/ sábado 21 de septiembre de 2024

De la pluma de Miguel Reyes Razo / Ricardo “Pajarito” Moreno, todo un campeón

Ricardo Moreno estremeció al boxeo mexicano de los primeros años 50 del Siglo XX. Gesto fiero, físico impresionante y una pegada que hería, lastimaba, tundía, noqueaba. Su fama de “terrible” atraía muchedumbres. Lo cercaban en el gimnasio. Casi le impedían movimientos ya de sombra, ora ante la “pera loca “. Y ni hablar al fortalecer su abdomen con decenas de “ ejercicios abdominales”.

Su manager, el “Gordo” Lupe Sánchez pasaba “las de Caín” para mantener a decenas de curiosos distantes del chamaco ya apodado “Pajarito” y rebautizado por la prensa deportiva como “El Barrotero de Chalchihuites”. Por fin un paisano de Ramón López Velarde - fino poeta autor de la oda “ Suave Patria”-, volvía a poner a Zacatecas en la primera plana. En la atención nacional.

Se reproducían las fotografías del joven pugilista cuya mera expresión espantaba, en la preparación de soberbio “gancho”. Toda su energía, intención y flexibilidad corporal se conjugaban para explotar, estallar, atomizar el blanco elegido. Todo en ese organismo - fibra, pensamiento, respiración y ritmo cardiaco- se nutrían de una fuerza huracanada, eruptiva. Ánimo, voluntad de aniquilar al contrario.

Juiciosos expertos notaron –desde sus primeras andanzas– lo limitado de su saber pugilístico. Sin ambages, Ricardo Moreno, el “Pajarito”, no sabía ni “jota” del oficio de atacar y defenderse. Y si con buen estilo, mejor. El bárbaro noqueador era en verdad muy torpe. Cifraba por entero su futuro en el poder de sus puños, que daban a sus combates espectacularidad.

Sus seguidores sabían que su joven ídolo cifraba su éxito –y atracción-- en conectar un golpe, uno solo. Bastaba el acertar en la quijada del adversario, golpear con tino un poco abajo del esternón. Encajar un gancho al hígado. El que se quisiera. Un golpe. Un solo golpe. Ningún contrario lo resistiría de pie.

“A la hora que Ricardo Moreno enfrente a un estilista, encare a quien lo sepa mantener –con juego de piernas, habilidad para castigarlo con certeros jabs– condición física para evitar su tremendo golpeo y mentalidad de triunfador, ese día el joven noqueador mostrará sus deficiencias. Tendrán que trabajar mucho para enseñarle que se puede boxear con elegancia y calidad.

Y también se hacía notar que la voracidad de quienes guiaban su carrera, ponía en riesgo el futuro del muchacho. “Le hace falta caminar muchos kilómetros de lona. Aprender a ondear el cuerpo. Enterarse de que el “rolling” y el “bending” hacen estrategia de un combate. Que si dedica muchas horas en el gimnasio a pulir sus facultades no habrá poder que lo detenga. Llévenlo con calma.

Y lo de siempre. Managers y empresarios ambiciosos y sin escrúpulos se confabularon para explotar al muy ignorante golpeador que atraía a miles apenas. Se corría el rumor de que se procuraba pelear con éste o aquel. Minero que se transformó en mina de los “negociantes de carne humana “, como los llamaba –cara a cara-- el escritor-reportero- cineasta Luis Spota, en su calidad de Comisionado Presidencial para el Saneamiento del Boxeo. Cumplía Spota la encomienda del Presidente Adolfo López Mateos. Así consiguió reducir del 33 al 30 por ciento del sueldo del pugilista, la comisión, porcentaje que se embolsaba el entrenador.

Crecían las bolsas que cobraba el “Pajarito” Ricardo Moreno. Don Miguel de la Colina era el empresario de la Arena Coliseo –el “embudo de Perú 77”, según los reporteros de la sección Deportiva--, Pancho Cejas – “Cantinflas es mi gran compadre”--, dirigía la empresa en Guadalajara, estaba muy al tanto del comportamiento del filón de oro que era ese muchacho de instintos primitivos cuyo único deseo era ver sobre la lona, inconscientes, quejumbrosos, desarticulados, dañados, disminuidos, derrotados a sus oponentes.

