“Yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones:
hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y en éstos me ubico yo”.
Salvador Allende
En esta semana que concluye, Estrasburgo se revitalizó con la presencia de cerca de 500 jóvenes de 42 nacionalidades que acudieron a la Semana de la Juventud que el Consejo de Europa organizó a fin de fortalecer un necesarísimo diálogo presencial con uno de los sectores más afectados por las drásticas medidas sanitarias a las que sigue obligando la Covid (ahora en su séptima ola europea) y por las fuertes tensiones internacionales que ha desatado la invasión de la Federación Rusa a Ucrania.
El enriquecimiento derivado de ese diálogo abierto y franco, refrescó los principios que hace 50 años el Consejo adoptó para reconocer la importancia del sector juvenil y establecer una Comisión “mixta” en atención a sus anhelos y propuestas al seno de la organización internacional.
Gracias a este aniversario brotaron desde el fondo de mi memoria los retos y empeños desplegados por un grupo de jóvenes mexicanos que a principio de los años 70 del pasado siglo nos organizamos para replicar el modelo asociativo de los jóvenes belgas y crear la asociación civil Servicios Educativos de Turismo de los Estudiantes y la Juventud de México, cuya finalidad permitió establecer fuertes lazos entre las organizaciones europeas (incluyendo a las de la llamada Europa del Este) y México.
Precisamente en 1972, Mariano Muñoz, Jesús Urrutia y yo fuimos designados para representar a nuestro país en dar seguimiento a la candidatura de México como miembro de pleno derecho de la “International Student Travel Conference” (Conferencia Internacional de Turismo Estudiantil); en una de esas reuniones tuve mi primer contacto con la Comisión Mixta del Consejo de Europa, que a 5 décadas de distancia sigue construyendo puentes generacionales para cumplir con el compromiso de establecer lazos solidarios entre generaciones y pueblos unidos por la democracia, el respeto a los derechos humanos y a la Ley.
Esta serendipia me permitió constatar la coincidencia de actitudes y posturas expresadas por los jóvenes de esta segunda década del siglo XXI y las nuestras: la exigencia por una democracia real, participativa, procuradora de justicia social y, sobre todo, promotora de la paz, es un anhelo compartido entre quienes vivimos procesos de represión estudiantil, dictaduras militares y tensiones internacionales debidas a líderes obnubilados por ambiciones y rencores que ponen en riesgo colectivo la sobrevivencia de la humanidad.
La justificada y compartida rabia de muchas de las voces juveniles participantes en este encuentro, compartió escenario con la espontánea solidaridad que desde el 24 de febrero ha surgido entre los jóvenes europeos para actuar, dentro de sus posibilidades y ámbitos, apoyando a sus congéneres sin distingo; así lo expresaron los participantes ante la intervención de una pequeña delegación de jóvenes rusos, quienes coincidieron plenamente con la urgencia colectiva de paz que permeó todo el encuentro.
El determinado anhelo de resolver los conflictos por todas las vías pacíficas, refrendó el espíritu con el que Salvador Allende afirmó su ubicación en el campo de los viejos jóvenes al que el tiempo me ha adherido.