/ viernes 16 de agosto de 2019

Deportistas que valen oro

Hace unos días concluyeron los Juegos Panamericanos de Lima 2019, en donde se dieron cita un poco más de 6,660 deportistas, mujeres y hombres, que representaron a un total de 41 países de América.

Hoy más que nunca, este tipo de encuentros nos dejan lecciones extraordinarias a todos. Más allá de la competencia misma que tiene lugar entre deportistas, no podemos dejar de subrayar que estos miles de jóvenes consiguen dejar de lado todo tipo de desencuentros y divergencias que tienen lugar entre las distintas naciones que representan, para enviar un mensaje de fraternidad y unidad a todo el mundo.

Porque mientras en diferentes regiones del planeta constatamos la forma en que se extienden los actos de intolerancia, racismo, violencia, terrorismo y xenofobia en contra de mujeres, hombres, niñas, niños y ancianos -y México no es la excepción-; y cuando también observamos la crisis de fenómenos globales como la migración, las persecuciones, las masacres masivas o las violaciones a los derechos humanos; justo cuando todo esto ocurre, los jóvenes atletas nos brindan espacios para recrear la esperanza y el optimismo.


Durante los diecinueve días que abarcaron los Juegos Panamericanos, no importó que se dieran cita deportistas provenientes de países cuyas relaciones políticas, diplomáticas, comerciales o económicas casi siempre han sido difíciles y conflictivas, como pueden ser los casos de Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Guatemala, desde luego México, etc. Por ello, no podemos dejar de reconocer una gran virtud que caracteriza al deporte: las disputas entre naciones no tienen porqué trasladarse a la competencia entre los jóvenes atletas.

Durante esos días, las y los deportistas ejercieron a plenitud su libertad y, en cada competencia, no se dejaron arrastrar por las amenazas o los agravios que sus respectivos países pueden estar padeciendo a manos de otros.

Me imagino, por ejemplo, un encuentro de cualquier disciplina que se nos ocurra entre atletas de Estados Unidos y Venezuela, países que han vivido episodios de mucha tensión o si queremos verlo de manera más evidente, entre Estados Unidos y México, cuya relación no pasa por los mejores momentos que digamos. Aquí, lo único que se pone en juego es el talento, la preparación y la disciplina de los competidores. En la mente de estos jóvenes, más que el rencor o el ánimo de revancha, prevalece el respeto y el espíritu deportivo. Por eso, no sin razón se afirma que el deporte nos une.

Los atletas también nos dejan un gran ejemplo de convivencia y tolerancia, al hacer de este evento un verdadero “encuentro del deporte”, una auténtica “fiesta deportiva” -dicho en su sentido más positivo-, en donde conviven e interactúan participantes que representan a países tan disímbolos como Canadá y Estados Unidos, frente a casos tan contrastantes como Bermudas, Haití, Surinam o Guyana, entre otros, que ni siquiera alcanzaron a ganar una medalla.

En cierto modo, el deporte otorga una condición de igualdad y justicia a todos los competidores. Aquí, las diferencias de raza, religión, color de piel, cultura, idioma, ideología o nivel de desarrollo, dejan de ser relevantes o, mejor dicho, son inexistentes.

Por eso el deporte y, en este caso, los Juegos Panamericanos, cumplen y seguirán cumpliendo con uno de sus objetivos más esenciales -además de su evidente naturaleza competitiva -, el de propiciar la unidad entre las naciones y llevar un mensaje de paz al mundo.

Por ello y con justa razón, durante la ceremonia de clausura, se expresó que estos Juegos han abierto una nueva página en la historia y que han sido los más grandes de la historia.

Y bueno, no puedo dejar de mencionar que México también ha hecho historia con sus 136 medallas obtenidas. En realidad son las y los deportistas mexicanos quienes hicieron historia y también, quienes hicieron posible esta hazaña.

Nuestros atletas no sólo pusieron muy en alto el nombre de nuestro país, sino que también han dado el mejor de los ejemplos y los mejores resultados a una Nación que, desde cualquier ángulo que se le mire, sigue estancada y sin rumbo, presa de la incapacidad, los errores y la soberbia del actual gobierno.

Por eso, me uno a las voces que rechazan el oportunismo mostrado por el gobierno de López Obrador hacia los atletas mexicanos. La 4T no puede colgarse ninguna medalla. Las 136 preseas fueron conseguidas con mucho esfuerzo, sacrificio y dignidad de los deportistas mexicanos.

A ellas y ellos, desde este espacio les expreso mi reconocimiento y gratitud. Su desempeño nos llena de orgullo y alegría a todos los mexicanos. ¡ Muchas Felicidades !

