/ sábado 30 de julio de 2022

De la pluma de Miguel Reyes Razo | Preparativos de la campaña de JLP

Por Miguel Reyes Razo

La noche del 31 de Diciembre de 1975 ante la impresionante construcción de la Hidroeléctrica de Chicoasen, en Chiapas, Don José López Portillo reunió a los reporteros que describían su intensa gira electoral y solemne :

"Deseo tengan feliz año. También a su familia. A quienes todavía no la fundan, háganlo con responsabilidad. Los que ya tienen la propia, consérvenla".

Conmovedor, inolvidable momento. Al candidato presidencial se unía su familia, sus cercanos, consejeros. Jovial y sano, macizo, muy fuerte y ágil. Diestro. Dotado de músculos educados e inteligencia que los mantenía alerta. Sensible, sin disimulo. Don José López Portillo indagaba. Porfirio Muñoz Ledo -líder del PRI- lo tenía al día. El "güero" Rodolfo Landeros trataba a los reporteros. Frecuentes ataques de migraña lo punzaban y obligaban a sumirse en la obscuridad.

Ramón Guzmán era un bien trajeado fotógrafo de "El Heraldo de México". De trato amable, simpaticón, ocurrente, vivaz muy hábil en el elogio y el aplauso aprovechó cuanta orden que indicaba "cubrir" al Secretario de Hacienda José López Portillo, para procurar mejor ángulo, superior iluminación y oportunidad para retener los mejores más agradables gestos del funcionario. Ahí se movía -con varias Olimpus al cuello, el trabajador Ramón Guzmán. Los señores Alarcón, dueños del influyente periódico hallaron en esa cámara fotográfica, una que cumplía sus anhelos artísticos y sus costumbres ahorrativas. La "Olimpus" era de "doble cuadro". 72 fotos por rollo. En lugar de las 36 de una Nikon.

Formal, trabajador, metido en lo suyo, Ramón Guzmán -"tienes nombre de calle", lo punzaban sus amigos- se "pegó" a la campaña. La hizo suyísima. Se dedicó a seguir sus huellas. Consiguió ganar la confianza del personaje. La privacidad de su despacho. La paz de su hogar. El bullicio de su familia. El gozo de reuniones y sobremesa. La exhibición del hábil deportista. "Novato de Oro" en el tennis que disputaba volea a volea con el profesional Mario Llamas. Con el ágil e inteligente Jorge Díaz Serrano. Él sí, desde mucho tiempo atrás, miembro de varios clubes de tennis y golf.

En la alberca, en las barras paralelas, frente al costal o el "punching bag" o la "pera loca" con guanteletas, frente al espejo "boxeo de sombra" o levantando discos de acero muy pesados. Transpirando a chorros, empapada la camiseta, más feliz el rostro por la felicidad del deporte, así "clic...clic...clic...Ramón Guzmán recreaba al brillante José López Portillo.

"Será usted, Ramón, mi fotógrafo personal en Los Pinos. Estará usted conmigo los próximos seis años.

"Gracias, Señor Presidente. Gracias, Licenciado. De veras, señor. Gracias. Le prometo...

"Nada, nada. Me gusta su trabajo. Le cae bien a mi familia. Ya verá.

Alejandro Carrillo Castro experimentó -desde mucho tiempo atrás- profunda admiración y afecto por Don José López Portillo. Precoz inteligencia distinguía al hijo del político sonorense Alejandro Carrillo Marcor. Héctor, su tío pertenecía desde varios lustros pasados al cuerpo de abogados de Petróleos Mexicanos. Alejandro sufría la exigencia de su padre. "No tiene nada de particular que seas brillante, estudioso y reconocido. Así tienes que ser", le sermoneaba.

"Casi con el Presidente Díaz Ordaz se inició en México la planeación estatal, gubernamental. Fue famosa -hasta se transformó en libro- la reunión de la Casa de Piedra, en Cuernavaca. Manuel López Gallo, Fernando Solana, y otros economistas y sociólogos con estadígrafos y abogados nos reunimos ahí para diagnosticar -con el rigor de las Ciencias Sociales- el estado de la nación. Qué le urgía. Cómo responder a sus menesteres. Era la hora soñada -recuerda con emoción Alejandro Carrillo Castro. Desde años atrás sembré en el PRI la urgencia de realizar una profunda Reforma Administrativa . Imposible un programa de gobierno que no se apegara a una meditada planeación.

