/ martes 28 de abril de 2020

Del Covid y otros males

Por: Catherine Prati Rousselet

El 11 de marzo del año en curso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la declaración de pandemia de la enfermedad por COVID 19, aclarando que define por “pandemia” brote epidémico que afecta a más de un continente y que los casos de cada país ya no sean importados sino provocados por transmisión comunitaria.


Creada el 7 de abril de 1948, la OMS trabaja para que todas las personas gocen del máximo grado de salud que se pueda lograr. Lucha contra las enfermedades infecciosas o no transmisibles. Vela por la salubridad del aire, de los alimentos, así como de los medicamentos y vacunas. Hoy, busca frenar la propagación mundial de una nueva enfermedad que se identificó en diciembre pasado en la capital de la provincia china de Hubei (Wuhan) y ha dejado en pocas semanas en estado de absoluta indefensión a todos los gobiernos del mundo.


Mientras los especialistas en geopolítica e inteligencia intentan descifrar los misterios de la aparición del mal, los laboratorios luchan por encontrar la vacuna milagrosa, los trabajadores de la salud tratan de evitar más decesos, los gobiernos han decretado el confinamiento social, única medida susceptible de mitigar los contagios y eventualmente efectiva para evitar el colapso de los sistemas de salud no solamente en países vulnerables sino también en los llamados industrializados.


Asociadas a la enfermedad que llegó para quedarse ya que de acuerdo con las declaraciones de la OMS “el virus estará con nosotros durante mucho tiempo”, se vislumbran, en todos los sectores de la actividad socioeconómica, consecuencias impactantes, cuya envergadura aún es imposible estimar.


Aunque algunos países asiáticos y europeos estén preparándose para un progresivo regreso a la “normalidad “ sin poder detallar el periodo “post-pandemia” y, a pesar de los incansables llamados (de hecho, sin eco) a la cohesión y solidaridad global del secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, es inevitable pensar que la consecución de la Agenda 2030 se verá dramáticamente mermada toda vez que los 17 ODS se encuentran ya afectados.


He aquí algunos ejemplos. Indubitablemente, la crisis actual tiene un efecto devastador en la salud global (ODS 3) identificándose riesgos mayores en comunidades marginadas en centros urbanos con alta densidad poblacional y malas condiciones de saneamiento (ODS 11). Con las medidas de confinamiento, se está manifestando un incremento de la violencia de género (ODS 5). Las clases a distancia cuyo acceso no está garantizado para todos compromete el derecho a la educación de muchos (ODS 4). La suspensión de las actividades económicas (ODS 8) está generando pérdida de ingresos (ODS 1) que está llevando a los más vulnerables por debajo del umbral de pobreza, favoreciendo la desigualdad (ODS 10). Interrupciones en diferentes sectores productivos susceptibles de causar dificultades en distribución de alimentos (ODS 2), agua (ODS 6), energía (ODS 7).


Finalmente, si la notable disminución de contaminación parece beneficiar al medio ambiente, la respuesta contra la globalización pone en relieve “la responsabilidad de todos para construir un mundo más saludable, equitativo, justo y resiliente”. Suena bien ¿se podrá?



Coordinadora de Posgrado de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Por: Catherine Prati Rousselet

El 11 de marzo del año en curso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la declaración de pandemia de la enfermedad por COVID 19, aclarando que define por “pandemia” brote epidémico que afecta a más de un continente y que los casos de cada país ya no sean importados sino provocados por transmisión comunitaria.


Creada el 7 de abril de 1948, la OMS trabaja para que todas las personas gocen del máximo grado de salud que se pueda lograr. Lucha contra las enfermedades infecciosas o no transmisibles. Vela por la salubridad del aire, de los alimentos, así como de los medicamentos y vacunas. Hoy, busca frenar la propagación mundial de una nueva enfermedad que se identificó en diciembre pasado en la capital de la provincia china de Hubei (Wuhan) y ha dejado en pocas semanas en estado de absoluta indefensión a todos los gobiernos del mundo.


Mientras los especialistas en geopolítica e inteligencia intentan descifrar los misterios de la aparición del mal, los laboratorios luchan por encontrar la vacuna milagrosa, los trabajadores de la salud tratan de evitar más decesos, los gobiernos han decretado el confinamiento social, única medida susceptible de mitigar los contagios y eventualmente efectiva para evitar el colapso de los sistemas de salud no solamente en países vulnerables sino también en los llamados industrializados.


Asociadas a la enfermedad que llegó para quedarse ya que de acuerdo con las declaraciones de la OMS “el virus estará con nosotros durante mucho tiempo”, se vislumbran, en todos los sectores de la actividad socioeconómica, consecuencias impactantes, cuya envergadura aún es imposible estimar.


Aunque algunos países asiáticos y europeos estén preparándose para un progresivo regreso a la “normalidad “ sin poder detallar el periodo “post-pandemia” y, a pesar de los incansables llamados (de hecho, sin eco) a la cohesión y solidaridad global del secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, es inevitable pensar que la consecución de la Agenda 2030 se verá dramáticamente mermada toda vez que los 17 ODS se encuentran ya afectados.


He aquí algunos ejemplos. Indubitablemente, la crisis actual tiene un efecto devastador en la salud global (ODS 3) identificándose riesgos mayores en comunidades marginadas en centros urbanos con alta densidad poblacional y malas condiciones de saneamiento (ODS 11). Con las medidas de confinamiento, se está manifestando un incremento de la violencia de género (ODS 5). Las clases a distancia cuyo acceso no está garantizado para todos compromete el derecho a la educación de muchos (ODS 4). La suspensión de las actividades económicas (ODS 8) está generando pérdida de ingresos (ODS 1) que está llevando a los más vulnerables por debajo del umbral de pobreza, favoreciendo la desigualdad (ODS 10). Interrupciones en diferentes sectores productivos susceptibles de causar dificultades en distribución de alimentos (ODS 2), agua (ODS 6), energía (ODS 7).


Finalmente, si la notable disminución de contaminación parece beneficiar al medio ambiente, la respuesta contra la globalización pone en relieve “la responsabilidad de todos para construir un mundo más saludable, equitativo, justo y resiliente”. Suena bien ¿se podrá?



Coordinadora de Posgrado de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.