/ jueves 30 de noviembre de 2017

Dedazo y cargada

Yo veo objetivamente hablando dos claras señales del viejo sistema de poder en México, el dedazo y la cargada, aparte de que ese viejo sistema conserve aún su fuerza para aglutinar diversos intereses políticos. Que hubo destape en la “designación” de Meade no se puede negar como tampoco que no hay dedazo posible sin el famoso dedo que elige y determina, siendo que lo que se ha criticado fue la muy discutible intervención de Videgaray al alabar de sobra al naciente candidato presidencial del PRI.

Al efecto me remito a la corrección que hizo el presidente Peña Nieto. ¿Qué pasó allí? Solo ellos lo saben, dueños y señores de una selección sui géneris que no ha alcanzado a ocultar críticas severas, inconformidades medio veladas, de la gente del equipo presidencial. Críticas que al final declinan en un saludo “respetuoso”.

Así las cosas, también hubo cargada. El coordinador de los senadores priistas, Emilio Gamboa Patrón, comentando el suceso político de la semana ha dicho que “Meade tiene todo el apoyo de los sectores y organizaciones de su partido”, lo que suena a que no hay en la especie la más mínima inconformidad, o sea, que hay cargada. Y luego ha añadido para rubricar lo anterior: “el domingo, a las doce horas, si no hay otro aspirante que se registre, ello sería un acto de unidad, cohesión y militancia, que es lo que necesita el partido en estos momentos”.

Lo que es a mi juicio una clara confirmación de la cargada. Aunque desde luego admite (¿prudencia?) una “contienda complicada” y un “triunfo holgado del PRI” (¿cautela?). Quedan a la vista, pues, circunstancias políticas que los mexicanos conocemos perfectamente desde hace muchos años, a pesar de alternancias y pluripartidismo. Esto es lo objetivo, lo que cualquier observador ve. Este es el hecho.

Falta por supuesto que Meade vaya develando su personalidad, su talento tan pregonado por Videgaray, su condición de candidato que enfrentará problemas sin paralelo en el país: violencia desbordada, corrupción en todos los niveles, impunidad, desigualdad económica generada por una injusta repartición de la riqueza y grave pérdida de valores en el ejercicio político.

El llamado sistema quiere afianzarse al margen de todos los sinsabores que ha sufrido. Lo que pasa, sin embargo, es que la gente ya no cree en la democracia o, mejor dicho, en los llamados mecanismos democráticos del grupo en el poder. Lo evidente es que tan pronto se tiene poder se abusa del mismo ad infinitum. Lo hacen todos, del partido que sea y del color que sea (¿habrá excepciones?). Pero una cosa son los mecanismos de que hablo y otra muy distinta, a pesar de maniobras sinuosas y corruptelas, la libertad soberana del pueblo, verdadera potestad política, a la hora de votar. Aquí la democracia se ejerce en medio de una y mil dificultades que la constriñen y estorban. Pero se ejerce, se ha ejercido y se puede ejercer. Y es lo que hay que esperar, a que en medio del espectáculo político predominen los valores que el pueblo conoce y aprecia.

El eminente Sartori decía que en la democracia, al final de cuentas, se nos ofrece algo para vender; y que el pueblo sabe y conoce cuándo el vendedor lo ofrece bien o mal. En la feria política no se esfuman ni la inteligencia ni la honestidad. Se podrán disfrazar, pero tarde o temprano la congruencia prevalece, o los contrarios de aquéllas. Ya los veremos pronto en la tribuna y en el podio de la propaganda política, anunciando lo que traen. Y allí es donde el pueblo califica, porque esa es la verdadera esperanza de la democracia efectiva y real. Por último, un aficionado le grito a Belmonte: “¿Eres torero? ¡Tírate al ruedo, pisa la arena!”.

Sígueme en:@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

Yo veo objetivamente hablando dos claras señales del viejo sistema de poder en México, el dedazo y la cargada, aparte de que ese viejo sistema conserve aún su fuerza para aglutinar diversos intereses políticos. Que hubo destape en la “designación” de Meade no se puede negar como tampoco que no hay dedazo posible sin el famoso dedo que elige y determina, siendo que lo que se ha criticado fue la muy discutible intervención de Videgaray al alabar de sobra al naciente candidato presidencial del PRI.

Al efecto me remito a la corrección que hizo el presidente Peña Nieto. ¿Qué pasó allí? Solo ellos lo saben, dueños y señores de una selección sui géneris que no ha alcanzado a ocultar críticas severas, inconformidades medio veladas, de la gente del equipo presidencial. Críticas que al final declinan en un saludo “respetuoso”.

Así las cosas, también hubo cargada. El coordinador de los senadores priistas, Emilio Gamboa Patrón, comentando el suceso político de la semana ha dicho que “Meade tiene todo el apoyo de los sectores y organizaciones de su partido”, lo que suena a que no hay en la especie la más mínima inconformidad, o sea, que hay cargada. Y luego ha añadido para rubricar lo anterior: “el domingo, a las doce horas, si no hay otro aspirante que se registre, ello sería un acto de unidad, cohesión y militancia, que es lo que necesita el partido en estos momentos”.

Lo que es a mi juicio una clara confirmación de la cargada. Aunque desde luego admite (¿prudencia?) una “contienda complicada” y un “triunfo holgado del PRI” (¿cautela?). Quedan a la vista, pues, circunstancias políticas que los mexicanos conocemos perfectamente desde hace muchos años, a pesar de alternancias y pluripartidismo. Esto es lo objetivo, lo que cualquier observador ve. Este es el hecho.

Falta por supuesto que Meade vaya develando su personalidad, su talento tan pregonado por Videgaray, su condición de candidato que enfrentará problemas sin paralelo en el país: violencia desbordada, corrupción en todos los niveles, impunidad, desigualdad económica generada por una injusta repartición de la riqueza y grave pérdida de valores en el ejercicio político.

El llamado sistema quiere afianzarse al margen de todos los sinsabores que ha sufrido. Lo que pasa, sin embargo, es que la gente ya no cree en la democracia o, mejor dicho, en los llamados mecanismos democráticos del grupo en el poder. Lo evidente es que tan pronto se tiene poder se abusa del mismo ad infinitum. Lo hacen todos, del partido que sea y del color que sea (¿habrá excepciones?). Pero una cosa son los mecanismos de que hablo y otra muy distinta, a pesar de maniobras sinuosas y corruptelas, la libertad soberana del pueblo, verdadera potestad política, a la hora de votar. Aquí la democracia se ejerce en medio de una y mil dificultades que la constriñen y estorban. Pero se ejerce, se ha ejercido y se puede ejercer. Y es lo que hay que esperar, a que en medio del espectáculo político predominen los valores que el pueblo conoce y aprecia.

El eminente Sartori decía que en la democracia, al final de cuentas, se nos ofrece algo para vender; y que el pueblo sabe y conoce cuándo el vendedor lo ofrece bien o mal. En la feria política no se esfuman ni la inteligencia ni la honestidad. Se podrán disfrazar, pero tarde o temprano la congruencia prevalece, o los contrarios de aquéllas. Ya los veremos pronto en la tribuna y en el podio de la propaganda política, anunciando lo que traen. Y allí es donde el pueblo califica, porque esa es la verdadera esperanza de la democracia efectiva y real. Por último, un aficionado le grito a Belmonte: “¿Eres torero? ¡Tírate al ruedo, pisa la arena!”.

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