Y el Doctor Alejandro Carrillo Castro recibió a buenas horas la responsabilidad de llevar adelante la tan anhelada reforma. Conferenciante en varios países. Joven, muy atractivo, ya para entonces su padre gobernaba Sonora, Alejandro Carrillo Castro tuvo en sus manos la responsabilidad de poner en movimiento la maquinaria gubernamental.

La campaña presidencial del PRI se movía en diferentes sentidos. El que deseaba imponer a su sucesor el Presidente de la República. Celoso, observaba sus movimientos y discursos.

"Desde siempre es así -relató a su hora el brillante y gratísimo Rodolfo Echeverria Ruiz. Se cuenta que ya candidato Gustavo Díaz Ordaz dio en incluir en sus discursos. "Soy un mexicano inconforme con lo que nos ocurre..." Y al saberlo, el Presidente Adolfo López Mateos deslizó: "Yo no se cuando le vino lo inconforme a Gustavito. Aquí estaba en mi casa cada domingo con las carnitas, los chicharrones y juntos taqueabamos y nos echábamos unos tequilas. Y -remataba López Mateos- jamás lo vi inconforme. Más bien muy a gusto".

Y la misma campaña que dirige el PRI. Que el candidato se atreva. Que revise los documentos del IEPES. Que se apegue a la plataforma del partido. Tiene el apoyo de la gente. La logística la realizamos acá.

Entonces ocurrió la disputa por la información. Porfirio Muñoz Ledo designó a su muy cercano colaborador Leopoldo Mendívil -Exreportero de "El Heraldo de México"- Jefe de Prensa de la campaña. Intrigas y traiciones. Zancadillas malévolas. Ruindad de pestilentes personajes lo malquistaron ante el candidato.

"Ya no tiene usted mi confianza, Mendivil. Lo siento.

Y Rodolfo Landeros Gallegos -cercanísimo a Don José López Portillo-

se hizo el vocero de aquella gira.


Por Miguel Reyes Razo

La noche del 31 de Diciembre de 1975 ante la impresionante construcción de la Hidroeléctrica de Chicoasen, en Chiapas, Don José López Portillo reunió a los reporteros que describían su intensa gira electoral y solemne :

"Deseo tengan feliz año. También a su familia. A quienes todavía no la fundan, háganlo con responsabilidad. Los que ya tienen la propia, consérvenla".

Conmovedor, inolvidable momento. Al candidato presidencial se unía su familia, sus cercanos, consejeros. Jovial y sano, macizo, muy fuerte y ágil. Diestro. Dotado de músculos educados e inteligencia que los mantenía alerta. Sensible, sin disimulo. Don José López Portillo indagaba. Porfirio Muñoz Ledo -líder del PRI- lo tenía al día. El "güero" Rodolfo Landeros trataba a los reporteros. Frecuentes ataques de migraña lo punzaban y obligaban a sumirse en la obscuridad.

Ramón Guzmán era un bien trajeado fotógrafo de "El Heraldo de México". De trato amable, simpaticón, ocurrente, vivaz muy hábil en el elogio y el aplauso aprovechó cuanta orden que indicaba "cubrir" al Secretario de Hacienda José López Portillo, para procurar mejor ángulo, superior iluminación y oportunidad para retener los mejores más agradables gestos del funcionario. Ahí se movía -con varias Olimpus al cuello, el trabajador Ramón Guzmán. Los señores Alarcón, dueños del influyente periódico hallaron en esa cámara fotográfica, una que cumplía sus anhelos artísticos y sus costumbres ahorrativas. La "Olimpus" era de "doble cuadro". 72 fotos por rollo. En lugar de las 36 de una Nikon.