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación

Hace unos días concluyeron los Juegos Panamericanos de Lima 2019, en donde se dieron cita un poco más de 6,660 deportistas, mujeres y hombres, que representaron a un total de 41 países de América.

Hoy más que nunca, este tipo de encuentros nos dejan lecciones extraordinarias a todos. Más allá de la competencia misma que tiene lugar entre deportistas, no podemos dejar de subrayar que estos miles de jóvenes consiguen dejar de lado todo tipo de desencuentros y divergencias que tienen lugar entre las distintas naciones que representan, para enviar un mensaje de fraternidad y unidad a todo el mundo.

Porque mientras en diferentes regiones del planeta constatamos la forma en que se extienden los actos de intolerancia, racismo, violencia, terrorismo y xenofobia en contra de mujeres, hombres, niñas, niños y ancianos -y México no es la excepción-; y cuando también observamos la crisis de fenómenos globales como la migración, las persecuciones, las masacres masivas o las violaciones a los derechos humanos; justo cuando todo esto ocurre, los jóvenes atletas nos brindan espacios para recrear la esperanza y el optimismo.


Durante los diecinueve días que abarcaron los Juegos Panamericanos, no importó que se dieran cita deportistas provenientes de países cuyas relaciones políticas, diplomáticas, comerciales o económicas casi siempre han sido difíciles y conflictivas, como pueden ser los casos de Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Guatemala, desde luego México, etc. Por ello, no podemos dejar de reconocer una gran virtud que caracteriza al deporte: las disputas entre naciones no tienen porqué trasladarse a la competencia entre los jóvenes atletas.

Durante esos días, las y los deportistas ejercieron a plenitud su libertad y, en cada competencia, no se dejaron arrastrar por las amenazas o los agravios que sus respectivos países pueden estar padeciendo a manos de otros.

Me imagino, por ejemplo, un encuentro de cualquier disciplina que se nos ocurra entre atletas de Estados Unidos y Venezuela, países que han vivido episodios de mucha tensión o si queremos verlo de manera más evidente, entre Estados Unidos y México, cuya relación no pasa por los mejores momentos que digamos. Aquí, lo único que se pone en juego es el talento, la preparación y la disciplina de los competidores. En la mente de estos jóvenes, más que el rencor o el ánimo de revancha, prevalece el respeto y el espíritu deportivo. Por eso, no sin razón se afirma que el deporte nos une.

Los atletas también nos dejan un gran ejemplo de convivencia y tolerancia, al hacer de este evento un verdadero “encuentro del deporte”, una auténtica “fiesta deportiva” -dicho en su sentido más positivo-, en donde conviven e interactúan participantes que representan a países tan disímbolos como Canadá y Estados Unidos, frente a casos tan contrastantes como Bermudas, Haití, Surinam o Guyana, entre otros, que ni siquiera alcanzaron a ganar una medalla.

En cierto modo, el deporte otorga una condición de igualdad y justicia a todos los competidores. Aquí, las diferencias de raza, religión, color de piel, cultura, idioma, ideología o nivel de desarrollo, dejan de ser relevantes o, mejor dicho, son inexistentes.

Por eso el deporte y, en este caso, los Juegos Panamericanos, cumplen y seguirán cumpliendo con uno de sus objetivos más esenciales -además de su evidente naturaleza competitiva -, el de propiciar la unidad entre las naciones y llevar un mensaje de paz al mundo.

Por ello y con justa razón, durante la ceremonia de clausura, se expresó que estos Juegos han abierto una nueva página en la historia y que han sido los más grandes de la historia.

Y bueno, no puedo dejar de mencionar que México también ha hecho historia con sus 136 medallas obtenidas. En realidad son las y los deportistas mexicanos quienes hicieron historia y también, quienes hicieron posible esta hazaña.

Nuestros atletas no sólo pusieron muy en alto el nombre de nuestro país, sino que también han dado el mejor de los ejemplos y los mejores resultados a una Nación que, desde cualquier ángulo que se le mire, sigue estancada y sin rumbo, presa de la incapacidad, los errores y la soberbia del actual gobierno.

Por eso, me uno a las voces que rechazan el oportunismo mostrado por el gobierno de López Obrador hacia los atletas mexicanos. La 4T no puede colgarse ninguna medalla. Las 136 preseas fueron conseguidas con mucho esfuerzo, sacrificio y dignidad de los deportistas mexicanos.

A ellas y ellos, desde este espacio les expreso mi reconocimiento y gratitud. Su desempeño nos llena de orgullo y alegría a todos los mexicanos. ¡ Muchas Felicidades !

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación