieron en tabernas y noches sin fin. Casanova, cuya mera mención prendía entusiasmos y dividía opiniones. Rodolfo Casanova al que su manager motejado “Borrego” encerraba bajo llaves y candados para alejarlo de pésimas compañías y obligarlo a entrenar. “Lo encerró en una celda de Lecumberri para ponerlo en forma”. Rodolfo Casanova con el remoquete de “Chango” era visto con curiosidad, simpatía y compasión. Hijo de la pobreza, carente de educación, fruto de la calle, hizo trabajos de mandadero y cargador de bultos en mercados. Aprendió el saber de la preparación de nieves. Giraba cientos de veces los botes helados envueltos en costales de fibra. Hasta que descubrió el box. Resistía y noqueaba. Populachero ganó el corazón de los aficionados. Lo seguían a todas partes. Sus managers lo explotaron sin misericordia. Casanova gozó de fama internacional. Casi rozó el umbral de la gran fama. Alcohol y abuso lo vencieron.
Formó parte del célebre trío Casanova- Zurita-Conde. Rodolfo Casanova inspiró el guión de la película “Campeón sin corona”, que protagonizó David Silva. Ascenso, gloria y caída del boxeador. Magnífica película. Describe peripecias y perfiles de aquel trío de boxeadores. Juan Zurita vencía a Joe Conde pero caía ante Casanova. El “Chango” noqueaba a Juan Zurita pero no podía con Joe Conde quien recurría a la maniobra de hablar en inglés al oído del casi analfabeta Casanova y lo impacientaba, lo aturdía, lo desquiciaba y lo derrotaba. Pero Joe Conde –nacido en Mazatlán-- sufría derrota frente a Juan Zurita. Rivalidad y sus ribetes que eran delicia de los reporteros de la sección deportiva de diarios y revistas.
Juan Zurita se enfrentó a un negrazo de apellido Williams. Ganó el título mundial. Júbilo nacional. Por fin un súper campeón. ¿No que no? ¡ Pa´ que vean que acá las poderosas! ¿Se creen muy salsas?
Hasta Agustín Lara se regocijó y le compuso a Juan Zurita:
“ Ay, qué suave y que chicho
Pues ya queda dicho
Tenemos un campeón “
Que duró lo que al triste la alegría. En el combate de revancha Williams tundió a Zurita, recuperó su título y ocasionó pérdida de miles de pesos y hasta un automóvil a Agustín Lara. Le apostó a Zurita y le fue muy mal. Pobre Agustín”, murmuró la calle…
El muy educado promotor de boxeo, don Miguel de la Colina –cuyo hermano Rafael era embajador de México ante la Organización de los Estados Americanos– celoso vigilante del negocio de don Salvador Luteroth, dueño de la Arena Coliseo -el embudo de Perú 77 , indicaban los reportajes-- estaba muy al tanto de lo que ocurría en los gimnasios. Al enterarse de la decisión de abandonar la dura profesión de dar y recibir golpes del rubio Edel Ojeda decidió:
“Voy a organizar una eliminatoria para tener nuevo campeón nacional gallo. Incluiré a Raúl Macías. El “Ratón”, quien ya le ganó a Luis Castillo, a quien rebautizaron y le dicen “El duende de La Merced” y “El acorazado de bolsillo”. Me gustó su pelea con Manuel Armenteros. Ese cubano pega “como patada de mula” pero Macías lo boxeó muy bonito y le ganó. Es bueno este “Ratóncito”.