Hizo historia su pelea con el “Patitas Chuecas” García . En los dos, quizá en los tres primeros rounds, padeció Moreno el aguijón del puño izquierdo de García. “Lo va a soñar, muchas noches Ricardo. Ese jab es de pesadilla”, transmitía Antonio Andere, redactor-subdirector de “La Afición”, locutor de la recién nacida televisión. Esta es una pelea de callejón…Este es un combate, no apto para cardíacos…Encuentro de toma y daca…Pleito en que nadie pide ni da cuartel… Estos peleadores se dan hasta con la cubeta… Resumía esa colección de dichos, el saber de Andere quien llegó a ser Director/ Propietario del cotidiano que fundara don Alejandro Aguilar Reyes apodado “Fray Nano”.

Relámpago deslumbrante. EL “Pajarito” Moreno y el “Patitas Chuecas” García, frente a frente. En un giro inesperado, Ricardo “abrió” la guardia de su rival. ¿Le separó los brazos? ¿Cómo deshizo su defensa? Imposible saberlo. Pero, de pronto, García quedó a merced de su verdugo. Un solo golpe, uno en la barbilla, un “uppercut” violentísimo desmoronó, desmadejó, descoyuntó al “Patitas Chuecas” García.

Golpes memorables. Increíbles, deslumbrantes, emocionantes. Golpes dolorosos. Lastimaron a García. Lo marcaron. Y a sus seguidores. A quienes admiraban su fino boxeo y pulidas habilidades. Todo se vino abajo con su caída. Quizá Don Ramón Berumen, a lo mejor Gómez Scanlan cumplían función de réferi de aquel combate. Inutil su intervención. Desde la hora y punto en que vimos la descompuesta caída de García por los golpes del “ pajarito “ Moreno supimos que había perdido la pelea. Que no se repondría de esa tunda.

Al grupo de chamaquitos de 12, 13 años nos deslumbraba la pegada de Ricardo Moreno. Su efecto instantáneo:

“Pega como patada de mula..

“Pobre “ Patitas Chuecas “, el “Pajarito” lo dejó para el arrastre…

Daría mucho de qué hablar Ricardo “Pajarito” Moreno.



Ricardo Moreno estremeció al boxeo mexicano de los primeros años 50 del Siglo XX. Gesto fiero, físico impresionante y una pegada que hería, lastimaba, tundía, noqueaba. Su fama de “terrible” atraía muchedumbres. Lo cercaban en el gimnasio. Casi le impedían movimientos ya de sombra, ora ante la “pera loca “. Y ni hablar al fortalecer su abdomen con decenas de “ ejercicios abdominales”.

Su manager, el “Gordo” Lupe Sánchez pasaba “las de Caín” para mantener a decenas de curiosos distantes del chamaco ya apodado “Pajarito” y rebautizado por la prensa deportiva como “El Barrotero de Chalchihuites”. Por fin un paisano de Ramón López Velarde - fino poeta autor de la oda “ Suave Patria”-, volvía a poner a Zacatecas en la primera plana. En la atención nacional.

Se reproducían las fotografías del joven pugilista cuya mera expresión espantaba, en la preparación de soberbio “gancho”. Toda su energía, intención y flexibilidad corporal se conjugaban para explotar, estallar, atomizar el blanco elegido. Todo en ese organismo - fibra, pensamiento, respiración y ritmo cardiaco- se nutrían de una fuerza huracanada, eruptiva. Ánimo, voluntad de aniquilar al contrario.

Juiciosos expertos notaron –desde sus primeras andanzas– lo limitado de su saber pugilístico. Sin ambages, Ricardo Moreno, el “Pajarito”, no sabía ni “jota” del oficio de atacar y defenderse. Y si con buen estilo, mejor. El bárbaro noqueador era en verdad muy torpe. Cifraba por entero su futuro en el poder de sus puños, que daban a sus combates espectacularidad.

Sus seguidores sabían que su joven ídolo cifraba su éxito –y atracción-- en conectar un golpe, uno solo. Bastaba el acertar en la quijada del adversario, golpear con tino un poco abajo del esternón. Encajar un gancho al hígado. El que se quisiera. Un golpe. Un solo golpe. Ningún contrario lo resistiría de pie.

