/ miércoles 20 de septiembre de 2017

“De todo... como en farmacia”

Son los efectos de los huracanes (Katya, Irma, José y ahora Max y los que le siguen), sismos y lluvias que azotan a nuestro país y ponen a prueba la capacidad de respuesta de sus instituciones y ciudadanos para lidiar con las calamidades. Instituciones a las que sí algo se les puede exigir, es que demuestren la “vasta experiencia adquirida” con las desgracias sufridas por el pueblo de México durante su historia –reciente, sobre todo-, y causadas por fenómenos naturales en los que según los expertos, tiene mucho que ver la acción humana en la magnitud de los daños resultantes.

Y en nuestro caso no es para menos, pues la tradicional permisividad, asociada a la corrupción de las autoridades, para la existencia de asentamientos humanos irregulares sobre terrenos estructuralmente no aptos para ello y para las construcciones ejecutadas fuera de norma, incluyendo el nulo mantenimiento, garantizan que los huracanes, sismos y lluvias sean todavía más letales de lo que deberían. Eso sin contar la constante afectación al ambiente, que sin duda tiene gran influencia sobre la virulencia de los huracanes y de la precipitación pluvial. Pues al parecer existe una relación directa entre el calentamiento global de la tierra (causado por el hombre), y la creciente fuerza de las tormentas tropicales.

Como suele suceder, no es la misma percepción entre quien se entera de los acontecimientos a través de los medios informativos, que quien los atestigua y mucho menos quien los padece, lo cierto es que los sucesos que hoy nos ocupan en este espacio, están haciendo más miserable la vida de muchos mexicanos, que de por sí no les sobraban motivos que celebrar y en estas circunstancias, demandan la solidaridad de quienes actualmente somos más afortunados al no experimentar en carne propia los severos efectos de los fenómenos naturales que han provocado la pérdida de muchas vidas humanas y cuantiosos daños materiales que a la fecha todavía no terminan de ser evaluados, por que a cada paso se van incrementando.

Sin duda es la propia población mexicana quien que está dando la verdadera lección de solidaridad humana con sus hermanos en desgracia, haciéndolo como puede, de manera individual o integrada a las organizaciones ciudadanas que espontáneamente se dedican a la noble tarea de ayudar en estos momentos difíciles, en los que palidecen trivialidades como la pugna de intereses políticos entre los legisladores por dar o no el pase automático al actual Procurador General de la República como Fiscal General, o si Ricardo Monreal permanece o no en el partido del López Obrador, al no ser ungido como candidato al gobierno de la Ciudad de México.

Son principalmente los estados de Chiapas y Oaxaca, los que merecen en este momento toda nuestra atención y no las banalidades mencionadas. Sería loable el ver que se diera una tregua en las luchas que ocupan a la clase política y que en pleno, ésta se dedicara  a apoyar personalmente, junto a la ciudadanía, a los cientos de miles de damnificados, sin prestar atención a su promisorio en lo que ellos llaman función pública.

Sí eso fuera así, tal vez creeríamos que su móvil de vida es el bienestar de su país y no estrictamente el propio, como la mayoría de mexicanos estamos convencidos que es en realidad. Que así como la mujer y el hombre común ha mostrado en múltiples oportunidades:

El Compartir lo que tenemos... es vivir para siempre.

napoleonef@hoetmail.com

Son los efectos de los huracanes (Katya, Irma, José y ahora Max y los que le siguen), sismos y lluvias que azotan a nuestro país y ponen a prueba la capacidad de respuesta de sus instituciones y ciudadanos para lidiar con las calamidades. Instituciones a las que sí algo se les puede exigir, es que demuestren la “vasta experiencia adquirida” con las desgracias sufridas por el pueblo de México durante su historia –reciente, sobre todo-, y causadas por fenómenos naturales en los que según los expertos, tiene mucho que ver la acción humana en la magnitud de los daños resultantes.

Y en nuestro caso no es para menos, pues la tradicional permisividad, asociada a la corrupción de las autoridades, para la existencia de asentamientos humanos irregulares sobre terrenos estructuralmente no aptos para ello y para las construcciones ejecutadas fuera de norma, incluyendo el nulo mantenimiento, garantizan que los huracanes, sismos y lluvias sean todavía más letales de lo que deberían. Eso sin contar la constante afectación al ambiente, que sin duda tiene gran influencia sobre la virulencia de los huracanes y de la precipitación pluvial. Pues al parecer existe una relación directa entre el calentamiento global de la tierra (causado por el hombre), y la creciente fuerza de las tormentas tropicales.

Como suele suceder, no es la misma percepción entre quien se entera de los acontecimientos a través de los medios informativos, que quien los atestigua y mucho menos quien los padece, lo cierto es que los sucesos que hoy nos ocupan en este espacio, están haciendo más miserable la vida de muchos mexicanos, que de por sí no les sobraban motivos que celebrar y en estas circunstancias, demandan la solidaridad de quienes actualmente somos más afortunados al no experimentar en carne propia los severos efectos de los fenómenos naturales que han provocado la pérdida de muchas vidas humanas y cuantiosos daños materiales que a la fecha todavía no terminan de ser evaluados, por que a cada paso se van incrementando.

Sin duda es la propia población mexicana quien que está dando la verdadera lección de solidaridad humana con sus hermanos en desgracia, haciéndolo como puede, de manera individual o integrada a las organizaciones ciudadanas que espontáneamente se dedican a la noble tarea de ayudar en estos momentos difíciles, en los que palidecen trivialidades como la pugna de intereses políticos entre los legisladores por dar o no el pase automático al actual Procurador General de la República como Fiscal General, o si Ricardo Monreal permanece o no en el partido del López Obrador, al no ser ungido como candidato al gobierno de la Ciudad de México.

Son principalmente los estados de Chiapas y Oaxaca, los que merecen en este momento toda nuestra atención y no las banalidades mencionadas. Sería loable el ver que se diera una tregua en las luchas que ocupan a la clase política y que en pleno, ésta se dedicara  a apoyar personalmente, junto a la ciudadanía, a los cientos de miles de damnificados, sin prestar atención a su promisorio en lo que ellos llaman función pública.

Sí eso fuera así, tal vez creeríamos que su móvil de vida es el bienestar de su país y no estrictamente el propio, como la mayoría de mexicanos estamos convencidos que es en realidad. Que así como la mujer y el hombre común ha mostrado en múltiples oportunidades:

El Compartir lo que tenemos... es vivir para siempre.

napoleonef@hoetmail.com

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