/ miércoles 31 de marzo de 2021

Decenio de los mares

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, del 2021 al 2030. El objetivo es constituir un marco de referencia a los países para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030.

La idea central es que la comunidad internacional trabaje de manera conjunta por el desarrollo sostenible del océano, partiendo del reconocimiento que el estado actual de los mares y océanos es responsabilidad de todos, al ser elemento natural que compartimos.

El pilar del Decenio de los Mares es garantizar que haya una relación constructiva entre política y ciencia. Ya contamos con diversos instrumentos internacionales donde el tema de los mares ocupa un lugar central, así como varios puentes de encuentro y construcción de política, entre los que destaca la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CDM), que establece la delimitación específica de los mares.

La comunidad internacional enfrenta a la vez el problema de la crisis climática; sin embargo, unos países son más vulnerables que otros. Por ejemplo, la Trayectoria de Samoa constituye un plan de desarrollo para los Estados insulares, que por su propia naturaleza se ven expuestos a más afectaciones resultantes del calentamiento global, como es, en primer lugar, la elevación de las aguas de los mares.

Las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, que si bien hacen referencia al Plan Estratégico para la Diversidad Biológica (2011-2020), establece 20 metas para acatar. La meta número once se refiere a las áreas naturales protegidas (ANPs), y especifica que se debe de proteger 10% de las zonas marinas y costeras.

Otro ejemplo del andamiaje internacional relativo al tema es el Marco de Senadi para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015 – 2030), que tiene como objetivo reducir el riesgo existente, evitar la generación de nuevos riesgos y aumentar la resiliencia frente al riesgo residual.

Claramente, cada uno de los instrumentos jurídicos señalados se refiere a las aguas dentro de la zona económica exclusiva (las actividades y las metas específicas que cada uno señala, ofrecen material para hacer análisis de ellos y explicarlos en futuros artículos; por ello, son jurisdicción de cada nación y más allá de las 200 millas náuticas de la costa, se extiende el área de océano denominada altamar.

Las aguas de altamar conforman aproximadamente las dos terceras partes del océano y cubren casi la mitad de la superficie del planeta. Estas se encuentran fuera de la jurisdicción de cualquier nación; sin embargo, la ciencia permite saber que son zonas ricas en diversidad y que se convierten en grandes reservorios de biodiversidad oceánica. Altamar también es el lugar de muchas de las pesquerías importantes y es, además, hábitat y ruta migratoria de ballenas, tiburones, tortugas, aves marinas, entre otras. Algunos datos importantes de esta zona son, por ejemplo, que existen alrededor de 2 millones de especies no identificadas en el océano, la mitad del oxígeno que respiramos proviene del océano, 90% del comercio mundial cruza esta zona, y al mismo tiempo 90% de las poblaciones de peces del mundo está en riesgo.

En altamar la actividad del ser humano está sujeta a pocas regulaciones, en comparación con lo que pasa en aguas nacionales. Y lamentablemente ocurre lo mismo con la normatividad ambiental internacional.

La ciencia, así mismo, ha reconocido que una de las estrategias más eficaces para la conservación de la biodiversidad es el establecimiento de las áreas marinas protegidas (AMP) y debería de considerarse el establecimiento de una red integral de AMP que cubriera la mayor parte de la zona de altamar.

Las AMP permitirán la conservación del equilibrio ecosistémico y fortalecerán la resiliencia ante el cambio climático. En 2017 la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos consolidó la primera AMP en altamar que cubre cerca de 1%, y se ubica en el Mar de Ross, con una extensión de 2.06 millones de kilómetros cuadrados. Esto abre toda una gama de consideraciones legales que se deben de revisar para una adecuada implementación del área. Y será tema de discusión en las grandes convenciones a realizarse este año.

Pero los países deben seguir trabajando en sus aguas nacionales para aumentar la protección de la biodiversidad marina, los fondos marinos, y evitar un deterioro peor. Tenemos mucho que hacer y México tiene una gran posibilidad de decretar nuevas AMP para conservar grandes polígonos, en las diferentes aguas que nos rodean. Ojalá pronto estemos escuchando noticias al respecto; sería un gran avance en el marco de nuestros compromisos con la CDB, Metas de Aichi, ODS y agenda 2030, por señalar algunos de nuestros compromisos internacionales.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, del 2021 al 2030. El objetivo es constituir un marco de referencia a los países para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030.