“A la hora que Ricardo Moreno enfrente a un estilista, encare a quien lo sepa mantener –con juego de piernas, habilidad para castigarlo con certeros jabs– condición física para evitar su tremendo golpeo y mentalidad de triunfador, ese día el joven noqueador mostrará sus deficiencias. Tendrán que trabajar mucho para enseñarle que se puede boxear con elegancia y calidad.

Y también se hacía notar que la voracidad de quienes guiaban su carrera, ponía en riesgo el futuro del muchacho. “Le hace falta caminar muchos kilómetros de lona. Aprender a ondear el cuerpo. Enterarse de que el “rolling” y el “bending” hacen estrategia de un combate. Que si dedica muchas horas en el gimnasio a pulir sus facultades no habrá poder que lo detenga. Llévenlo con calma.

Y lo de siempre. Managers y empresarios ambiciosos y sin escrúpulos se confabularon para explotar al muy ignorante golpeador que atraía a miles apenas. Se corría el rumor de que se procuraba pelear con éste o aquel. Minero que se transformó en mina de los “negociantes de carne humana “, como los llamaba –cara a cara-- el escritor-reportero- cineasta Luis Spota, en su calidad de Comisionado Presidencial para el Saneamiento del Boxeo. Cumplía Spota la encomienda del Presidente Adolfo López Mateos. Así consiguió reducir del 33 al 30 por ciento del sueldo del pugilista, la comisión, porcentaje que se embolsaba el entrenador.

Crecían las bolsas que cobraba el “Pajarito” Ricardo Moreno. Don Miguel de la Colina era el empresario de la Arena Coliseo –el “embudo de Perú 77”, según los reporteros de la sección Deportiva--, Pancho Cejas – “Cantinflas es mi gran compadre”--, dirigía la empresa en Guadalajara, estaba muy al tanto del comportamiento del filón de oro que era ese muchacho de instintos primitivos cuyo único deseo era ver sobre la lona, inconscientes, quejumbrosos, desarticulados, dañados, disminuidos, derrotados a sus oponentes.

Hizo historia su pelea con el “Patitas Chuecas” García . En los dos, quizá en los tres primeros rounds, padeció Moreno el aguijón del puño izquierdo de García. “Lo va a soñar, muchas noches Ricardo. Ese jab es de pesadilla”, transmitía Antonio Andere, redactor-subdirector de “La Afición”, locutor de la recién nacida televisión. Esta es una pelea de callejón…Este es un combate, no apto para cardíacos…Encuentro de toma y daca…Pleito en que nadie pide ni da cuartel… Estos peleadores se dan hasta con la cubeta… Resumía esa colección de dichos, el saber de Andere quien llegó a ser Director/ Propietario del cotidiano que fundara don Alejandro Aguilar Reyes apodado “Fray Nano”.

Relámpago deslumbrante. EL “Pajarito” Moreno y el “Patitas Chuecas” García, frente a frente. En un giro inesperado, Ricardo “abrió” la guardia de su rival. ¿Le separó los brazos? ¿Cómo deshizo su defensa? Imposible saberlo. Pero, de pronto, García quedó a merced de su verdugo. Un solo golpe, uno en la barbilla, un “uppercut” violentísimo desmoronó, desmadejó, descoyuntó al “Patitas Chuecas” García.

Golpes memorables. Increíbles, deslumbrantes, emocionantes. Golpes dolorosos. Lastimaron a García. Lo marcaron. Y a sus seguidores. A quienes admiraban su fino boxeo y pulidas habilidades. Todo se vino abajo con su caída. Quizá Don Ramón Berumen, a lo mejor Gómez Scanlan cumplían función de réferi de aquel combate. Inutil su intervención. Desde la hora y punto en que vimos la descompuesta caída de García por los golpes del “ pajarito “ Moreno supimos que había perdido la pelea. Que no se repondría de esa tunda.

Al grupo de chamaquitos de 12, 13 años nos deslumbraba la pegada de Ricardo Moreno. Su efecto instantáneo:

“Pega como patada de mula..

“Pobre “ Patitas Chuecas “, el “Pajarito” lo dejó para el arrastre…

Daría mucho de qué hablar Ricardo “Pajarito” Moreno.