Formal, trabajador, metido en lo suyo, Ramón Guzmán -"tienes nombre de calle", lo punzaban sus amigos- se "pegó" a la campaña. La hizo suyísima. Se dedicó a seguir sus huellas. Consiguió ganar la confianza del personaje. La privacidad de su despacho. La paz de su hogar. El bullicio de su familia. El gozo de reuniones y sobremesa. La exhibición del hábil deportista. "Novato de Oro" en el tennis que disputaba volea a volea con el profesional Mario Llamas. Con el ágil e inteligente Jorge Díaz Serrano. Él sí, desde mucho tiempo atrás, miembro de varios clubes de tennis y golf.

En la alberca, en las barras paralelas, frente al costal o el "punching bag" o la "pera loca" con guanteletas, frente al espejo "boxeo de sombra" o levantando discos de acero muy pesados. Transpirando a chorros, empapada la camiseta, más feliz el rostro por la felicidad del deporte, así "clic...clic...clic...Ramón Guzmán recreaba al brillante José López Portillo.

"Será usted, Ramón, mi fotógrafo personal en Los Pinos. Estará usted conmigo los próximos seis años.

"Gracias, Señor Presidente. Gracias, Licenciado. De veras, señor. Gracias. Le prometo...

"Nada, nada. Me gusta su trabajo. Le cae bien a mi familia. Ya verá.

Alejandro Carrillo Castro experimentó -desde mucho tiempo atrás- profunda admiración y afecto por Don José López Portillo. Precoz inteligencia distinguía al hijo del político sonorense Alejandro Carrillo Marcor. Héctor, su tío pertenecía desde varios lustros pasados al cuerpo de abogados de Petróleos Mexicanos. Alejandro sufría la exigencia de su padre. "No tiene nada de particular que seas brillante, estudioso y reconocido. Así tienes que ser", le sermoneaba.

"Casi con el Presidente Díaz Ordaz se inició en México la planeación estatal, gubernamental. Fue famosa -hasta se transformó en libro- la reunión de la Casa de Piedra, en Cuernavaca. Manuel López Gallo, Fernando Solana, y otros economistas y sociólogos con estadígrafos y abogados nos reunimos ahí para diagnosticar -con el rigor de las Ciencias Sociales- el estado de la nación. Qué le urgía. Cómo responder a sus menesteres. Era la hora soñada -recuerda con emoción Alejandro Carrillo Castro. Desde años atrás sembré en el PRI la urgencia de realizar una profunda Reforma Administrativa . Imposible un programa de gobierno que no se apegara a una meditada planeación.

Y el Doctor Alejandro Carrillo Castro recibió a buenas horas la responsabilidad de llevar adelante la tan anhelada reforma. Conferenciante en varios países. Joven, muy atractivo, ya para entonces su padre gobernaba Sonora, Alejandro Carrillo Castro tuvo en sus manos la responsabilidad de poner en movimiento la maquinaria gubernamental.

La campaña presidencial del PRI se movía en diferentes sentidos. El que deseaba imponer a su sucesor el Presidente de la República. Celoso, observaba sus movimientos y discursos.

"Desde siempre es así -relató a su hora el brillante y gratísimo Rodolfo Echeverria Ruiz. Se cuenta que ya candidato Gustavo Díaz Ordaz dio en incluir en sus discursos. "Soy un mexicano inconforme con lo que nos ocurre..." Y al saberlo, el Presidente Adolfo López Mateos deslizó: "Yo no se cuando le vino lo inconforme a Gustavito. Aquí estaba en mi casa cada domingo con las carnitas, los chicharrones y juntos taqueabamos y nos echábamos unos tequilas. Y -remataba López Mateos- jamás lo vi inconforme. Más bien muy a gusto".

Y la misma campaña que dirige el PRI. Que el candidato se atreva. Que revise los documentos del IEPES. Que se apegue a la plataforma del partido. Tiene el apoyo de la gente. La logística la realizamos acá.

Entonces ocurrió la disputa por la información. Porfirio Muñoz Ledo designó a su muy cercano colaborador Leopoldo Mendívil -Exreportero de "El Heraldo de México"- Jefe de Prensa de la campaña. Intrigas y traiciones. Zancadillas malévolas. Ruindad de pestilentes personajes lo malquistaron ante el candidato.

"Ya no tiene usted mi confianza, Mendivil. Lo siento.

Y Rodolfo Landeros Gallegos -cercanísimo a Don José López Portillo-

se hizo el vocero de aquella gira.