/ lunes 29 de enero de 2018

Democracia electoral

En principio, la democracia electoral debe propiciar equidad económica y social, no solo igualdad de derechos en el ejercicio del voto. De acuerdo a la constitución, la democracia debe garantizar el acceso a los fundamentos del bienestar y gracias a ello facilitar la convivencia de los mexicanos en torno a un crecimiento vigoroso y estabilidad social.

El mandato constitucional enmarcado en el Artículo Tercero es claro:

Considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

La verdadera evaluación de la democracia mexicana no debe darse en torno al proceso electoral ya que solo es una parte del concepto definido en el Artículo Tercero.

La valoración de la democracia debe abarcar los resultados que los gobiernos electos alcanzan en materia de generación de riqueza, equidad, reducción de la pobreza, generación de empleo formal bien remunerado, educación, creación de empresas, productividad, seguridad pública y social.

Los elementos citados contienen el fruto del proceso electoral: ¿realmente el voto propicia el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo?

En este sentido, debe recordarse lo que Mario Vargas Llosa afirmó en 1990 durante el Encuentro La Experiencia de la Libertad, organizado por la revista Vuelta. Su argumentación se basó en el talento para permanecer en el poder y cooptar voluntades para alinearlas a la estrategia establecida desde el Estado: sobrevivir a cismas económicos y sociales que a lo largo de 60 años habían provocado la caída de casi todos los regímenes autoritarios del orbe.

Para Vargas Llosa la “dictadura perfecta” describía la permanencia en el poder a través del voto electoral y así conservar los beneficios asociados al control de la administración pública. Desde su perspectiva, el Estado mexicano había logrado incluir a una oposición política e intelectual en dicha dinámica. Desde la discrepancia orgánica, alimentada desde las instituciones públicas, se podían presentar críticas que no lastimaban a la estructura del sistema.

Don Jesús Reyes Heroles lo presentó de otra forma: “lo que se opone sostiene”. Para él era necesaria la incorporación de la divergencia, de forma orgánica, para asegurar la sostenibilidad del sistema político: otorgaba legitimidad sin representar ningún riesgo real. ¿Cuánto ha cambiado México en las últimas décadas?

En el largo plazo existe un problema con lo “lo que se opone sostiene”: no garantiza que se alcancen los resultados que requiere el desarrollo económico y social armónico de toda la población. La pobreza de 53 millones de mexicanos, el crecimiento de solamente 2.5% en 30 años y la inseguridad lo muestran.

El equilibrio es precario cuando una parte del país vive en condiciones de primer mundo y otro segmento, la mayoría, en pobreza por su bajo ingreso económico. La democracia electoral no es suficiente.

En principio, la democracia electoral debe propiciar equidad económica y social, no solo igualdad de derechos en el ejercicio del voto. De acuerdo a la constitución, la democracia debe garantizar el acceso a los fundamentos del bienestar y gracias a ello facilitar la convivencia de los mexicanos en torno a un crecimiento vigoroso y estabilidad social.

El mandato constitucional enmarcado en el Artículo Tercero es claro:

Considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

La verdadera evaluación de la democracia mexicana no debe darse en torno al proceso electoral ya que solo es una parte del concepto definido en el Artículo Tercero.

La valoración de la democracia debe abarcar los resultados que los gobiernos electos alcanzan en materia de generación de riqueza, equidad, reducción de la pobreza, generación de empleo formal bien remunerado, educación, creación de empresas, productividad, seguridad pública y social.

Los elementos citados contienen el fruto del proceso electoral: ¿realmente el voto propicia el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo?

En este sentido, debe recordarse lo que Mario Vargas Llosa afirmó en 1990 durante el Encuentro La Experiencia de la Libertad, organizado por la revista Vuelta. Su argumentación se basó en el talento para permanecer en el poder y cooptar voluntades para alinearlas a la estrategia establecida desde el Estado: sobrevivir a cismas económicos y sociales que a lo largo de 60 años habían provocado la caída de casi todos los regímenes autoritarios del orbe.

Para Vargas Llosa la “dictadura perfecta” describía la permanencia en el poder a través del voto electoral y así conservar los beneficios asociados al control de la administración pública. Desde su perspectiva, el Estado mexicano había logrado incluir a una oposición política e intelectual en dicha dinámica. Desde la discrepancia orgánica, alimentada desde las instituciones públicas, se podían presentar críticas que no lastimaban a la estructura del sistema.

Don Jesús Reyes Heroles lo presentó de otra forma: “lo que se opone sostiene”. Para él era necesaria la incorporación de la divergencia, de forma orgánica, para asegurar la sostenibilidad del sistema político: otorgaba legitimidad sin representar ningún riesgo real. ¿Cuánto ha cambiado México en las últimas décadas?

En el largo plazo existe un problema con lo “lo que se opone sostiene”: no garantiza que se alcancen los resultados que requiere el desarrollo económico y social armónico de toda la población. La pobreza de 53 millones de mexicanos, el crecimiento de solamente 2.5% en 30 años y la inseguridad lo muestran.

El equilibrio es precario cuando una parte del país vive en condiciones de primer mundo y otro segmento, la mayoría, en pobreza por su bajo ingreso económico. La democracia electoral no es suficiente.