La idea central es que la comunidad internacional trabaje de manera conjunta por el desarrollo sostenible del océano, partiendo del reconocimiento que el estado actual de los mares y océanos es responsabilidad de todos, al ser elemento natural que compartimos.

El pilar del Decenio de los Mares es garantizar que haya una relación constructiva entre política y ciencia. Ya contamos con diversos instrumentos internacionales donde el tema de los mares ocupa un lugar central, así como varios puentes de encuentro y construcción de política, entre los que destaca la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CDM), que establece la delimitación específica de los mares.

La comunidad internacional enfrenta a la vez el problema de la crisis climática; sin embargo, unos países son más vulnerables que otros. Por ejemplo, la Trayectoria de Samoa constituye un plan de desarrollo para los Estados insulares, que por su propia naturaleza se ven expuestos a más afectaciones resultantes del calentamiento global, como es, en primer lugar, la elevación de las aguas de los mares.

Las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, que si bien hacen referencia al Plan Estratégico para la Diversidad Biológica (2011-2020), establece 20 metas para acatar. La meta número once se refiere a las áreas naturales protegidas (ANPs), y especifica que se debe de proteger 10% de las zonas marinas y costeras.

Otro ejemplo del andamiaje internacional relativo al tema es el Marco de Senadi para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015 – 2030), que tiene como objetivo reducir el riesgo existente, evitar la generación de nuevos riesgos y aumentar la resiliencia frente al riesgo residual.

Claramente, cada uno de los instrumentos jurídicos señalados se refiere a las aguas dentro de la zona económica exclusiva (las actividades y las metas específicas que cada uno señala, ofrecen material para hacer análisis de ellos y explicarlos en futuros artículos; por ello, son jurisdicción de cada nación y más allá de las 200 millas náuticas de la costa, se extiende el área de océano denominada altamar.

Las aguas de altamar conforman aproximadamente las dos terceras partes del océano y cubren casi la mitad de la superficie del planeta. Estas se encuentran fuera de la jurisdicción de cualquier nación; sin embargo, la ciencia permite saber que son zonas ricas en diversidad y que se convierten en grandes reservorios de biodiversidad oceánica. Altamar también es el lugar de muchas de las pesquerías importantes y es, además, hábitat y ruta migratoria de ballenas, tiburones, tortugas, aves marinas, entre otras. Algunos datos importantes de esta zona son, por ejemplo, que existen alrededor de 2 millones de especies no identificadas en el océano, la mitad del oxígeno que respiramos proviene del océano, 90% del comercio mundial cruza esta zona, y al mismo tiempo 90% de las poblaciones de peces del mundo está en riesgo.

En altamar la actividad del ser humano está sujeta a pocas regulaciones, en comparación con lo que pasa en aguas nacionales. Y lamentablemente ocurre lo mismo con la normatividad ambiental internacional.

La ciencia, así mismo, ha reconocido que una de las estrategias más eficaces para la conservación de la biodiversidad es el establecimiento de las áreas marinas protegidas (AMP) y debería de considerarse el establecimiento de una red integral de AMP que cubriera la mayor parte de la zona de altamar.

Las AMP permitirán la conservación del equilibrio ecosistémico y fortalecerán la resiliencia ante el cambio climático. En 2017 la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos consolidó la primera AMP en altamar que cubre cerca de 1%, y se ubica en el Mar de Ross, con una extensión de 2.06 millones de kilómetros cuadrados. Esto abre toda una gama de consideraciones legales que se deben de revisar para una adecuada implementación del área. Y será tema de discusión en las grandes convenciones a realizarse este año.

Pero los países deben seguir trabajando en sus aguas nacionales para aumentar la protección de la biodiversidad marina, los fondos marinos, y evitar un deterioro peor. Tenemos mucho que hacer y México tiene una gran posibilidad de decretar nuevas AMP para conservar grandes polígonos, en las diferentes aguas que nos rodean. Ojalá pronto estemos escuchando noticias al respecto; sería un gran avance en el marco de nuestros compromisos con la CDB, Metas de Aichi, ODS y agenda 2030, por señalar algunos de nuestros compromisos internacionales.